Los Balcanes: Montenegro, Kosovo y Albania

 La geografía condiciona la historia de los países. Puede establecer puentes de comunicación, tanto como construir barreras con sus vecinos. 



El relieve escarpado de la península balcánica y el acceso a la cuenca mediterránea han modelado el desarrollo – en ocasiones, trágico – de los pueblos que lo habitan. Sólo entendiendo esto puede llegarse a comprender todo lo que ha ocurrido en los Balcanes, la situación actual y lo que previsiblemente ocurrirá en esta tierra.

Mientras las fronteras se consolidan y los odios se guardan, el desarrollo económico de los Balcanes se dispara. El cambio desde nuestra última visita (2015) se hace patente en los cafés stylish de Tirana, la mejora de la red viaria o los precios. Aquellos Balcanes post comunistas que conocimos  tienen los días contados.

Por qué los Balcanes?


Una intensa curiosidad, unida a otros factores más prácticos (proximidad, época del año o precios) nos llevó a trazar un recorrido por Albania, Montenegro y Kósovo.

Nuestro itinerario.

Comenzamos y concluimos nuestro periplo en Tirana, ciudad que ya conocíamos y que dejamos en esta ocasión para el final de este viaje. Aprovechamos para visitar la zona costera del norte. Pasamos a Montenegro, donde pasamos la mayoría de los días, recorriendo en un primer momento la costa, y luego la zona montañosa del interior.  Pasamos la frontera con Kósovo cerca de la ciudad de Rozaje. Entramos de nuevo a Albania, donde recorrimos en ferry el famoso Lago Fierze y finalizamos el recorrido en Tirana, donde lo empezamos. El viaje duró 8 días, entre el 15 y 23 de abril de 2023.

Cosas que vimos.

Albania, ocho años después.

Tras levantarnos y comprobar que hay una cadena de gasolineras que se llaman Kastrati, y que se paga en Leks en lugar de en Euros, iniciamos nuestra ruta hacia Kruja, no sin antes parar en una simpática estátua de George Bush (cortesía de Atlas Obscura.)


Kruja es una ciudad bastante horrorosa en las faldas de la montaña, pero en ella se erige el espectacular su espectacular castillo. 


Todo en esta ciudad (o al menos en la zona del castillo) gira entorno al guerrero y héroe nacional, Skanderbeg. En Albania está considerado héroe nacional por haber frenado las acometidas del todopoderoso Imperio Otomano, retrasando la invasión de la zona adriática durante una década en paralelo con Vlad de Valaquia y Esteban de Moldavia; se trata de Jorge Castriota, más conocido como Skanderbeg.


El castillo está muy restaurado, y alberga actualmente un museo (diseñado por la hija y el yerno del dictador Enver Hoxha) en el que se recogen básicamente los triunfos del “Cid albanes”. 
Tenemos la suerte de ser testigos del rodaje de un video musical folclórico y muy folclórico.


El basar junto al castillo se encuentra en unas calles bastante chulas, pero lo que venden exactamente lo mismo en todos ellos. 


Seguimos hacia el norte, en dirección al lago Skadarsko, hasta Shkoder.


Shkoder es una bonita ciudad fronteriza, junto al bello lago del mismo nombre. 
Tiene un acogedor centro, con casas pintadas en tonos pastel y bicicletas por todas partes. 


Su principal highlight es la Fortaleza de Rozafa, que tiene unas espectaculares vistas de la ciudad y al lago Shkoder.



Construida inicialmente por los ilirios, fue mucho después reforzada por los venecianos y, por último, por los turcos. El día medio nublado hace que todo parezca mucho más dramático.


La Mezquita de Ebu Bekr es otro aliciente de la ciudad, así como el restaurante Fisi donde comimos estupendamente por 10,64€ (los dos). 


Supongo que la orilla del lago es un hervidero de actividad en otra época del año, pero en abril son los numerosos perros callejeros los que disfrutan de las vistas (y de los chiringuitos).

Bienvenidos a Montenegro.

