Azores

Junio de 2022. Hace ya dos años que no volamos. Dos años sin salir más allá de lo que nos permite (o nos apetece) viajar por carretera. Todo ha cambiado mucho en este tiempo. Ahora hay miedo, hay resignación, y de alguna manera, en nuestra cabeza da vueltas un pensamiento oscuro: Lo que hemos viajado, perdurará para siempre. Pero es algo que no volverá, o al menos, no como antes. Ahora, un viaje a Azores (Europa, al fin y al cabo) nos parece lo que antes podía ser Nepal. Y, con todo, nos sentimos felices y afortunados de poder volver a tomar un vuelo, y dejar que la magia del viaje nos ayude a olvidar malos momentos, y a recuperar la esperanza de que el mundo sigue siendo tan grande y bello como hace dos años.



La decisión de elegir Azores fue práctica. Es Europa, no está lejos y es un destino fundamentalmente de naturaleza. Pero tiene un toque exótico y diferente, la sal y pimienta de las que otras alternativas carecían. Ah, y además hay que tomar no uno sino dos vuelos.


Por qué Azores?

Como decíamos antes, ha sido una decisión más racional que sentimental. Pero no sólo eso: la naturaleza volcánica de las islas, su legado histórico y la simple curiosidad, fueron ingredientes que se unieron a la lógica y fría decisión de elegir Azores. También, aunque en menor medida, influyó las ganas de subir a Pico, la montaña más alta de Portugal.

Nuestro itinerario.

El archipiélago está formado por 9 islas, variando entre los 747 km² de San Miguel, y los 18 km² de Corvo. Su origen y actividad volcánica (pasada y actual) marcan el paisaje y carácter de cada una, y no podría clasificarse a ninguna de ellas como prescindible. 


Pero claro, el tiempo y los recursos son limitados, y había que seleccionar algunas. Finalmente, nos centramos en Sao Miguel, Pico, Sao Jorge y Faial. En total 9 días efectivos.

Cosas que vimos

Sao Miguel

La capital, Ponta Delgada

Ponta Delgada, desde el primer momento, nos resultó encantadora. La mayoría de las casas están hechas con roca volcánica. Salvo los marcos de las ventanas y puertas, el resto está encalado. 

El resultado es muy estético, un blanco y negro que otorga un gran contraste. Las iglesias, también tienen el mismo aspecto (paredes blancas y el contorno de las ventanas, puertas y portones, de negra roca volcánica). 

Comenzamos el recorrido en la oficina de información turística, para luego entrar en materia por las antiguas puertas de la ciudad (Plaza Gonzalo Velho Cabral). Resulta sorprendente pensar que el mar llegaba hasta las mismas puertas, ya que ahora se encuentra bastante más alejado, al final de la plaza.

Tomamos un riquísimo y barato café en el Café Mascote, junto a la Iglesia de Sao Sebastiao. En su interior, pueden verse unos arcos de piedra que en su día formaban parte del muelle del puerto. 

La iglesia es muy bonita por fuera. Por dentro, el estilo es barroco, y, por tanto, sobrecargado. Esto mismo, ocurre en casi todas las iglesias que visitamos.

Las calles son mayoritariamente empedradas, con casas bajas. Me recuerda mucho a Cuenca (la de Ecuador). 

Visitamos el Fuerte Sao Bras, un cuartel en uso actualmente, que alberga el museo del ejército.


Entramos porque era barato, y porque nos permitía cotillear por el interior del fuerte. La exposición tiene todo tipo de armas de fuego, incluyendo antiaéreos, lanzagranadas, metralletas… 

En el interior del Convento de Nosha Senhora da Esperanza hay una estatua del Ecce Homo, que es considerada como altamente milagrosa por los isleños.

El Museo Carlos Machado se encuentra en un estupendo edificio. Nos recibe un tiburón blanco disecado, de unos 8 m, preludio de otros miles de criaturas también disecadas, o en tarros de formol. 

La colección es algo anacrónica, y alguno de los animales resulta grotescos. 


