Creta en temporada baja

En 1878, un comerciante cretense llamado Minos Kalokairinos vendió algunos objetos que él mismo encontró en Creta a coleccionistas y buscadores de tesoros. Uno de estos objetos fue una piedra inscrita que fue a parar a manos del arqueólogo británico Sir Arthur Evans, en 1893.



Además, a finales del Siglo XIX se sabía, gracias a la tradición literaria de la Antigüedad, que a lo largo del II milenio a.C. la isla de Creta había acogido un poderoso reino, según Tucidídes incluso un imperio con proyección marítima. Evans unió cabos, y haciendo uso de una determinación extraordinaria, descubrió una de las civilizaciones más enigmáticas del mundo antiguo.

Nuestra visita a la isla, en diciembre de 2022, nos brindó la oportunidad de visitar alguno de los sitios arqueológicos más relevantes del mundo en, si dejamos aparte los gatos, una completa soledad. Pero también, nos permitió conocer la Creta de verdad, la de los griegos que la habitan y disfrutan del ritmo de vida mediterráneo en esta preciosa isla.

Por qué Creta?

Dos motivos principales nos llevaron a esta isla. Por un lado, el legado de una civilización de la cual hay más dudas que certezas, y que resultaba, en cierto modo, anacrónica si la comparamos con el desarrollo otros pueblos europeos coetáneos. El poder (como ya sabíamos) que en esta época del año los principales lugares arqueológicos estaban casi desiertos, apuntaló nuestro deseo de visitar Creta. El otro motivo fue la parte natural. Al fin y al cabo, Creta es una de las islas más montañosas del Mediterráneo, y eso genera una extraordinaria variedad de ecosistemas y paisajes. Y además de todo lo anterior, amamos Grecia.

Nuestro itinerario.

Creta es una isla francamente grande.  Posee una superficie de 8300 km² y una costa de 1040 kilómetros de longitud, siendo la quinta en tamaño en el Mediterráneo. Siendo así, y disponiendo sólo de 9 días (7 efectivos), estaba claro que nos ibamos a dejar bastantes cosas en el tientero. Aun así, podemos darnos con un canto en los dientes, ya que sólo dejamos de explorar el este de la isla


Cosas que vimos

La Canea, Garganta de Imbros y el museo de la roña.

La Canea, está situada en el lugar donde se ubicaba un asentamiento cuyos restos incluyen materiales de todas las fases del periodo minoico. Sufrió una destrucción hacia el año 1450 a. C. pero luego, a partir de 1400 a. C., coincidiendo con el auge de la civilización micénica volvió a florecer hasta otra nueva destrucción. 


La ciudad de hoy en día no decepciona, el puerto es magnífico y vemos la izada de la bandera (8 AM). Empezamos a ver los primeros gatos y está imagen nos acompañará el resto del viaje (junto a las cabras y rebaños de ovejas😅). Alguna de las iglesias lucen campanarios parecidos a los minaretes. Sin embargo, no tienen ninguna conexión con el Islam ni se usaron como minaretes para el llamado a la oración. De hecho, estas iglesias fueron construidas mucho antes de que los otomanos tomaran el control de la isla y establecieran el Islam en Creta.

Salimos de la ciudad hacia la Garganta de Imbros. Paramos en un mirador, con unas vistas espectaculares del la fortaleza de Askyfou

De camino, vemos unos carteles cutres, agujereado por impactos de bala que señalan el Museo de la WWII (Askyfou). 

Más por curiosidad que por otra cosa, seguimos la señales hasta llegar al mueso o en cuestión. Se trata de una casa "normal" en cuya terraza se amontonan cientos de piezas de artillería, munición y otros artefactos que tienen en común dos cosas: haber tomado parte en la WWII, y estar totalmente roñosos.

