OMAN

Imaginemos una región con una superficie  de 309.000 kilómetros cuadrados. En esa vasta porción de tierra conviven ciudades futuristas con interminables desiertos, playas prístinas y cañones tan profundos como el Gran Cañón del Colorado. Unamos a todo ello un legado histórico artístico notable.... ¿Podríamos pensar que esta zona no suele estar en la mente de los viajeros occidentales? 



Hemos visitado dos países en la Península Arábiga: Dubai, aprovechando una escala hace ya bastantes años y Omán. Dedicaremos esta entrada al segundo de ellos, al que visitamos en diciembre de 2019.


Por qué Omán?



Cada uno ve el mundo de una manera, y viaja por él de forma diferente. Por ello, no es fácil encontrar personas que coincidan con tu forma de entender las cosas en general, y los viajes en particular. Omán fue un destino recomendado por al menos dos personas en las que confiamos a la hora de sugerir destinos. Eso, y que cuadraba para la época y tiempo del que disponíamos.

Nuestro itinerario.




No disponíamos de mucho tiempo, por lo que nos centramos en el norte del país. En cualquier caso, es la zona donde se acumula un mayor número lugares de interés.
  • Dia 1: Muscat – Sur
  • Dia 2: Sur – Wahiba (noche en el desierto)
  • Día 3: Wahiba – Ibra
  • Día 4: Ibra – Nizwa
  • Día 5: Nizwa - Montañas Hajar - Nizwa
  • Día 6: Nizwa - Jbel Akhdar – Jibreen
  • Dia 7: Jibreen - Muscat

Cosas que vimos.


Alrededores de Muscat



Muscat (o Mascate, si lo preferimos castellanizado), es el lugar de comienzo habitual, y destino de la mayoría de vuelos internacionales.  Dejamos para el final la capital, y nos dirigimos a la ciudad portuaria de Matrah (o Mutrah).


Está situada en un lugar espectacular, junto a unas montañas secas y afiladas, que contrastan con el azul del mar y de los minaretes. Llegamos pronto, y eso es muy recomendable en este caso, ya que nos  permite disfrutar del fish market.


Se trata de un recinto cerrado, impoluto, donde se venden animales marinos de todo tipo, que coinciden en tener una pinta estupenda: Atunes, dorados, besugos, y otros que no logramos identificar.


Mutrah Fort (gratis), es el primero de los fuertes que vemos. Esta bastan restaurado, pero es muy estético. Tiene cañones de diferente tipo y época.


Continuamos por la carretera que va junto a la costa, y nos empezamos a percatar de dos cosas: 1) el país es un secarral, y 2) tienen mucha pasta. Lo primero es evidente. Lo segundo, también, pero además resulta impactante: rotondas engalanadas con recargadas esculturas, en mitad de la nada, farolas instaladas incluso en las carreteras más comarcales, ausencia de coches cutres



… Y urbanizaciones privadas que impiden el paso a algunas de las calas que habíamos echado el ojo, como Bandar Jissah.


Continuando por la carretera costera, llegamos a Al Sifah, un pequeño pueblo costero con una preciosa playa de arena blanca. Y detrás, montañas de más de 1000 m.



Nuestra siguiente parada es en la reserva de Ras al Khayran, unas bahías de aguas somera donde los omanís pasan un día de playa sin meter un dedo en el agua.


Llegamos a Curiyat o Quraiyat con mal tiempo. Llueve. Vamos directamente al Castillo, que en este caso no se encuentra en un cerro. Está muy restaurado, y las estancias interiores están amueblados al estilo de la época.



Cuesta 0,5 OMR. Buscamos luego el Fuerte de Daghmar, que está en ruinas.


Es bueno para hacerse una idea de cómo se encontraban los fuertes que hemos visto, antes de ser restaurados. El día no da para mucho más, y llegamos con las últimas luces al famoso Sink Hole.



Para describirlo fácilmente: como un cenote, pero en vez de en mitad de la selva, en un secarral. El agua es de un bonito color turquesa, y si a los omanís no les diera tanto corte que les vean con poca ropa, seguro que estaría lleno de bañistas.

Vamos directamente a Sur, por la autopista D17. Hemos cogido un hotel, el Sur Plaza. Es caro (21 OMR), pero esta muy bien. Hay jubilados de todo el mundo. Cenamos en el bufete, estupendamente, y con una cerveza de ½ litro que nos entró de miedo. El sablazo fue importante, pero no lo fue menos el placer de repetir postres hasta reventar.

Mausoleo de Bibi Miriam. Para llegar a este mausoleo, regresamos hacia la D17 hasta un pequeño pueblo junto a la costa, Qalhat. Se trata de un Patrimonio de la Humanidad.