Los alrededores de la capital.

Una vez terminado el walking tour, y viendo que el tiempo no está del todo mal, nos venimos arriba y decidimos ir a Lagoa do Fogo en taxi (60€, unas 3 horas). No es una mala decisión, ya que la ciudad la hemos exprimido bastante. Insistimos al taxista en que no queremos visitar una fábrica de cacharros de cerámica, y vamos directamente a la Lagoa. Nuestros ánimos experimentan un bajón notable a medida que la niebla lo empieza a engullir todo, llegando a permitir ver tan solo a unos 50 m. 

Los miradores de la laguna se vuelven chistes de mal gusto. Pero pese a ello, decidimos tomar un caminillo que lleva al fondo del cráter, donde se encuentra la laguna.  El sendero desciende algo más de 100 m de forma pronunciada, en medio de un bosque de niebla impresionante. 

Brezos, laureles y helechos arborescentes nos acompañan hasta el agua. Sólo cuando estamos a unos 20 metros, alcanzaremos a verla.

El retorno resulta pasado por agua, y llegamos al coche como sopas.

El descenso al norte de la isla esta igual de nublado que el ascenso por el sur. Paramos, no obstante, en Caldhera Vella. Se trata de una zona de pozas termales naturales, que se encuentran en un bosque de aspecto jurásico.

Enormes helechos arborescentes son ignorados por los turistas que sólo les importa darse un bañito caliente con su prole.

Continuamos el descenso hasta Ribeira Grande, donde paramos unos pocos minutos, para luego continuar a una interesante plantación de piñas. 

Muy instructivo, especialmente para los que piensan que las piñas salen colgando de palmeras.

Pedimos al taxista que nos deje en el Parque Antonio Borges, según dicen, el más bonito de los muchos que hay en la ciudad. Y aún sin haber visto más jardines, me atrevería a decir, que este es el más bello. 

Aparte de la cantidad (y calidad) de las especies que alberga, destaca la información detallada y seria que se recoge en los carteles información de cada árbol o planta. 

La isla del "mini" Teide.

A las 05 AM suena el despertador. Es entonces cuando te preguntas si es este el tipo de vacaciones que mereces. El vuelo a Pico, sale a las 7, y el pequeño aeropuerto Sau Paulo II bulle de actividad. Volamos con SATA, una aerolínea local. El avión es un turbohélice, y eso mola. 

El Atlántico es invisible por el mar de nubes. Pero Pico (la montaña que da nombre a la isla), sobresale majestuoso entre ellas. Es un pico en condiciones. 

Ya cerca de tierra, una vez atravesado el mar de nubes, se ve muy bien los viñedos cultivados en la costa, con muertes de piedra volcánica. Aterrizamos poco antes de las 8, y recogemos el coche que habíamos reservado en Autatalantis (un Peugeot 208 con un motor sorprendentemente potente). Vamos directamente a Madalena, la capital de la isla, con la sana intención de desayunar un buen pastel y un garoto (cortado). 

Una vez satisfechas las necesidades más primarias, vamos a ver los acantilados de roca volcánica cercanos a Cachorros. Inmediatamente verificamos una evidencia, y es que la isla es MUY volcánica.

Todas las construcciones, los muretes de los viñedos… todo proviene de la actividad volcánica. Los acantilados son muy chulos, ya que el blanco de la espuma de las olas contrasta enormemente con el negro de sus rocas. Toda la costa sur, cercana a Madalena es patrimonio de la humanidad, por estos cultivos de vid. Existen numerosos puertos, de pequeñísimo tamaño donde se embarcarán las barricas. También quedan marcas en la roca volcánica de los carros que transportaban incansablemente los barriles de vino hasta los barcos. 

Alguna de las formas que adopta la lava son caprichosas y arcos de piedra. Seguimos hasta el epicentro de otra de las grandes riquezas de la isla, aunque en este caso, felizmente descontinuada: la caza de la ballena. 