Debería ser obligatoria la vacuna del tétanos para entrar. Al poco de acceder a la terraza, aparece el propietario de la misma, un señor griego que apenas habla inglés. Nos cobra 5€ por entrar. Las explicaciones que da son más confusas que otra cosa, pero parece claro que la colección la empezó su abuelo, continuo su padre y él es ahora el encargado de continuar con la tradición familiar. 

En una sala de la casa, nos muestra cientos de items menos oxidados: ametralladoras M40, cajetillas de tabaco, parafernalia nazi y un montón de cosas curiosas e inexplicablemente en manos de un paisano con muchas ganas y pocos medios.

La Garganta de Imbros, es mucho menos popular que Samaria, uno de los principales highlights de la isla y, si hago caso a un amigo con buen criterio, totalmente injustificado. Aparcamos en una taverna, a más o menos 1,5 Km del arranque oficial en Imbros. Los primeros kilómetros nos parecen chulos, pero para nada una garganta (como mucho, un valle angosto). 

Hay muchos cipreses, y en general todo está bastante verde (en contraste con el marrón que, seguro, es el color dominante en el verano). No hay absolutamente nadie. Pasados unos 2 Km, el valle se estrecha extraordinariamente en la parte más cercana al lecho (sin pizca de agua, por cierto). 

Si bien las paredes no alcanzan una gran altura, la amplitud en la base (no más de 3m) la hace bastante espectacular. 

El camino continúa por unos 7 Km, pero dado que el tiempo apremia, y parece que lo más bonito y espectacular ya está visto, decidimos regresar. Mientras tomamos un tentempié, pasa un grupo de americanos con guía, únicos bípedos con los que coincidimos en la garganta. El recorrido que hemos hecho es de 9 Km (350 m de desnivel). 

Una vez en el coche, continuamos al sur, hasta llegar a Hora Skafion, un pueblillo de la costa en el que aprovechamos para tomar una Coca-Cola y una especie de quesadilla con queso feta y miel, muy rica y que es típica del sitio. 

Continuando por la costa, llegamos a la fortaleza de Frangokastello. Está cerrada, pero desde el exterior tiene el típico aspecto de los castillos o fortalezas árabes. 

Siguiendo hacia el este, pegado al mar, nuestra siguiente parada es el Monasterio de Prebeli. Nada más aparcar y abrir la puerta del coche, un gato se abalanza sobre Ester. Quiere mimos, y los quiere ahora¡

El monasterio en cuestión está cerrado, pero pasearse por el recinto, sin entrar a las estancias. Hay un montón de gatos habidos de mimos que hacen las delicias de los escasos visitantes.

Continuamos hasta Retino, donde tenemos reservado un apartamento, Archontiko Old Town Suites (60€). Nos ha recomendado Nikos (el griego que trabaja conmigo) un par de sitios que no logramos encontrar. Finalmente vamos a otro, recomendado por la Lonely. Muy bueno. 

A la mañana siguiente, damos una vuelta por la ciudad, a ver si gana o pierde con la luz. Gana, sin duda.


De Retino a Heraklion

La primera parada es en el Monasterio de Arkadi. Arkadi fue un centro activo y un importante foco de la resistencia contra la ocupación otomana, motivo que lo hizo célebre. Durante la revuelta de Creta de 1866, 943 griegos encontraron refugio en él: de los resistentes, la mayoría eran mujeres y niños.

Después de tres días de lucha, y bajo las órdenes del superior del monasterio, los cretenses hicieron estallar los barriles de pólvora que tenían almacenados, prefiriendo el sacrificio antes que la rendición. Todos, menos un centenar, murieron en el asalto. Unos 1500 turcos y egipcios murieron también en la batalla.

El monasterio es hoy un santuario nacional en honor a la resistencia cretense, y cada 8 de noviembre se conmemora la tragedia en Arkadi y Retino. La explosión no puso fin a la insurrección de Creta, pero atrajo la atención de Europa sobre su lucha de su pueblo por la independencia. Llegamos antes de que abrieran y nos acercamos al osario (con los cráneos a la vista). Cuando abren las puertas, estamos totalmente solos. El recinto en sí está bien, pero tiene un interés limitado si no eres griego y no has iteriorizado profundamente el sentimiento patriótico heleno.  