Toca pasar la frontera a Montenegro. Cruzar fronteras es algo que siempre genera algo de tensión, especialmente tras la experiencia de nuestro anterior viaje a Albania en 2015. Sin embargo, en esta ocasión todo es más normal y, tras comprar la greencard para el coche (15€) pasamos sin más apuros.
Nada más cruzar, en una carreterilla estrecha y con una ligera lluvia, un zorro con una gallina en la boca cruza justo delante nuestro. Desconocemos si eso debe considerarse como generador de buena o mala suerte, pero lo que es cierto es que el cruce de zorros en las fronteras ha ocurrido en todas y cada uno de los pasos fronterizos balcánicos. ¿Casualidad...?

Paramos en Star Bar. La antigua ciudad de Bar (Stari Bar) es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de época medieval, no sólo en Montenegro, sino en el conjunto de los Balcanes. 


Se conservan alrededor de 600 edificios públicos y privados cuya construcción se fue escalonando en el tiempo, conformando un tesoro para estudiar la historia del Mediterráneo. Ilirios, helenos, romanos, bizantinos, eslavos, venecianos y otomanos pisaron las piedras de Stari Bar.


La visita fue muy rápida, ya que llegamos poco antes de la hora de cierre. Pese a ello, nos gustó mucho.


Continuando por la costa llegamos a Budva, una ciudad en la que el ladrillo y la codicia ha ocasionado los mismos efectos que los que propició el desarrollismo salvaje en el mediterráneo español.


La ciudad “antigua” de Budva está amurallada. El suelo está adoquinado con piedra caliza blanca lo que, unido a la muralla, hace que recuerde bastante a Dubrovnik. Damos una vuelta, nos tomamos una cervecita en una de las muchas terrazas y vamos al hotel (Villa Zorica, 24,65€).
Al día siguiente descubrimos que con luz la ciudad mejora enormemente. No hay casi nadie paseando, sólo gatos (muchos gatos).


Hay algunas iglesias muy chulas y, eso sí, terrazas (cerradas en esta época) en cada rincón que puede acoger cuatro mesas. Exagerado.




Deshacemos el camino que recorrimos ayer para ver (de lejos) Sveti Stefan, una preciosa islita fortificada unida por un istmo a la costa. 


Desafortunadamente, hoy en día la isla en su conjunto es un resort de hiperlujo y no puede visitarse salvo que pagues una escandalosa cantidad de dinero. La isla de lejos, eso sí, muy fotogénica.
Muy cerca, se encuentra el Montasterio de Praskvica, encaramado a la montaña.


Seguimos ruta a Cetinja, antigua capital de Montenegro. Eso queda patente en los edificios señoriales que ocupaban antiguamente las embajadas de los países occidentales.


El Montasterio de Cetinje fue derrumbado y reconstruido en muchas ocasiones, por lo que está muy restaurado. La mano de San Juan está supuestamente en su interior, aunque no pudimos verla,
Junto al Monasterio, hay un mapa 3D del país, a una escala sorprendentemente grande, construido por unos austriacos en 1917.


Por último, visitamos el Museo de Historia. Recorre la historia del país, desde la prehistoria hasta la actualidad. Se encuentra en el magnífico edificio donde se ubicaba el parlamento, por lo que solo por ello ya merece la pena. Cabe destacar la honestidad e imparcialidad con la que se tratan algunos temas sensibles, como es la participación de Montenegro en la guerra de los Balcanes de los 80-90 del pasado siglo. Como empieza a ser habitual, estamos solos.


Continuando hacia Kotor, entramos en el Parque Nacional de Lovéen, para lo cual debemos pagar 3€. Es precioso, aunque el hecho de que los árboles todavía no hayan echado la hoja desluzca algo el paisaje. 


En una de sus cimas, la segunda más alta del macizo (1.657m) se encuentra el mausoleo de Njegos. Construido en los 70, y donde descansan los restos del héroe nacional montenegrino. 


Las vistas de la Bahía de Kotor y de las montañas nevadas cercanas son impresionantes. Para llegar al mausoleo hay que subir 467 escalones, y pagar 8€.


Tomamos rumbo a Kotor. La bajada se realiza por una carretera con mil curvas, pero preciosa. Las vistas de la bahía desde las alturas nos hacen comprender la importancia del lugar por su carácter estratégico. 