Azores es un importante punto de paso de diversas especies de cetàceos en sus migraciones anuales. Y este detalle, no ha pasado desapercibido por los cazadores de ballenas, que instalaron grandes factorías en la isla. Una de ellas, se encuentra en Sao Roque. La fábrica es actualmente un museo, donde se muestra todo el procesamiento que se hacía a las ballenas cazadas (especialmente, cachalotes). Hoy en día, la presencia de ballenas en el archipiélago es también una importante fuente de ingresos por los miles de turistas que cada año se acercan a observar estos formidables mamíferos.

A las 15 h hemos reservado para visitar La Casa dus Vulcoes, en San Roque. Tenemos un par de experiencias inmersivas. La primera, un viaje al fondo de la tierra, algo cutre pero instructivo. La segunda es una simulación de un terremoto de 7,6 grados, ayudados con gafas de realidad virtual. No me gustaría vivirlo de forma no virtual…

Cerca de Madelana,  visitamos el Museo do Vinho, donde se explica la tradición vinícola isleña, y de paso, la historia del vino en general. Además, tienen una plantación de dragos, con algunos ejemplares muy espectaculares. 

Lástima que no hagan catas, con tanto hablar de vino hay ganas de probarlo.

Continuamos hacia la costa sur, visitando uno de los numerosos molinos de viento rojos, preciosos.

Tomamos luego una carretera que asciende al centro de la isla. Hay mucha niebla. Pese a ello, intentamos ver la Laguna Caiado. Pese a que no se ve nada, debido a la espesa niebla, el viaje hasta allí merece la pena por el fantasmagórico aspecto de la carretera. Regresamos a la casa, algo tarde y bastante cansados (llevamos desde las 5 trajinando). Cuando anochece, oímos unos extraños ruidos en el exterior. Son cientos de pardelas atlánticas (Calonectris borealis, cagarro en portugués), después de pasar el día en el mar, arman mucho escándalo cuando se encaman para pasar la noche.


Al amanecer, se ve sólo ligeramente el Pico, entre la niebla. Tomamos la carretera EN3, que atraviesa la isla longitudinalmente por el centro. Hay mucha niebla. De hecho, es raro encontrar un momento en el que la zona alta de las islas esté ausente de nubes…. A ver qué tal la Ascensión al Pico. Vamos a la Lagoa Caiado, y esta vez sí que alcanzamos a verla. Localizamos también unos murciélagos volando a plena luz del día. Se trata del único mamífero endémico de las islas, todos los demás son importados (nóctulo de las Azores, Nyctalus azoreum)

La ascensión a Pico merece una entrada independiente en el blog de montaña apcabana.

Intentamos ir a un túnel de lava, pero ya no hay grupos esa tarde y no queda cupo, por lo que bajamos, huyendo de la niebla, hacia la costa de Lajes do Pico. Lajes es un agradable pueblo, con una gran actividad ballenera (de ver ballenas, no de cazar ballenas).  Tiene un precioso molino de viento, especialmente rehabilitado para hacer estupendas fotos, y unos cantiles volcánicos al fondo muy estéticos. 

Sao Jorge, la extraña isla con forma de puro.

Nos mudamos de isla. A las 8 sale el ferry desde Sao Roque a Velas, en la isla/puro de Sao Jorge. El trayecto son 50 mn. Llegamos a Velas, la ciudad más grande de la isla, y comenzamos a trazar (más o menos) el recorrido que aparece en la guía Bradt. Nos encaminamos al oeste, pasando por Rosais, y luego la Reserva Forestal Sete Fontes. Este tipo de reservas, son unas zonas medio forestales medio jardín, con algunas infraestructuras para el deleite de los isleños. 

Es muy chula, con grandes Cryptomerias (Cryptomeria japónica), un árbol importado que es muy utilizado como fuente de madera en el archipiélago. También hay helechos arborescentes y un estanque con patos hambrientos. Seguimos al oeste, por una pista que nos deja en el extremo más occidental de la isla, Ponta dos Rosais. Allí hay un faro que se dejó de utilizar en los 60 debido a la desestabilización del terreno como consecuencia de los temblores de tierra. Ahora es una zona post apocalíptica, con cierto encanto. 