Estamos haciendo, más o menos, el recorrido en coche que recomienda la Lonely Planet. El siguiente lugar es Thronos. No hay gran cosa, pero aprovechamos para dar una vuelta y tomar un café en una Taverna local. La señora nos enseña unas liras que ha hecho su marido y que toca su nieto. Fabricadas con madera de avellano, son preciosas. Lástima que no estén e la venta. Continuamos a Gerakari 


Allí tan sólo vemos la iglesia, (más carreteras estrechas y con rebaños de ovejas😅) y luego a Apodolou, donde visitamos una ruinas minoicas.

No hay nadie, y la puerta de entrada está toscamente atada con cuerdas. Hay restos de muros que indican más o menos las plantas de las casas, pero poco más.

Encuentro en el suelo un trozo de vasija muy antiguo. Lo tomo en mis manos y me pregunto dos cosas: a) si es minoico, es decir, con más de 3.500 años de antigüedad, y b) cómo puede ser que esté tirado en el suelo, a mi alcance o al de cualquiera que sepa deshacer un nudo llano. 

Visitamos una pequeña ermita con frescos(Saint Georgios) muy antiguos e igualmente abierta a cualquiera que por allí pase.

Tomamos un café en Fourfouras e intentamos encontrar la basílica Bizantina, al final la vemos sólo de lejos.  Salimos deApodolou, y continuamos hasta Monastiraki. Buscamos otro asentamiento minoico, paramos en un parking, y una señora que está tendiendo la ropa nos da a entender que nos puede abrir y, ya de paso vender, las entradas. No sé si interpretar lo de esta señora como un esfuerzo del gobierno griego para involucrar a la población local en el cuidado del patrimonio histórico, o como una chapuza administrativa. Algunos muretes testimonian la presencia minoica, mientras el sol de la tarde tiñe de ocres las montañas cercanas.

Por último, visitamos Amari, una villa con casas venecianas y una estética torre de campanario.

Llegamos a Margarites ya tarde. Este pueblo, saturado en temporada alta, es famoso por su orfebrería. Sin apenas visitantes en diciembre, visitamos algún artesano que nos muestra su originalidad y pericia con la arcilla. Acabamos comprando un imán en forma de casita y un caracol. 

Ya sin luz, continuamos a Heraklion. El camino representa bastantes kilómetros de carreteras de curvas, sin apenas coches. Llegamos algo cansados a Veneziano Boutique  Hotel (51€) .La habitación da directamente a la calle (parece la entrada a una casa "normal"), pero el interior es muy coqueto. 

La ciudad, capital de Creta, resulta algo más sosa de lo que a priori imaginamos. Vamos a cenar al restaurante más popular, el Peskesi, donde saboreamos un espectacular cordero (como los que hemos visto corretear a cientos durante todo el día). Mientras cenamos, llueve a cántaros. Para bajar la cena, damos un paseo hasta el puerto veneciano, el más feo de los tres que hemos visto hasta ahora. 

El Palacio de Knossos, la joya arquitectónica de la Civilización Minoica

Hoy es martes, y el Museo Arqueológico está cerrado. Vamos al complejo palaciego de Knossos, gentileza de Mr. Arthur Evans.

Situémonos. El enorme complejo palaciego se construye en el año 2000 AC. Una curiosa simetria: ha transcurrido casi el mismo tiempo entre la construcción del palacio y el nacimiento de Cristo que entre el nacimiento de Cristo y la actualidad. ¿Qué pasaba en el mundo en el Siglo XX AC? En Europa, unos hombres erigían un corro de rocas en Stonehenge. En la Península Ibérica, se introdujo la metalurgia, y se desarrolló el megalitismo. En Creta se erigía un Palacio de dimensiones y complejidad técnica que podría considerarse como anacrónica.