El mausoleo en cuestión se encuentra en estado bastante ruinoso. Está en restauración y no permiten visitas, nos dejaron solo 5 minutos. Construido originalmente en roca caliza y coral, estaba en el momento de su construcción (1.311) recubierto de estuco y teselas azules.


Por aquí pasó Marco Polo, cuando está ciudad era un puerto importante y próspero.

Volvemos a Sur, una ciudad tranquila pero cuenta con un pasado inquietante: era el principal centro de trata de esclavos en la zona, y costó mucho erradicar esa inhumana forma de ganarse la vida.


La primera visita que hacemos es a los astilleros (0,5 OMR). Construyen aún barcos de madera (normalmente, teka, traída de India), de forma totalmente manual, y sin utilizar ningún tipo de plano. Por supuesto, mano de obra (al igual que la materia prima) del subcontinente indio.


Muy cerca, junto al puente colgante, se encuentra un buen observatorio (con la inevitable torre de vigilancia), al que merece la pena subir. Desde allí, es visible el precioso faro.


El barrio de Al Ayja era donde construyeron sus casas los ricos comerciantes. En él, también se encuentra el Fuerte de Al Hamuda (0,5 OMR), simple y estético. Tras visitar el faro (sólo es posible verlo desde el exterior), nos encaminamos al fuerte de Bilad Sur. La entrada es gratis, y tiene las mismas características que otros que hemos visitado.




Una pequeña dosis de desierto.



Continuamos ruta por la HWY 23 hacia Al Wasil. Allí hemos quedado con un conductor, que nos llevará a Sama

Al Wasil Camp.


Esta zona, responde al ideal de desierto: dunas doradas, camellos, wadis… y también era una idea romántica como regalo de cumpleaños. Observar las estrellas en una duna, y hospedarse en un campamento aislado del resto del mundo.


Pero parece que la fortuna no nos acompaña en esta ocasión, y el tiempo es bastante malo. Nada de estrellas, sol o arena dorada. Pero sí que fuimos testigos de algo inusual, la lluvia en el desierto.


Volviendo al relato, nos encontramos con el conductor (es necesario un 4x4) en una gasolinera cercana a Al Wasil. Tras unos pocos Km en carretera, tomamos una pista que cruza un wadi desbordado (ha llovido mucho). Está lleno de locales que admiran la presencia de agua en el río. Al poco, se interna por el desierto de dunas que queríamos ver. Va a toda pastilla, y resulta muy divertido.


Tras 20 minutos, llegamos al campamento, situado junto a una gran duna. Es un recinto circular, con pequeñas construcciones de adobe, dispuestas en torno a una jaima central. Es muy coquetón.


La duna junto al campamento puede “escalarse” con la ayuda de una cuerda. El paisaje es precioso, pero de noche estrellada… nada de nada.


Damos una segunda oportunidad, y decidimos madrugar para ver el amanecer. Así que medio zombis, nos vestimos y subimos la duna (que cuesta bastante). No hay luna, ni viento, y todo está en absoluta calma. Me siento en la arena fresca, pongo el mini trípode, e intento hacer fotos nocturnas, sin ningún éxito.


A eso de las 6, puede verse perfectamente. Como siempre, la salida del sol es mágica. No hay nadie, y contemplamos  a placer como, con cada segundo que pasa, cambian también los colores, tornándose cada vez más cálidos.



No podía faltar. Es una gringada, pero nos apetecía un paseo en dromedario. Es una horterada, eso no se puede discutir, pero me gusto poder ver a estos animales tan grandes a poca distancia. Fueron 10 minutos, no avanzamos más de 500m.


La carretera al Wadi Babi Khalid, una vez abandonamos la HWY23 es preciosa. Las rocas y formaciones del terreno son de colores en ocasiones estridentes (rojo, verde, o azul), debido al contenido en hierro y cobalto.


El Wadi, sin embargo, nos resulta un “putiferio”. Y a partir de aqui, los matices: es un lugar bonito, y extraordinario por su vegetación y por la presencia de agua por doquier.


Varias lagunas de agua transparente hacen las delicias de los domingueros nacionales y extranjeros que aprovechan para bañarse (actividad que prácticamente sólo hace el segundo grupo). Un chiringuito, provee de alimentos a las hordas de visitantes, que suelen no pasar de dicho chiringuito.


Un par de senderos, conducen a lugares más interesantes, como la Cueva Muqal. Se trata de una cavidad a la que debe accederse con un mínimo de equipo (casco e iluminación). Pero lo realmente bonito, no es la cueva en sí, sino el camino hasta ella, que transcurre por el fondo del wadi, y pasa junto a pozas de agua esmeralda, bajo bloques de roca y junto a paredes de roca pulida.