Muy cerca, hay un puesto de observación de ballenas, de los que se utilizaban en los tiempos de la caza de cetáceos. Un panel explica la manera en que los vigilantes informaban a los barcos de la presencia y posición de ballenas. Para ello, utilizaban telas blancas, fuegos artificiales, y finalmente, radio. Nos acercamos a la Faja Joao Dias, y comenzamos el camino que desciende hasta la Faja (en el mar). Pero no vemos claro si tiene sentido gastar tanto tiempo en ello, y decidimos dejarlo. 

La siguiente parada es en la Iglesia de Santa Barbara, cerca de Norte Grande. Tiene unos preciosos mosaicos (los típicos portugueses, de tonos azules), y un retablo barroco muy chulo.

En Faja de Ouvidor, aprovechamos unas hamacas para hacer una pequeña siesta y de paso unas fotos a unos charranes (Sterna hirundo) que no se asustaban de nuestra proximidad.

Unas rocas junto a la costa generan una suerte de Stonehenge semi sumergido precioso.

Tras un merecido café, recorremos una zona de costa volcánica, que tiene un camino habilitado entre la lava para quien ose darse un chapuzón, Poza Simao Dias. Las formas de la lava y el paisaje son preciosas.

Una de las formaciones más espectaculares que existen repartidas por la costa (y bajo la superficie del mar) son los arcos de lava. Como este en la Faja de Ribeira da Areia.

El mirador de la Faja dos Cubres ofrece una de las mejores vistas de la costa norte de Sao Jorge. Además de verse las dos lagunas litorales de Cubres y Caldeira, ofrece una perspectiva única de los escarpados y verdes acantilados que ocupan todo el norte de la isla.

Nos desplazamos al sur, a la Faja de Vimes. En esta zona de la isla se cultiva café, y aprovechamos para tomar un riquísimo expresso en el Café Nunes. También hacemos un pequeño recorrido que nos acerca a un mini salto de agua y un molino de agua abandonado.

Continuando hacia Manadas, vemos la Iglesia de Santa Barbara, una de las obras maestras del barroco en las Azores. 

La construcción de la Iglesia de Santa Bárbara se remonta a los inicios del poblamiento de la isla de São Jorge. Las rocas actuales de la cantería de la iglesia datan de la edificación original, desde entonces se han realizado varias reconstrucciones y remodelaciones del edificio: el campanario en 1736 y la construcción del cuerpo de la iglesia en 1770. En el interior encontramos una gran riqueza decorativa barroca, a través de sus pilastras, entablamentos y conexiones portal-ventana-nicho, interconectados con paneles de azulejos y varios ejemplos de talla dorada y estatuaria religiosa. Destacamos también varios muebles trabajados por artesanos locales, como el gran banco de la sacristía.

La Faja de Sao Joao tiene un bonito pueblillo, donde haremos una cervecita. Me llamó la atención los dragos repartidos por las escarpadas laderas pobladas de laurisilva.

Topo se encuentra en el extremo oriental de la isla. Junto a su costa, hay un curioso islote de forma redondeada y totalmente plano. Damos una pequeña vuelta por un sendero preparado junto a la costa.

Regresamos a la costa norte, a la Faja dos Cubres. Queremos realizar el camino que une esa faja con la de Caldeira, y ver de paso las dos lagunas litorales. El camino, bastante concurrido, va a cierta altura sobre el mar, entre la laurisilva. Esta muy acondicionado, y frecuentemente pasan quads con turistas. La Laguna de Caldeira es muy estética, y a ello ayuda la presencia de niebla. Le da un punto misterioso muy chulo.

Tenemos el ferry de vuelta a Pico a las 21.30. Cenamos una pizza enorme, un poco estresado por la lentitud del restaurante…. Pero no tuvimos problemas en coger el ferry. 