Llegamos algo tarde, y nuestra idea de subir a las murallas se desvanece (no dimos con el lugar de acceso adecuado). La ciudad está amurallada, y es tan bella como turística. Nos recuerda bastante a Dubrovnik (otra vez). 


Las montañas que rodean la ciudad no pueden estar más verdes. Un río rodea la muralla, que trepa por la ladera hasta una iglesia. Y luego, la preciosa bahía…


El resto de la tarde nos la pasamos paseando por la ciudad. Hay una ruta sobre las murallas interesante, y un montón de iglesias. En una de ellas vimos una actuación de un coro infantil, de gran interés si eres el padre de alguna de las criaturas. 


La ciudad está llena de gatos, y de ellos han hecho su icono. Las innumerables tiendas de souvenirs venden pongos de diverso tipo, todos ellos con gatos.


Intentamos cenar en uno de esos restaurantes donde no hay que cenar. Y no lo hicimos, ya que se les olvidó la comanda. En realidad, una suerte.

El hotel lo tenemos intramuros, Guesthouse Athos (40€). Difícil de encontrar, difícil de llegar a la habitación, pero ubicación perfecta (salvo por el bar de copas cercano). 

A la mañana siguiente Continuamos por la ribera de la bahía hacia Perast, un pueblillo algo más al norte. Llegamos muy pronto y está todo desierto. La ciudad, muy pequeña, tiene un montón de casas señoriales y algunas iglesias. También un castillo en ruinas.


Pero lo más llamativo son dos islas muy pequeñas junto a la costa. Una de ellas no se visita, pero la otra, Gospa od Skrpjela, sí. 


La isla en cuestión fue construida artificialmente entorno a una roca donde se apareció la Virgen. Para llegar a ella, hay que pagar 5€ por el trayecto en barca. No queremos pensar cómo estará de gente en verano…
Siguiendo por la ribera, nos detenemos en unos restos de mosaico romanos en la ciudad de Tivat, Risan. Son del siglo 2 DC. Si bien no son espectaculares ni detallados, tienen una representación del dios Hypnos, única en el mundo.


Cambiamos el rumbo y nos dirigimos al montañoso interior, hacia el Monasterio de Ostrog. Toda la zona es ondulada, muy calcárea y con robles (sin hoja en estos momentos).
Paramos en Gradski, cortesía de Atlas Obscura. Allí hay un memorial de la WWII, una casa acribillada a balazos y un coqueto café.



El Monasterio de Ostrog está ubicado en la pared de una montaña, y el entorno es brutal. En la parte superior del monasterio se encuentra la caverna que custodia la tumba y los restos de San Basilio.


Después de su muerte en 1761 la iglesia lo santificó como Sveti Vasilije (San Basilio d’Ostrog), reconociendo supuestos milagros, guardando sus restos en un relicario en la iglesia rupestre de la Madre de Dios. Hay poca cola, pero es uno de los lugares de peregrinaje más importante de la zona. Tocamos el ataúd y volvemos al coche.


Nos internamos en el Parque Nacional de Durmitor. Nuestro primer objetivo es visitar unas curiosas tumbas medievales en Stecci


Son Patrimonio Mundial de la Humanidad, y se distribuyen en dos asentamientos (cementerios, realmente) cercanos.


En realidad, las lápidas son difíciles de distinguir respecto a las rocas del entorno. No hay vallados, tan solo un cartel indicando el lugar.


El día está muy negro y llueve con ganas. Hace bastante frío (5ºC). Zabljak es el pueblo donde tenemos el “hotel” y centro de operaciones para explorar el Parque Nacional. Nos alojamos en Guesthouse RG (25,2€). Es una casita de madera piramidal, en la que vive también el propietario. Cenamos en el Hotel Soa (el mejor en la ciudad) estupendamente, con un vino montenegrino espectacular por unos 45€.

Amanece un día bastante horroroso. Desayunamos en la guesthouse (estaba incluido). Al salir, las cosas están algo mejor, aunque tampoco para tirar cohetes. La idea es hacer una ruta por el Lago Negro o Crno Jezero. Una excursión clásica saturada en verano. Hay que pagar la entrada al Parque Nacional y el parking. Desde allí, debemos seguir una carretera a pie, por unos 300 m. Una perrita vagabunda nos adopta y no nos dejará hasta casi el final de la excursión. 