Este lugar tiene una relevancia extraordinaria derivado de la historia que contiene, pero también por la de su descubridor - y artífice de alguna que otra tropelía -, Mr. Evans. Supongo que alguien que no se  moleste en leer los carteles informativos, o una buena guía de viaje, quedará desconcertado por alguno de los "atrezzos" que Mr Arthur Evans llevo a cabo.

Lo mejor de esta visita ha sido la posibilidad de ver todo prácticamente solos, disfrutando de la compañía de los inevitables gatos y de algunos grupos dispersos con los que no coincidimos en ningún momento.

Una vez fuera del recinto, vamos a hacer un pequeño recorrido por la región vinícola de la isla, la llamada Wine Country según la guia Lonely Planet. La primera parada es en un curioso y estético acueducto.

Continuamos el recorrido de la LP, pasando por Arhanes, para luego detenernos en una bodega, Lyrarakis

Un guapo griego nos explica cosas de vinos, y hacemos una cata de 5 de ellos (10€). Las bodegas están en un lugar precioso, con las montañas al fondo y merece mucho la pena parar y probar los vinillos locales. En cuanto a la calidad de los caldos, digamos que estamos demasiado bien acostumbrados a los vinos de nuestra tierra, y es complicado encontrar vinos que nos emocionen fuera de casa.

Tomamos rumbo al Plateau de Lasithi. Subimos un puertecillo rodeados de un paisaje kárstico muy austero. Hay ovejas y cabras por todas partes. Una vez superada esta línea de montañas, se divisa el plateau, una extensión verde y totalmente plana, salpicada de pueblecillos. 

Es un sitio bonito. Pero en la época veneciana, debía ser espectacular con sus más de 20.000 molinos de viento extrayendo agua del subsuelo. Paramos en un pueblo, Agios Georgios. Estamos a 900 m y hace fresco. Entramos en una especie de bar, atraídos por la propietaria, una griega de las de libro: vestida de negro y con muchas arrugas en su cara. Habla algo de inglés y nos cuenta lo duro que es la vida por allí sobre todo si eres viuda y los hijos están lejos. Nos regala unas nueces y no quiere que nos vayamos.

Tomamos un café, y nos ofrece un bizcocho para acompañar. Abandonamos el plateau superando otra hilera de montañas, está vez hacia el este. Nos dirigimos a Agios Nikolaos, en la costa. Tomamos posesión del apartamento, The Holiday Studyo (47€). Salimos a dar una vuelta, pero percibimos algo raro en el ambiente: hay bastante gente por las calles, pero todos los comercios están cerrados.

Pensamos que es debido a que estamos fuera de temporada… Pero no, resulta que justo hoy es el Santo Patrón. Mala pata. Preguntamos en una agencia y un hotel por los barcos a Spinalonga. Según coinciden, no hay en esta época del año. Nos quedamos sin visitar la famosa leprosería. Aprovechamos para ver lo poco de interesante que tiene esta población eminentemente playera, y volvemos a casa.

El Sur de la isla

Dejamos el apartamento, y enfilamos a Kritsa, en cuyas cercanías se encuentra el yacimiento helénico de Lato. Como siempre, estamos totalmente solos. La ciudad, situada sobre una colina, es del siglo 3-4 AC, moderno si lo comparamos con los Minoicos. 

El lugar presentaba una gran fortificación con murallas dobles. La puerta principal tenía tres entradas que daban a dos patios interiores con lo que se conseguía tener un fuerte control sobre los accesos a la ciudad. Al menos tres grandes torreones se erigían en el lugar que le convertían en una verdadera fortaleza inexpugnable. 

Destaca el antiguo teatro, que en tiempos fue un complejo monumental con capacidad para 350 personas.

Justo antes de la ciudad de Kritsa, hay un espectacular cañón, La Garganta de Kritsa. Aparcamos el coche en un olivar - toda esta parte de la isla lo es -, con la idea de, tan solo, asomarnos al congosto.