El otro camino, muy marcado, creemos que finaliza en una cumbre de 900 m, pero debe ser muy poco frecuentado. Dejamos el wadi, sorteando las hordas de extranjeros (no muy abundantes en el resto de lugares que hemos visitado), para dirigirnos a Ibra.


Ibra, es una ciudad que, según la guía, está bien si lo que se busca es conocer cómo es un lugar "normal" y provinciano de Omán. Tras dejar el equipaje en el Ibra Plaza Hotel (14 OMR), situado a las afueras, vamos en busca del Barrio Antiguo, que aparece en la guía. No lo encontramos en el mapa, pero finalmente dimos con él a base de preguntar e intuir por donde podía estar.


El old quarter es una zona de casas de adobe, casi todas abandonadas y en ruinas, pero que resulta muy interesante para hacerse una idea de cómo era una ciudad omaní antes de que el petróleo les transformará en ricos.


Desde Ibra, continuamos a Samai, y más concretamente, a su fuerte. La construcción defensiva se encuentra en una montaña que domina un enorme oasis. Las palmeras datileras llegan hasta las faldas de los Jbel cercanos, y entre ellas emerge una mezquita.


El recinto está amurallado, y la parte superior recorre el contorno de la montaña, interrumpiéndose de cuando en cuando con torres defensivas.


Imti es un antigua asentamiento persa. Los muros de mampostería en seco han perdurado sorprendente mente bien. No es así con los de adobe, a los que el paso del tiempo les ha dejado en estado bastante peor parados.


Cuando bajamos, un joven omaní nos enseña una colección de artefactos antiguos. Declina coger la propina que le ofrezco.

Sí en las dos visitas anteriores hemos estado totalmente solos, en la siguiente, el Castillo de Jabreen (0,5 OMR) encontramos algún turista más al entrar.


Con el precio, se incluye una audio guía que, en ocasiones, se oye bastante mal. Las dimensiones son bastante más grandes de cuantos fuertes o castillos habíamos visto país hasta el momento. Es muy intrincado, y hay muchas escaleras y salas interconectadas que lo convierten en un laberinto.

El complejo fue construido en 1.675 por Imam Bil-Arab Bin Sultan, y fue un centro de enseñanza de  astronomía, medicina o derecho coránico.


El aprovechamiento de los dátiles, y de cómo recogían el aceite de éstos mediante unos canales, resulta muy interesante.


A no mucha distancia, se encuentra el enorme Castillo de Bahla (0,5 OMR). A diferencia de el de Jabreen, no hay audioguía, y los paneles informativos son prácticamente inexistentes.


Es una lástima que la enorme inversión realizada en la restauración del castillo, no se haya visto completada con algún método que permita explicar al visitante lo que ve. En el castillo se han encontrado restos del año 2.300 AC, habiéndose producido una continuidad en la presencia del hombre hasta nuestros días.



El castillo, respondiendo un poco a ese principio, fue construido en varias épocas, del SXIII al XIX. Al igual que Jabreen, es muy intrincado.


La última parada del día la hacemos en Tanuf, donde están los restos de un pueblo que fue bombardeado en 1950 por la RAF. Ya de noche, llegamos a Nizwa.


Comenzamos la etapa montañera. Vamos hacia las Montañas Hajar, donde se encuentra la cima más alta del país -el Jbel Shams, de más de 3.000m .


Paramos en un bonito mirador, donde se ven los campos de cultivo y un pueblo de piedra, muy típico. En el blog de montaña hay una descripción del recorrido que hicimos, el Balcony Walk


La última parada, la hacemos en Misfah Al Abriyyin, que aparece en las guías como un típico pueblo de montaña, al que no hace falta  4x4 para acceder.


El pueblo es chulo, está en un cerro y ha sabido conservar las construcciones tal y como eran (piedra y barro).

La parte inferior, es una plantación de palmera, con algún banano, irrigado por falaj (acequias). Es un auténtico vergel.


El turismo es bienvenido y potenciado, pero dejando claro en todo momento que hay que ser respetuoso con la cultura y el entorno.


Hacemos un té en una de las numerosas guest houses y volvemos a Nizwa. Alli, cenamos en un restaurante de pescado altamente recomendable, el Marsa Al Saiyyad, junto al zoco.


Pides el pescado crudo (como en una pescadería), lo pesan y luego te lo comes. El mantel de plástico sirve para ir poniendo sin ningún remilgo todos los desechos del ser marino que se consuma, algo que siempre he deseado hacer.

