Transdniester. Visita al país que no existe.

Hay países que nos sorprenden. Otros que decepcionan, o que nos dejan indiferentes. Hay países que nos invitan a volver, y otros a los que jamás regresaríamos. Y hay países que no existen.



Antes de visitar Moldavia, nunca oímos hablar de Transdniester (o Transnistria), un país que no existe y que se encuentra absolutamente fuera de lugar. En el tiempo, y en el espacio.



Trandsniester es uno de los rincones más extraños y anacrónicos de Europa. Oficialmente, forma parte de Moldavia, pero, como tantas veces, la realidad oficial es muy diferente a la realidad “a secas”, y al cruzar el río Dniester nos daremos cuenta que estamos en otro país. Y probablemente, en otra época histórica.

¿Por qué Transdniester?

Porque no existe. Y porque estábamos visitando Moldavia, y parecía un sitio muy interesante para ir.


El origen de este territorio rebelde, o nación (según cómo quiera verse) se remonta al año 1992, cuando las tensiones entre la recién independizada Moldavia y Tiráspol desencadenó en un conflicto armado que acabo con la separación de facto de Transdniester. Y con 1500 vidas.


Transdniester está organizado como una República presidencial, con su propio Gobierno, Parlamento, ejército, policía, sistema postal y moneda. Sus autoridades también adoptaron una Constitución, bandera, himno nacional, y un escudo. A mi modesto entender, todo lo que tiene un país independiente.


La visita a este país inexistente es mucho más fácil de lo que parece.


Desde Chisinau (capital de Moldavia) hay autobuses frecuentes a Tiráspol (capital de Transdniester), tardan sólo una hora y media.


Eso sí, es necesario detenerse en la frontera para cumplir con las formalidades administrativas. El permiso de 10h se consigue de forma inmediata, sin ningún tipo de complicación. Si consultamos la web del M Ministerio de Asuntos Exteriores español, no nos animarán demasiado a visitar esta zona. No obstante creemos que se trata más de evitar problemas diplomáticos que otra cosa.


En esta web queda perfectamente explicado cómo llegar a Tiraspol .

Cosas que vimos.


Al pasar la frontera, no sólo no estamos desplazando a través del río Dniester. Estamos desplazándonos en la historia, a la lejana época en la que existía un país que se llamaba Unión Soviética y que era la primera o segunda potencia mundial.


Y es que aquí, el tiempo parece haberse detenido justo antes de la caída del muro.

Tiráspol.

El bus nos deja en la estación de tren de Tiráspol. De aires soviéticos, como todo el país.


Nos desplazamos al centro por unos barrios de casas inequívocamente soviéticas, algunas un poco desmejoradas.


Se trata de una ciudad agradable, de espacios abiertos y la siempre refrescante presencia del río Dniester, donde incluso hay una playa artificial y cruceros de recreo.


El memorial de la guerra, conmemora la independencia del país, con su correspondiente lista de caídos, llama eterna y estatuas de heroicos (y muertos) soldados.




El Palacio Presidencial está presidido por una estatua de Lenin.



Monasterio de Noul Neamt.

Algo alejado del centro, este conjuno monástico merece una visita.


Su pieza más destacada es el campanario de 70 m de altura (1861) y cuya escalada es bastante emocionante.



Fortaleza de Bendery

Se trata de una fortaleza otomana situada a las afueras de la población de Bendery. Tomamos el bus 20, pero nos bajamos en la entrada principal... Que estaba cerrada. Así que caminamos un buen rato hasta la entrada actual, junto a una fábrica abandonada.


En la fachada de la entrada a la fábrica puede leerse según mi amiga Ana: “Mi fábrica, mi orgullo”.


Resulta bastante curioso ver un lugar de la importancia histórica y belleza de la Fortaleza de Bendery junto a tanta roña postsoviética.


Volvemos a la carrera a Bendery, donde tomamos de nuevo el bus a Chisinau. OJO, no podemos pasarnos de las 10h de estancia, nadie en el Ministerio del Interior moverá un dedo por nosotros (¿acaso lo haría en otro lugar....?)


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