Seguimos un camino perfectamente marcado. El cañón resulta mucho más espectacular de lo que esperábamos, de hecho, nos gustó muchísimo más que la renombrada Garganta de Imbros. 

Hay algunos pasajes con cuerda, y escalones, pero en general es muy tranquilo. Decidimos completar el recorrido de 5 km que aconseja la guía. Una vez fuera de la parte más angosta, se sale del cauce, regresando por fuera de él. En total, 4,6 Km, y 140 m de desnivel. 

Ya de regreso al coche, conducimos la poca distancia que queda hasta la población de Kritsa - parece un pueblo de Jaén - y tomamos un rico frappe. Muy caro, por cierto... 

La siguiente parada es la bella Iglesia de Panagia Kera, muy cerca de Kritsa. 


Esta pequeña Iglesia del S XIII alberga los frescos bizantinos más antiguos de la isla y también de los más bellos. Estamos (ohh sorpresa¡¡) completamente solos.

Siguiente parada, Kalamafka. La principal, si no única atracción de este pueblo, es la pequeña ermita: gruta de Timios Starvios. Está situada en un pináculo de roca caliza, al que se accede a través de 220 escalones. Las vistas del pueblo, recompensan.

Sarakinas Gorge esta algunos Km al sur. Esta garanta está horadada por un curso de agua "con agua". Una excentricidad en esta isla de geología caliza y clima seco. No puede profundizarse demasiado en ella, debido a los continuos vadeos necesarios. Pero al menos la primera parte es espectacular, con unos farallones de roca naranja preciosos.


Continuamos a la ciudad costera de Myrtos, cuyo principal atractivo es el yacimiento de Pyrgos. Pese a las escasas indicaciones, llegamos al pequeño yacimiento, en la cumbre de una colina. 

Se accede por un sendero en mal estado. Toda la zona está llena de fragmentos de cerámica, probablemente sin ningún valor, pero que dan que pensar…. El minoico que las modeló lleva más de 3500 años muerto.

Visitamos el pueblo, que es el típico sitio playero (desierto en diciembre), hacemos algo de compra y vamos del tirón a Mires, donde tenemos reservado un apartamento (Arismari 50€). No es que sea un lujo, pero suficiente. Llueve bastante cuando llegamos, y la ciudad nos parece algo hostil. Pero al día siguiente, vemos que es una ciudad normal, de paso.

Phaestos es el segundo complejo minoico en importancia de la isla. Cuando lo visitamos, no hay absolutamente nadie... Descontando a un gato que nos acompaña desde la entrada hasta que salimos.

 Pacientemente, nos espera en cada cartel informativo, demandando cada poco sus merecidos mimos. 

El asentamiento está especialmente bien explicado en los paneles informativos. Su ubicación, con unas vistas preciosas, el hecho de que haya llovido abundantemente, y la soledad hicieron de esta visita un auténtico placer.

El cnocido como Palacio viejo, como el de Knosos, fue construido hacia el 2000 a. C. y estuvo en uso hasta el 1700 a. C., cuando fue destruido por el fuego. Sobre sus ruinas se construyó el Palacio nuevo que fue destruido a mediados del siglo xv a. C. como otros muchos palacios minoicos.

El siguiente asentamiento minoico, también de mucha relevancia, es Agia Triada. También en absoluta soledad, damos una vuelta por este asentamiento, en el que también hay una pequeña iglesia bizantina.

Continuamos ruta, y nos detenemos en un bonito monasterio, Moni Panaya Odegetria, en Sivas, donde como era previsible, encontramos gatos y monjes. Tiene alguna torre defensiva de tiempos otomanos muy bella, la cual se ha incorporado al recinto monacal.

Desde el monasterio, parte una pista aceptable hacia la garganta de Agio Farango. Tras unos cuantos Km, en un ambiente que nos parece más marroquí que griego, llegamos a una valla con muchas cabras deseosas de salir en el otro lado. Dejamos allí el coche y continuamos a pie. Todo está lleno de cabras. Hay carteles advirtiendo del riesgo que supone aparcar bajo los árboles, ya que los caprinos se subirían al techo del coche sin durarlo para llegar a las ramas.