El lago es espectacular, rodeado de bosques de abetos y piceas. 


Lástima que esté nublado y no se vean las cumbres nevadas cercanas. Una vez junto a la orilla, seguimos el camino que lo rodea, que está bastante marcado.
En algunas zonas hay nieve muy pisada (y, por lo tanto, dura), lo que añade algo de emoción a la ruta.


Sólo al final coincidimos con más visitantes. En total han sido 6 Km y 100 m de desnivel.
Intentamos ir al Mirador del Tara, situado en la cima del Monte Curevac, a 1.625m. Pero a medida que avanzamos, la carretera es más y más estrecha. Todo está nevado, y en caso de cruzarnos con otro coche podríamos tener problemas. Así que media vuelta. Por cierto, hay 2ºC

Con el tiempo todavía muy revuelto, nos dirigimos a ver el Puente del Tara. El Tara es un cañón (o valle cerrado, más bien) muy popular por la zona, tanto por su espectacularidad como por el rafting y otras actividades. Y por su color.


Al llegar llueve a cántaros, pero después de una breve siesta en el coche se queda un día aceptable.
Continuamos ruta hacia el este (Kósovo), siguiendo el curso del Tara. Nos detenemos en el Monasterio Dobrilovina donde una monja gigante que alimenta a unos gatos y perros muy mansos nos abre las puertas de la iglesia.


Tras un par de paradas más, nos internamos en una de las últimas ciudades antes de Kosovo, Rozaje. Es un enclave musulmán, y el ambiente que se respira es totalmente diferente al que habíamos visto hasta ahora. También hay , todo hay que decirlo, más suciedad y kaos circulatorio. Los coches paran en cualquier lugar para hacer sus recados, sin importarles el pitote monumental que generan. Vemos una extraña mezquita.


Empezamos a subir el paso que conduce a Kosovo. El tiempo es malo; llueve, y la temperatura a medida que ganamos altura cae en picado. Hay muchísima nieve. 


Empiezo a preguntarme si conseguiremos coronar el puerto sin cadenas. Finalmente, y con algo de tensión, llegamos a la frontera (unos 1800m). El poli de la aduana nos pregunta por qué España no reconoce a Kosovo y yo me catalanizo: We are catalans, not spanish¡¡.

Kosovo nos recibe con un nuevo zorro.

Al poco de cruzar la frontera, veo algo que se cruza a pocos metros del coche. Un zorro. ¿Es mucha casualidad o hay una subespecie de zorro que sólo vive en las fronteras?.

La vertiente kosovar del paso está libre de nieves, y tras perder mucha altura, llegamos a Peja (o Pec). Es una ciudad eminentemente musulmana. Vamos directos al Hotel Camp Karagaq (36€), muy chulo. Un empleado del hotel nos hace un planning de lo que debemos hacer en los próximos días, muy majete.


Bajamos a la ciudad, y tras una vuelta de reconocimiento cenamos en “Art design”, un restaurante muy chulo donde nos quedamos más que satisfechos por 24,5€. Después, vamos a dar una vuelta, pero no hay mucha luz y pensamos que mañana lo veremos mejor.

Una de las atracciones de la ciudad son las “Torres”, en realidad casas antiguas hechas de piedra y con aspecto bastante fortificado. No es que sea espectacular, pero son bastante más bonitas que las demás. Una de ellas alberga una inititución gubernamental que cuida el patrimonio. Un empleado nos la muestra por dentro (son unas oficinas), realizando unos esfuerzos ímprobos para explicarnos todo en inglés.


Damos una vuelta por el Old Bazar, y regresamos al hotel. Cogemos el coche, y nos dirigimos al este, al Cañon del Rugova, un bonito desfiladero calizo en el que además hay ferratas y tirolinas. 


El Monasterio del Patriarcado de Peja es un monasterio ortodoxo del S. XIII, Patrimonio de la Humanidad. Por tal motivo, está protegido por el KFOR, y hay que pasar un control militar. El complejo de iglesias es la sede espiritual y mausoleo de los arzobispos serbios y patriarcas.
En el patio central, descansan los restos de un antiguo monasterio o iglesia en ruinas.