Faial, la pequeña joya a tiro de piedra de Pico.

Hoy cambiamos nuevamente de isla. Pasaremos el día en la cercana Faial. El ferry sólo tarda 20 mn en llegar a Horta, la capital de la isla. Es una ciudad sorprendentemente grande y bonita para una isla de tan pequeño tamaño. Vamos directamente a Caldeira, que como su nombre indica, es una enorme caldera situada en el centro de la isla. Hay mucha niebla y apenas alcanzamos a ver 10 m. Además, llueve. Visto que no podemos hacer gran cosa por allí arriba, vamos a ver el otro high light de la isla. El volcan Capelinhos se encuentra en el extremo occidental de la isla. 

La Península de Capelo, donde se sitúa el volcán de los Capelinhos, se formó como consecuencia de derrames de lava procedentes de una alineación de volcanes, dispuestos a lo largo de una falla. La isla ganó 2,4 kilómetros cuadrados de superficie y, además de la destrucción de unas trescientas casas de las parroquias de Capelo y Praia do Norte, hubo que evacuar a unas dos mil personas, parte de las cuales emigraron a EE.UU. y Canadá.

El paisaje es alucinante. Hacemos un pequeño recorrido por la zona, y luego visitamos el centro de interpretación. Está hecho a lo grande. Se encuentra bajo el nivel del suelo, por lo que no afea el paisaje. Explica con todo lujo de detalles el origen del volcán, y de paso, refresca conceptos básicos de vulcanología. Una proyección en 3D y un holograma dan un toque exótico y moderno a la muestra. Es muy interesante.

También se visita el faro, desde donde hay unas preciosas vistas. Tomamos el bocata junto al mar, que está plagado de fragatas portuguesas, una peligrosa medusa (Physalia physalises, es en realidad un organismo colonial cuyos individuos se especializan para mantener viva la colonia)

Damos una segunda oportunidad a Caldeira. Esta vez, tomamos la carretera que sube por el oeste, hacia unos repetidores instalados en Cabeco Gordo. Nada, sigue nubladísimo. Como en las alturas no se ve nada, bajamos hacia la costa. Concretamente, a Ponta do Morro, un peñote volcánico unido a la costa por un istmo.

Continuamos al Mirador de Ponta Furada (más arcos). Monte da Guía se encuentra sobre Horta, y tiene unas bonitas vistas de la ciudad. Tiene toda la pinta de ser de origen volcánico (sorpresa).

Damos un paseo por Horta, que está muy animada y decorada con motivos marinos. Nos tomamos una cerveza en un bar de temática oceánica, muy orientado al turista pero muy agradable. Acompañamos la cerveza con una tarrina de queso derretido con miel y frutos secos, estupendo.

De vuelta a Pico

El día amanece sorprendentemente despejado y soleado. El mar está como una balsa de agua, y todo parece indicar que la excursión para ver ballenas será un éxito.

Hemos reservado el avistamiento de cetáceos con Espaco Talassa, en Lajes do Pico. Al llegar, hacen un briefing bastante serio y documentado, en el que explican generalidades de los cetáceos, con especial énfasis en los que esperamos ver. Luego, embarcamos en una zodiac unos 12 turistas, el capi y una bióloga. Nos dicen que, de momento, los avistadores no han avistado ballenas, aunque si delfines.

Tras un buen rato navegando, vemos un primer grupo de delfines pintados (Stenella frontalis). Esta especie, no es muy confiada, y huye de nosotros, exhibiendo algunos saltos increíbles. Estamos muy cerca de ellos. 

Algo después damos con un grupo de delfines comunes (Delphinus delphis), mucho más amigables. Nadan entorno a la zodiac, casi podríamos tocarlos. 

Finalmente, encontramos un grupo de delfines listados (Stenella coeruleoalba). El siguiente grupo de cetáceos que se dejó ver, fue un grupo de ballenas piloto o calderón común (Globicephala melas). Pese al nombre, en realidad son delfines. Tienen unos 4 m de largo y cabeza redondeada. Son mucho más sosegado que los delfines, y nadan lentamente.