Nos levantamos bastante pronto para ir al zoco. Pensábamos que a primera hora es cuando encontraríamos mayor actividad, pero no es así. De hecho, cuando llegamos estaban abriendo las tiendas y puestos, y prácticamente no había nada de pescado.


El Nizwa Fort, otra de las atracciones más célebres de la ciudad, nos parece demasiado caro (5 OMR), por lo que decidimos que ya hemos visto suficientes fuertes gratis como para dejarnos 10 OMR en este. A la Mezquita, sí que entramos, que era gratis y abierta a los extranjeros de 8 a 11. No tiene mucho que ver, pero al menos pedimos verla por dentro.

Cogemos el coche y vamos a Birkat Mawz, donde suelen haber taxis 4x4 que dan una vuelta por las montañas de Jbel Akhdar, literalmente, montaña verde. En realidad, no se trata de una montaña, sino de una zona muy alta (máximo 2.700 m), donde los omanís y otros habitantes de la península arábiga huyen del calor abrasador del estío y aprovechan para respirar algo de aire fresco.


El desarrollo urbanístico, especialmente en el Plateau de Saiq, es desmesurado. Localizamos a un chófer con 4x4 (mejor dicho, nos localiza) y cerramos el precio: 30 OMR haciendo el recorrido que queramos, llegando a eso de las 15h a Birkat (es decir, 4 horas). El 4x4 no es realmente necesario, ya que la carretera esta recientemente arreglada y es estupenda. No sabemos si es un negociete para dar trabajo a los locales, o bien para evitar accidentes: los más de 2.000 m de desnivel a salvar, y los cambios automáticos no son muy buenos aliados de los frenos.

El paisaje, a medida que ascendemos, no nos parece tan espectacular, si bien hay formas en el terreno muy llamativas. El conductor se llama Mubarak Al Shureki (+968 99348738), es muy dicharachero, habla un buen inglés y nos responde a un montón de preguntas que tenemos guardadas y que no hemos encontrado a quién formular.

La primera parada es en el ostentoso Hotel Anantara Al Akhar Resort. Cerca de este hotel -de hecho, hay que atravesarlo para llegar- se encuentra el Dyana Point. El lugar es de unas vistas espectaculares, y eso es algo que no pasó desapercibido a la Pricensa Dyana, la cual elogio el oteadoro y, a la postre, le dio nombre.


A unos 800 m del hotel, da comienzo el Village Trail (numerado W18b). Este camino, une los pueblos de Al Aqor y Seeq, y está marcado con las típicas marcas roja / amarillo / blanco.

Nos resultó muy interesante, tanto por el paisaje, como por apreciar la manera en que se aprovecha el terreno y el agua en estas duras tierras.


Continuamos hasta el pueblo abandonado de Bani Habib, el lugar donde, por cierto, nació nuestro amigo Mubarak. Es uno de tantos pueblos que quedo abandonado tras el progreso experimentado por Omán desde 1970. El adobe y la madera no hacen buenas migas con la lluvia, el sol y el viento de estas cotas.


A la vista de este pueblo, y de otros muchos que hemos visto, da la sensación de que ha habido dos Omanes: el anterior al Sultan Quboos, agrícola y primitivo, y el Omán moderno y próspero, surgido desde la toma del poder por el Sultán en 1970.



Y es el Omán previo a 1970 el que se está, literalmente, deshaciendo. No hay ningún interés en guardar recuerdos de aquella época, solo importan las autopistas de 4 carriles, y disponer de dinero suficiente para comprarse un coche acorde a ellas.

Tras esta visita, volvemos a Birkat. Nos despedimos del chófer y nos pasamos por las ruinas que se encuentran en el propio pueblo.


De nuevo, observamos como el legado de barro se va perdiendo poco a poco sin que nadie se inmute. Paseando por las callejuelas estrechas, y entrando en las casas, no podemos evitar imaginarnos como sería la gente que vivía en ellas, qué habría en los aparadores, ahora vacíos, qué les preocupaba...


La última visita es a Falaj Daris. Allí se encuentra un Falaj (sistema de regadíos mediante acequias) muy bien conservado, declarado patrimonio de la humanidad. Vemos como los vecinos del pueblo, aprovechan para darse un chapuzón en sus aguas.

Regresamos a Nizwa, y compramos dátiles a muy buen precio en el zoco de los dátiles.

Regresamos a las Montañas Hajar, a la zona de Al Ayin. Allí se hace de inmediato protagonista un pico, el Jbel Misht.