Pero la principal atracción, que le da su carácter de Patrimonio de la Humanidad son los frescos que se encuentran en el interior. No hay un centímetro cuadrado sin pintar. Nos recuerda a las iglesias rumanas, pero en este caso los frescos sólo están en el interior.


Continuamos ruta, y nos dirigimos al Monasterio de Visoki Dechani. De forma similar al Patriarcado, debemos pasar un control militar. 


El Monasterio de Visoki Dechani es, desde el exterior, una preciosidad. La iglesia monástica, dedicada a Cristo Pantocrátor y construida con bloques de mármol rojo púrpura, amarillo claro y ónice, fue realizada por constructores trabajando bajo un fraile franciscano, Vito de Kotor. 


La iglesia está distinguida por su tamaño imponente y de diseño y estructura románico y gótico temprano. Aparte de los frescos bien conservados y extensos, el interior presenta el templón de piedra del siglo XIV original, el trono del ecúmeno y el sarcófago de madera tallada del fundador rey Esteban.
De camino a Prizren se pasa por la pequeña ciudad de Gjakova, conocida por su Old Bazaar.


Dimos una vuelta por sus calles, donde se vende un poco de todo. En una de ellas, hay varios cafes. En información turística nos explican (con otras palabras) que Gjakova es el Albacete de Kósovo, y que la gente rara vez se queda a dormir, y de paso , gastar dinero, en la ciudad. 
La ciudad es conocida también por las cunas artesanales de madera que hacen algunos carpinteros, muy chulas.


Tras parar en un curioso puente, seguimos hasta Prizren
Prizren está situado en las estribaciones de los montes Šar, al sur de Kosovo, cerca de la frontera con Albania y Macedonia del Norte.


La mayoría de la población de Kosovo, profesa la religión musulmana, fruto de su pasado otomano. Esta herencia religiosa y cultural se palpa al instante y condiciona la fisionomía de la ciudad, con nada menos que 77 mezquitas repartidas por toda la ciudad. 


De hecho, hay momentos en los que parece que nos encontramos en algún país de Medio Oriente, como Jordania o Turquía. 
No obstante, también hay bastantes iglesias.


Nos sorprendió que esta preciosa y genuina ciudad no sea uno de los “hihghlights” recomendados en las guías de viaje.
La Mezquita Xhamia e Emin Pashes se encuentra cerca del río, y como la mayoría de las mezquitas, resulta más bonita por fuera que por dentro.


El Castillo de Prizren –conocido como Kalaja- domina la ciudad desde lo alto de una colina. Fue construido inicialmente durante período bizantino y posteriormente ampliado para proteger la ciudad cuando era la capital del Imperio Serbio en el siglo XIV. 


Los muros exteriores están en bastante buen estado de conservación. Sin embargo, debido a la falta de medios y los diferentes conflictos bélicos, el interior la fortaleza tiene un estado más deteriorado. Para llegar a la fortaleza hay que ascender durante unos 15 minutos.


Desde allí, las vistas de la ciudad y de las montañas cercanas son impresionantes.
De regreso a la parte baja de la ciudad, damos una vuelta por sus calles y luego cenamos en Marashi (34,5€ con un vinillo buenísimo)



De regreso a Albania.

De nuevo en la carretera, nos encaminamos al Valle de Valbona, en Albania. Cruzamos la frontera sin mayor contratiempo en Gjakove, y paramos en la ciudad de Bajram Curri con un tiempo precioso. 
Bajram Curri recibe su nombre por un héroe nacional, que luchó a principios del S. XX por la independencia del país. Aparte de un café estupendo, la ciudad cuenta con un museo en un edificio precioso pero que se cerró hace años y no ha vuelto a abrir sus puertas. 


Remontamos el valle de Valbona, donde hay alguna mezquita en un paisaje alpino.


Tras cada curva, la vista es más espectacular. El río, de un azul intenso, se pierde a la altura de la población de Valbona, a la cual nos dirigimos.