Por último, avisamos un grupo de calderones grises (Grampus griseus), residentes fijos en azores. Estos delfines, nacen de color gris. Pero son muy macarras, y pelean mucho entre sí, y con el paso de los años su cuerpo se va llenando de cicatrices blancas. 

Los machos adultos son prácticamente blancos. 

Volvemos a la base a toda pastilla, con el capi fuera de sí, haciendo cabriolas con la zodiac. Una vez allí, nos invitan a un refresco y repasamos luego con la bióloga todos los seres que hemos visto.

Pese a no haber visto cachalotes (que era el plan), ha sido una actividad preciosa, imprescindible si se visitan las islas.

Tras un café, cogemos el coche y nos desplazamos a Madalena. No es una ciudad especialmente bonita, para nada parecida a Horta. Lo que sí tiene es una cooperativa de vinos, donde hacemos una breve cata. Cogemos el avión que nos llevará de vuelta a Sao Miguel. Una vez allí, y tras coger el coche de alquiler en la MUY desaconsejable agencia Ilha Verde, compramos lo imprescindible en el Continente, y vamos a Calhetas, donde tenemos el apartamento. 

Cumpleaños subacuático.

Como cada 1 de julio, tengo la buena costumbre de cumplir años. Mi regalo consiste en un refresco de submarinismo y una inmersión.

El centro que he elegido es Best Spot Azores 5* Dive Center. Esta en la Marina de Ponta Delgada. El refresco, lo hago con un monitor local, y una alumna alemana que viaja sola. Nos explica detenidamente la preparación del equipo, y nos sumergimos en una zona de baño cercana al puerto. El agua está muy fría y bastante turbia. Pronto me acostumbro a las cuestiones básicas, sobre todo la flotabilidad y compensar la presión de los oídos. No hay mucho que ver por allí, el fondo está sucio y no es un lugar especialmente agradable. Pero hemos venido aquí a practicar, a disfrutar toca después. Aun así, vemos un mero y un pez tipo pez loro, rojo, muy bonito. Además, había peces sosos tipo obladas, sargos, etc.

Tras el refresh, tomamos un café y preparamos todo para la siguiente inmersión. Ha cambiado el monitor, ahora es Silvia, una alicantina de Ciencias Ambientales. Salimos en la zodiac, con buena mar pero muy tapado (llueve a ratos). El lugar de buceo es Willy Wonka. Esta cerca de la costa, al este de la marina. Bajamos por el cabo del ancla, y pronto nos damos cuenta de la gran visibilidad que hay. El azul es espectacular. El objetivo es atravesar unos puentes de lava sumergidos, igual que los que tan a menudo hemos visto fuera del agua. Silvia busca bichos con una linterna en cada agujero, y logramos ver un par de morenas, una langosta (creo) y una vaquita. El agua está bastante fría (17º), y entran tiritonas. Bajamos hasta 18 o 19 m. Ha sido una magnífica inmersión, y estoy muy contento del regalo. Gracias Ester¡¡

Explorando Sao Miguel

Para variar, el tiempo es incierto. Desde Calhetas, tomamos la carretera al oeste, hasta el mirador de Piedras Negras, donde vemos los consabidos túneles de lava.

Nos venimos arriba y decidimos ir al centro de la isla, al Mirador de Pico Carvao. Fracaso absoluto. La niebla es espesísima y llueve. Paramos a ver un acueducto antiguo. 

Es alucinante la cantidad de vegetación que ha crecido sobre él, prácticamente es imposible divisar nada de roca. Siguiente parada en Lagoa do Canario. Tampoco se ve nada, aunque el camino por el bosque de Cryptomerias es muy chulo. 

Queremos ver las afamadas lagunas de Sete Cidades. Y el resto de los turistas de la isla, también. Lo cierto es que Sao Miguel es, de largo, la más turística de las islas, y además, abunda el turismo enlatado (grandes autobuses llenos de gente ávida de hacerse fotos frente a cosas). En el Miradouro da Vista do Rei, es la apoteosis de este tipo de turismo “de calidad”. No se divisa nada de Sete Cidades desde el mirador, pero sí un hotel o urbanización abandonado, que está siendo engullido por la selvática vegetación.