 La garganta es muy amplia, con una rambla central donde crecen adelfas y los consiguientes cantos rodados. Las paredes a ambos lados son muy verticales, y hay vías de escalada por todas partes (aunque no escaladores). Llegamos a la iglesia que da nombre a la garganta. Allí tomamos el bocata y continuamos hasta la costa. 


Es una playa de guijarros muy chula, en la que NO estamos solos (hay una pareja hippiosa extranjera). Volvemos por el mismo camino.

La siguiente parada es Matala. Matala es un pueblo playero, destino hippie por excelencia. Ahora está medio desierto, aunque encontramos gente en alguna de las tavernas. Las paredes de arenisca que cierran la bahía donde se encuentra la playa están llenas de cuevas, utilizadas ya en tiempos prehistóricos, así como por los romanos para realizar enterramientos. 

Mas recientemente, fue la comunidad Hippie la que se ocupó de habitarlas. Intentamos localizar unos restos que aparecían en la guia, cerca de Matala. No tenemos éxito, pero como recompensa vemos un paisaje precioso desde las alturas.

Aprovechamos las últimas luces buscando unas tumbas minoicas, Kamilari Tolos. No resulta nada fácil, y terminamos por una pista chunguilla y caminando apresuradamente entre los olivos para poder ver el yacimiento con luz. Merece la pena. 

La puerta se abre deshaciendo un nudo, y pueden verse unas estructuras circulares bastante bien conservadas.

Ya de noche llegaremos al coche, y volvemos del tirón a Heraklion. Tenemos reserva en el Infinity Hotel (39€ con desayuno). La ciudad está animadísima, y todas las terrazas, petadas. 

El Museo Arqueológico de Heraklion

Hoy toca ver los hallazgos de valor encontrados en los yacimientos que hemos visitado todos estos días. El Museo Arqueológico de Hiraklion exhibe una impresionante colección de restos que abarca desde la prehistoria hasta Roma, con especial énfasis en el periodo minoico. Alguna de las piezas, son impresionantes, como el colgante de oro con dos abejas, las diosas de las serpientes o el misterioso disco de Phaestos. Los paneles informativos son magníficos. 



Una reconstrucción del Palacio de Knosos, en madera, ayuda a visualizar como era el complejo palaciego. Impresiona pensar que fue construido hace unos 3500 años.

Apenas hay visitantes en el museo, más allá de algunos grupos de escolares. Lástima que la ausencia de público hace que una buena parte de las salas de la segunda plana (periodo helenico) permanezcan cerradas. Pero la parte más interesante la hemos podio visitar a placer.

Cogemos el coche, y nos dirigimos a Anogia, un pueblecillo de las montañas en el que se perpetró una masacre durante la WWII. Al ser un centro de la resistencia, los nazis ordenaron destruir la población y matar a todos los hombres susceptibles de luchar. Muy majetes.

Argiropouli, bastante más al este, de camino a Hania, es nuestra siguiente parada. Un pueblecillo simpatico, en cuya parte inferior hay una zona de manantiales chula, suponemos que muy fresquita en el verano. Ya con las últimas luces del dia, visitamos unos enterramientos romanos realizados en unos pequeños nichos o cuevas excavados en la roca. 

Visto esto, tiramos a Hania, donde hemos reservado dos días un apartamento muy chulo, Irene Masionettes. Cerca del centro, pero en un lugar tranquilo, nos costó sólo 67€ los dos días. 

Oeste de Creta

Hoy toca explorar el extremo oeste de la isla. La isla de Creta tiene dos peninsulas en la costa norte. En principio las queríamos visitar, pero según parece, las pistas de acceso son realmente malas y no nos arriesgamos. Vamos al Parque Botanico, cerca de Fournas. Lo están reformando, y está todo manga por hombro. Afortunadamente, el gerente del parque está por allí, y nos deja realizar la visita gratis, pese a estar cerrado al público.