Hemos reservado una habitación en Bujtina Albjoni, una pequeña casita de madera sobre la casa de la propietaria (30€). 
Tras dejar nuestras cosas, vamos a la oficina de turismo. Por supuesto, no hay ningún visitante. Nos atiende una señora que, en realidad, es la propietaria de un kiosko de recuerdos cercano, pero que consigue establecer una llamada con la manager. Sea como fuera, nos indican una ruta tranquililla a una aldeílla cercana, Kukaj. Sale cerca de la oficina de turismo, por una pista que tras cruzar el río (subterráneo en esta zona) y trepa después por la ladera opuesta.


El camino continúa con una pendiente moderada. Decidimos volver antes de alcanzar los “viewponts”, objetivo inicial de la ruta.
Las vistas en esta ruta son alucinantes. Las montañas de la vertiente opuesta son muy escarpadas, lo que, unido a la presencia de nieve, les dan un aspecto muy alpino. Destaca una, Maja Zhapores de 2.561m. 


Comemos algo y descendemos por el valle con el coche hasta el Hotel Rilindja, uno de los primeros que abrieron en el valle. Desde allí nos informan de rutas. Desaconsejan vehementemente una que teníamos prevista, y que ascendía a una cueva donde la figura histórica de la independencia, Bajram Curri, se refugió y fue finalmente asesinado. La razón por la que nos desaniman es la presencia de osos en esa zona, los cuales son especialmente agresivos cuando acaban de salir junto con los oseznos de la hibernación. Nos recomiendan como alternativa una pequeña ruta a un lago cercano. No pinta especialmente atractiva, pero finalmente resultó preciosa. El caminillo transcurre por un hayedo de cuento de hadas, hasta el Lago Xhemes.


El lago, pequeño y de poca profundidad, es probablemente una surgencia. Pero es un rincón precioso.


Cerramos el recorrido en el hotel, donde aprovechamos para cenar una rica trucha.
Al día siguiente, desayunamos con la señora de la casa en la cocina, mientras ésta hace queso. Parece que aparte del queso, ella hace todo lo demás, incluyendo el pan, mermelada y leche fresca. Hoy tenemos prevista una ruta que promete. Recorre los primeros kilómetros de la archi-famosa Valbona-Theth. El camino circula por el lecho seco del Valbona, y comienza en el Hotel Fusha e Gjesë Rragam, último punto accesible en coche. El paisaje es sorprendentemente parecido al de las Rockies: Un valle rodeado de montañas muy escarpadas y nevadas.


A medida que avanzamos, vemos desde diferentes ángulos el Maja Zhapores, y no puedo evitar buscar entre sus paredes de roca y hielo las rutas por las que podría accederse a su cima. Saldrían unas espectaculares escaladas.


El camino se aleja ligeramente del lecho pasados unos kilómetros, y pasa por algunos pequeñísimos poblados.
Así, llegamos a una mini-aldea, con algunos restaurantes y guest houses a unos 4 Km del comienzo. Teóricamente, el objetivo de la excursión era ver la Valbone Waterfall, la cual es bastante poca cosa y nos conformamos con verla desde cierta distancia. Volvemos trazando un pequeño bucle que evita volver por el mismo camino en su totalidad.


Hemos caminado 8,6Km, desnivel 230 m
Cogemos el coche y descendemos el valle hasta Bajram Curri, donde tomamos otro delicioso capuchino, para continuar luego hasta Fierze. Desde este lugar zarpa uno de los recorridos en barco más bonitos de Europa, el Lago Komani


El Río Drin está embalsado a la altura de Koman, y es un lugar importante para la generación de energía. Aprovechando la subida del nivel de las aguas que provoca la presa, varias compañías de ferris recorren las aguas del Drin entre Fierze y Koman.
El ferry es pequeño, lo cual hace más atractivo el recorrido. Los primeros kilómetros (perdón, millas) son bonitas, sin dejar de ser un valle de verdes laderas.


Sin embargo, algo más abajo, el paisaje cambie radicalmente al encañonarse notablemente.



