Fin de año en el Ulster

Irlanda del Norte es uno de esos lugares que arrastran una sombra muy oscura. Lo que ha ocurrido en esta tierra es una pesada carga con la que los norirlandeses deberán lidiar por muchos años.



Sin embargo, Belfast es también la muestra de que, a persar de los pesares, la convivencia es posible.

¿Por qué Irlanda del Norte?


Dos motivos nos hicieron decidirnos. Por un lado, habíamos oído que Belfast era una ciudad con mucha vida “de pub” y pocos turistas, ideal por tanto para Noche Vieja. El otro motivo fue la famosa Calzada de los Gigantes, un Patrimonio de la Humanidad al que teníamos ganas desde hace tiempo.

Cosas que vimos.

Belfast


Aparte de los pubs y la vida nocturna, Belfast alberga algunos rincones interesantes y en ocasiones, sobrecogedores.


El conflicto armado, “The troubles”, hundió la región en una guerra de facto entre los protestantes Unionistas, partidarios de preservar los lazos con UK y la minoría católica, que pedía la idependencia o integración en Irlanda. El resultado de este largo conflicto fueron más de 3.500 muertos y una sociedad a la que costará mucho reconciliarse.


Una de las consecuencias de “Los Problemas” fue la proliferación de graffittis en algunas zonas de la ciudad, especialmente en Falls Road, en el barrio católico y Shankill Road, el barrio protestante.


No dejan de ser bellas cicatrices de un pasado no tan bonito.


Para llegar hasta el inicio de los murales en Falls Road, deberemos dirigirnos hacia St. Peters Cathedral, donde se encuentra el conocido como muro internacional.


Uno de los lugares más visitados del barrio católico es la sede del Sinn Fein, el brazo político del IRA. En su muro exterior hay un mural pintado con el retrato de Bobby Sands, el líder del IRA en 1981 que murió en una huelga de hambre de 66 días a los 27 años de edad.


Otro aspecto de Belfast que ha hecho famosa a esta ciudad es también bastante sombrío.


En los astilleros de Harland y Wolff Shipbuilding, se construyó el crucero más famoso de todos los tiempos, debido a su dramático hundimiento, pocos días después de su inauguración.


El Titanic es uno de los iconos de la ciudad, y para su memoria y conocimiento se ha construido un museo, el Titanic Belfast.


Y por supuesto, los pubs, las pintas y la música.


No sé si tenemos mucho en común con los irlandeses, pero de lo que estoy seguro es que en lo que a sociabilidad se refiere, los mediterráneos estamos a la par.

De camino a la Calzada de los Gigantes


Para ir a la afamada Giants Causeway, tomamos la carretera que va por la costa. En Carrickfergus y su fortaleza junto al mar recibimos los primeros rayos de sol.


Glenarm merece un (pequeño) paseo.


Igual que Glenariff, una zona boscosa elevada con bonitas vistas y paseos.


Otro lugar digno de ver en el camino es el Castillo de Kinbane, situada en una fotogénica península.




Giants Causeway


Cuenta la leyenda que había dos gigantes, uno de Irlanda (Finn) y otro de Staffa (Bennandoner), que se llevaban muy mal y continuamente se tiraban rocas. De tanto tirar rocas se formó un campo de piedras sobre el mar.


El gigante escocés decidió pasar el camino de rocas y derrotar a su adversario, pues éste era más fuerte que el otro. La mujer del gigante irlandés (Oonagh) vio cómo venía el gigante escocés, así que decidió vestir a su marido de bebé. Al llegar el escocés y ver que el bebé era tan grande, pensó que su padre sería el triple de grande, así que huyó pisando muy fuerte las rocas, para que se hundieran en el mar y que el otro gigante no pudiera llegar a Staffa (Escocia)


La otra versión es que se trata de columnas basálticas, provenientes de un cráter que por allí había, hace 60 millones de años.


El resultado de ello (de la guerra entre gigántes o del cráter, como se prefiera), unido a su localización junto a los acantilados, es uno de los paisajes más extraños y bello que podemos encontrar en Europa.

Brú na Bóinne y Newgrange


De regreso a Dublín, paramos en esta necrópolis neolítica, que en cierto modo, tiene un aspecto futurista.


Una de las cosas que más sorprende de este complejo, es su situación temporal. Está datado en el año 3.200 AC, mil años anterior a Stonehenge y unos 600 más antiguo que las Pirámides de Egipto.


El complejo arqueológico de Brú na Bóinne consta de tres yacimientos:  Newgrange, Knowth y Dowth. Nosotros sólo visitamos el primero, que es el más espectacular.


Se trata de un túmulo de 80 m de diámetro y 13 de altura en el interior del cual hay una tumba neolítica.


A dicha tumba, se accede por un estrecho corredor. Durante el solsticio de invierno, el sol entra por el largo corredor hasta el interior de la tumba.
El tallado de las piedras es espectacular, y algo hipnótico.


En el interior, no se pueden hacer fotos. Resulta sobrecogedor (aunque algo efectista) la recreación mediante una luz artificial de la iluminación de la tumba en el solsticio de invierno.

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