El parque o jardín se extiende por la umbría de una montaña, y en él se cultivan árboles y arbustos de todo el mundo. Tal y como nos explicó el gerente, han dado mayor relevancia a las especies frutícolas. Pese al estado en el que se encontraba (sin mantenimiento alguno, al fin y al cabo se encontraba cerrado), disfrutamos mucho del paseo. 

Lo único que vimos mejorable, es el poder vincular más fácilmente los carteles con la especie de la que se hace referencia, ya que muchas veces están muy juntas. 

Paramos a comer el bocata en una iglesia con unas vistas estupendas, y continúanos el recorrido de la LP hacia Lakki. No tiene mucho más que una iglesia chula (aunque cerrada), en un enclave muy bonito.

Llegamos por unas carreteras de montaña estupendas a la archi famosa Garganta de Samaria. Está cerrada en invierno (cosa con la que ya contabamos), pero desde la entrada se puede disfrutar de unas vistas preciosas de enormes paredes calizas, y al fondo el Monte Ida, máxima altura de la isla, nevado.


Agia Irini Gorge es, según la guia, una buena alternativa a Samaria. La recorremos por un par de kilómetros, pero no queremos invertir mucho más tiempo - nos queda mucho que ver -. Si bien el sector que vimos no se corresponde garganta como tal, el paisaje con plataneros musgosos y otras especies caducifolias, nos encantó.

Más al sur, llegamos al mar en el pueblo de Palochora. Había más gente de la que esperábamos. Tiene una bonita iglesia, una ciudadela, y una playa que es la que da fama a esta población. Compramos unos dulces tipo baclava con chocolate impresionantes.

En el extremo sur oeste de la isla, está el pueblo de Elfosini. Cerca de él, se encuentra el Monasterio de Hrysoskalitissas. Está cerrado, pero unos gatitos nos hacen los honores y nos acompañan en la visita extramuros. 

Cerca de Elfosini se encuentra una de las mejores playas de la isla. Hay mucho viento, y disfrutamos viendo a un par de windsurfistas. Una especie de laguna conectada al mar abierto por una zona de poca profundidad da el toque diferencial a esta playa.


Regresamos, ya con poca luz, y sin mucho tiempo para ver nada más. Hania queda a 1,5 horas.

En resumen…

Viajar a Creta fuera de temporada, tiene ventajas e inconvenientes. Puedes encontrarte solo o casi solo en lugares donde, en otros momentos, hay verdaderas hordas de turistas. Con tan poco público, se disfruta a tope de los centros arqueológicos, museos y las atracciones naturales. Por el contrario, algunas importantes visitas no pueden realizarse, las iglesias están cerradas (algunas, no todas) y no todas las tavernas y restaurantes funcionan. Tuvimos la suerte de que las semanas anteriores a ir, llovió mucho. Eso provocó que la isla estuviera muy verde, nada que ver con el tono ocre del verano. 

Algo que nos sorprendió gratamente, es la vida que hay en los pueblos y ciudades - salvo los lugares eminentemente playeros -. Los pueblos del interior se presentaron muy bulliciosos, también por estar en plena recogida de la aceituna. Y las ciudades grandes (Hiraklio, Hania y Retimno) tenían un ambientazo, con las terrazas abarrotadas y las calles llenas de gente paseando. Y sin un turista.

Nos ha sorprendido el alto precio de todo (salvo el alojamiento, que ha resultado muy barato). Los bares y restaurantes son bastante caros, especialmente el café y las cervezas. Y respecto a los griegos, el hecho de que no haya turistas ayuda a que te traten con especial atención. 

Nos quedó pendiente de visitar el extremo este de la isla. Se queda para la siguiente, junto con los yacimientos, iglesias y rutas que no hemos podido hacer por estar cerradas o por falta de tiempo. 







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