El recorrido lleva algo más de 3 horas, y sólo para en un lugar intermedio.
Desembarcamos, no sin alguna dificultad, ya que hay varios coches preparados para embarcar, pero sin conductor. Los mueven “a pulso” y salimos.
Los 20 o 30 primeros kilómetros de carretera hacia Tirana son bastante infernales. La ruta se encuentra en un estado horroroso y se hace muy pesado.
Llegamos a Tirana sin novedad, aunque nos cuesta bastante dar con el Hotel Vila 15 Center (63€ con desayuno), una bonita casa antigua.


Salimos a cenar a un restaurante recomendado, que no recordado (no logro acordarme del nombre), por 34€. Y luego, fuimos a tomar algo a un bar muy curioso, el “Café Museum Komiteti


Este café-museo sirve una amplísima variedad de rakis en un ambiente nostálgico-comunista. Un lugar muy curioso.
Amanece un día espléndido. 


Es domingo, y parece que todo Tirana ha decidido dar una vuelta por la calle. La Plaza Skanderbeg está preciosa, pese a las carpas que cubren la fachada del Museo Nacional de Historia. 




Sin embargo, con respecto a nuestra visita en 2016, los cambios son enormes: los rascacielos, edificios “de diseño” y cafés guapos han surgido por todas partes, cambiando muchísimo el paisaje urbano. Si hace 7 años quedaba ya poco ambiente de la época comunista, ahora éste casi ha desaparecido.


Visitamos un bunker (abandonado en 2016) y que ahora alberga una interesante exposición. 



Bunkart 2 es el último museo inaugurado en Tirana. Este búnker nuclear de alto secreto es ahora un nuevo museo en el mismo centro de Tirana, detrás del Ministerio del Interior, con el objetivo de mostrar a los visitantes cómo la policía de la era comunista perseguía a los opositores del régimen. 


El búnker de 1.000 metros cuadrados con paredes de hormigón armado de hasta 2,4 metros de espesor fue construido entre 1981 y 1986 para albergar a la policía de élite y al personal del Ministerio del Interior en caso de un ataque nuclear. 


El museo tiene fotografías y equipos que ilustran la persecución política de unos 100.000 albaneses desde 1945 hasta 1991.



Para desintoxicarnos del mal rollito que nos ha dejado el búnker, tomamos un café en una cafetería francesa y volvemos a la era comunista en The House of Leaves. El edificio que alberga este moderno museo se alberga en el equivalente a la sede de la Stasi de la antigua Alemania Oriental. 


Las hojas tienen un doble sentido: las cosas escondidas en los bosques, pero también las hojas de los libros y archivos, sobre las personas. La casa original fue construida en 1931 con la función principal de una clínica médica. Durante la Segunda Guerra Mundial, bajo la ocupación alemana, fue utilizado por la Gestapo. Inmediatamente después del final de la guerra, el régimen comunista albanés la recuperó y la utilizó como oficina de seguridad para las investigaciones. 
Dentro de la casa se puede sentir el peor lado del régimen dictatorial en Albania, la historia de miles de personas procesadas por actuar o simplemente, opinar, contra el régimen.

El que exista un Bunkart 2, implica que también debe haber un Bunkart 1. Esta fantástica conversión, de un enorme búnker de la Guerra Fría en las afueras de Tirana a un museo de historia y arte contemporáneo, está considerada como una de las visitas más interesantes de Albania. 


Con casi 3000 metros cuadrados de espacio subterráneo repartidos en varios pisos, el búnker fue construido para la élite política de Albania en la década de 1970 y permaneció en secreto durante gran parte de su existencia. Ahora alberga exhibiciones que combinan la historia moderna de Albania con piezas de arte contemporáneo.


El simple hecho de llegar al búnker es una experiencia bastante inolvidable, ya que atraviesa un túnel largo y oscuro en la ladera que lo lleva a la entrada, en el costado de una base militar albanesa aún activa. 


Una vez que esté dentro del búnker, se puede pasear por las habitaciones amuebladas destinadas a la élite comunista. También se recoge la historia de la Albania moderna, comenzando con la invasión italiana de 1939 y terminando con el derrocamiento del comunismo. 



Uno de los puntos más destacados incluyen el enorme Salón de Actos, el principal centro social del búnker.


Tras esta sobredosis de historia comunista, cogemos el coche y nos dirigimos al aeropuerto. 

 









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