Desde el Miradouro do Cerrado das Feiras sí alcanzamos a ver Sete Cidades. 

Descendemos hasta las famosas lagunas, que actualmente ocupan la caldera de un antiguo volcán. Reconozco que el sitio es bonito, pero al no ver el conjunto de la caldera, y dada la afluencia de turistas, el lugar carece de cualquier encanto. 

Supongo que la cosa cambiaría, y mucho, si el tiempo fuera algo mejor, y se pudiera recorrer alguno de los múltiples senderos que discurren por la caldera.

Vemos la iglesia de Sete Cidades (city) y continuamos hacia la costa, a ver si la cosa está más clara. El Farol da Ferraria es tan bonito como el resto de faros que hemos visto hasta ahora, con la torre pintada de rojo. 

En Ponta da Ferraria hay unas piscinas naturales, similares a las que hemos visto (un lugar junto al mar, más o menos cerrado, pero que permite la entrada del agua marina). La parte original de estas es que el agua marina está caliente… Siempre y cuando no haya muchas olas, que no era el caso. El día es muy desapacible y no apetece probarlo.

En Ponta do Castelo admiramos dos formaciones rocosas a varios cientos de metros de la costa  (ver foto de la cabecera de esta entrada)

Hemos localizado un sitio que tiene buena pinta para cenar, se trata de una cooperativa agraria que tiene un restaurante. La Associação Agrícola de São Miguel es bastante grande y está muy concurrida. Resulta un lugar modernillo, pero sin llegar a ser pijo. Y la especialidad es la carne. Nos pedimos una hamburguesa guisada al vino para dos (la cual SÓLO es para mí), y un steak con queso de la isla. 

Los postres, espectaculares. Ha sido una buena guinda para el día.

El día siguiente amanece de nuevo muy nublado y con lluvias intermitentes. Nos acercamos a una plantación - fábrica de té cercana, Cha Garreana

La visita es libre y gratis, y en ella pueden verse las máquinas que se hacían servir hace varias décadas para procesar el producto. Además, hay una zona de barra libre de té.

Damos un paseo por la plantación, muy curioso ver un paisaje tan asiático en un país europeo.

El resto de día nos lo pasamos intentando dar con las zonas donde haya menos niebla, básicamente conduciendo por la costa de mirador en mirador. Descartamos totalmente la parte alta de la isla. En el Miradouro do Salto da Farinha hacemos un pequeño recorrido que pasa por el salto de agua, y un espeso y húmedo bosque de niebla. 

Luego, nos desplazamos a Achadinha, donde hacemos otro camino al Pozo Azul, una pequeña y estética lagunita de ese color.

Otro de los “must see” de la isla es el Parque Natural da Ribeira dos Caldeiras. Es una zona muy acondicionada y rabiosamente turística donde se encuentran varias cascadas y un sistema de molinos de agua escalonados muy interesante. 

Aprovechamos para hacer un caminito que lleva a otra  cascada, muy agradable.

Tras el bocata, salimos hacia Nordeste, que es el nombre de un pueblo. Una empinadísima carretera lleva al Farol, situado en una bella zona de costa. 

Toda  la costa está a plagada de Miradouros, en los cuales vamos parando: Punta del Sosiego, Ponta da Madrugada y otros muchos.

Llegamos a Povoação, que es una de las primeras poblaciones fundadas en Azores, allá por 1427.

 Por lo demás, es un pueblo de aire algo playero, cosa que no sucede habitualmente en el archipiélago.

Furnas es otro de los lugares superfamosos de la isla. Se trata de una zona termal, con muchas fumarolas o calderas. 

Es típica la cocina volcánica, una suerte de segundo de cocido que se hace enterrando la cazuela en el hirviente suelo.



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