Está mole caliza, nos recuerda algo a la cercana Peña Montañesa. Está jalonada de crestas y paredes enormes, de 700 m. La primera visita es a unas monumentos funerarios que reciben el nombre de la ciudad cercana Al Ayin.


Se trata de una necrópolis del tercer milenio AC, formada por varios túmulos de roca troncocónicos. La mampostería es seca, y pese a su tosquedad, han debido necesitar de una pericia notable para su construcción. están situados en lo alto de una colina, y el conjunto resulta precioso.


Vamos después a un par de pueblos, Sint y Sant, que no tienen grandes cosas, pero que valen la pena por las vistas de la carretera que lleva a ellos.

Nuestra anterior visita a un Wadi, el Wadi Bani, nos decepcionó un poquillo (demasiada gente, chiringuitos…).  Sin embargo, el Wadi Damm, nos dejó bastante mejor sabor de boca.


Dejamos el coche antes del primer cruce de rio, cosa que no hacen los omanís con sus 4x4. A partir de ahí, se suceden un montón de cruces del wadi, que ponen a prueba nuestro equilibrio… y la impermeabilidad de las zapatillas.

Tras un par de kilómetros aproximadamente, e innumerables vadeos, llegamos a una cueva donde un grupo de omanís está haciendo una merendola.


Nos acercamos, y muy amablemente nos ofrecen té, dátiles, incluso comer con ellos. Rechazamos cortésmente la invitación, pero aceptamos de buen grado té y dátiles. Una cosa muy buena de Omán es que la mayoría de la gente habla, en mayor o menor medida, ingles.

Puede seguirse el camino, que pasa por una pequeña presa, por unos kilómetros más. Al parecer, hay una poza bastante bonita. Preferimos no invertir más tiempo, y volvemos contentos y con las zapatillas haciendo chof chof. Cogemos el coche, y paramos en una ciudad de barro en ruinas que vimos a la ida, en el pueblo de Al Hayl.


Vamos en busca de más restos históricos en Bat. No es nada fácil dar con ellos, ya que no están indicados. Desafortunadamente, damos con una zona arqueológica, pero se encuentra cerrada al público y apenas pudimos verlos de lejos. Se trata de unos túmulos parecidos a los que vimos, pero más bajos -o faltos de su parte superior-. Lo que si observamos es que en casi todas las cimas de las colinas que hay en Bat, hay un montón cito de piedras más que sospechoso.

Ya estamos de regreso a Muscat. No vimos (o no supimos encontrar) un centro definido de la ciudad. Desde luego, que no tiene la típica disposición de ciudad del norte de África, con intrincadas callejuelas y zocos bulliciosos, estando las principales atracciones esparcidas en una gran extensión.


Vamos a la Gran Mezquita. Este templo, fue construido por orden del Sultan Qaboos para conmemorar el 30 aniversario de su reinado. De estilo islámico moderno, tiene unas dimensiones gigantescas. Destaca su alfombra, de 60x70 m, construida a mano al estilo iraní, y la enorme lámpara de 8 toneladas de oro y cristal de Zarosky.


No ha habido limitación en cuanto a presupuesto para su construcción. Es visitable para los turistas de 8 a 11. En ese horario, hay personas que se ofrecen a explicarte detalles sobre la mezquita y el islam. Si se está interesado, puede visitarse un centro islámico dentro del complejo.


Eso fue lo que hicimos. Tras ofrecernos té, dátiles y agua, nos explicaron detalles de su religión. Fue una charla muy interesante, si bien es cierto que presentaron la cara más amable de la religión, y no la que "no mola tanto".

Cerca de la Mezquita está la Royal Opera House, otro edificio para el que no ha habido angustias en cuanto al presupuesto.


Hacemos un corto tour guiado, con la intención de ver su interior (3 OMR). que resulta tan lujoso como el exterior. Los palcos y el órgano de tubos son memorables.


Logística.


La principal entrada al país es a través de Muscat. También puede volarse a Dubái (más barato) y conducir hasta allí, pero hace falta tiempo.


NO es un país barato, pero resultó más económico de lo que esperábamos.
Para moverse, resulta prácticamente imprescindible un vehículo. Nosotros alquilamos un turismo, que es más suficiente para casi todas las circunstancias, salvo el desierto y algún tramo en las montañas. La diferencia entre ambos tipos de vehículo es muy grande, por lo que puede ser más práctico alquilar un turismo y, puntualmente, contratar excursiones en 4x4.


Nosotros llevamos material de camping, que finalmente no utilizamos: la zona que visitamos tenía una oferta hotelera bastante asequible, al menos para un viaje corto. Para zonas más alejadas, puede ser interesante (y gratificante) esta opción.




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