Lituania. Una breve incursión al mundo báltico.

No era nuestra primera opción. De hecho, la idea inicial era un visita a Túnez, un plan consolidado y para el cual ya incluso habíamos reservado tanto vuelo como hotel. Pero un cambio en los horarios de los vuelos nos hizo recapacitar y decidimos cambiar las arenas cálidas de Túnez por las dunas bastante más frías de la costa báltica.



Lituania, pensábamos, encaja como un guante para los pocos días que disponemos. Incluso barajamos visitar la vecina del norte, Letonia, cosa que (afortunadamente) desechamos rápidamente. Y es que no, para nada es suficiente 5 días para disfrutar de este curioso y, por qué no, exótico país nórdico.




¿Por qué Lituania?

La pregunta correcta sería ¿Por qué Lituania y no Letonia o Estonia?. Pues no es fácil de responder, ya que lo lógico es recorrer las tres en el mismo viaje. Pero el tiempo que disponemos y el hecho de que Tallín ya lo conocíamos, nos dejaba dos opciones. Lógicamente, escogimos la que tuviera la mejor ofertra de vuelo. Al fin y al cabo, las acabaremos visitando todas y el orden de los factores no afecta el producto.

El plan.

Alquilar un coche y recorrer cuanto nos viniera en gusto. Eso sí, desechamos los destinos de naturaleza porque requiere mucho tiempo (no lo tenemos) y además resultan óptimos para ser visitados en furgo, cosa que haremos. Por tanto, nos centramos más en destinos no preferentemente naturales.

Cosas que vimos.

El curioso concepto de "colina"

En nuestro primer día ponemos rumbo a La Colina de las Cruces. El paisaje hasta allí es, si hubiera de utilizar una única palabra para describirlo, plano. Campos de cultivo y zonas de bosque se van a alternando mientras se conduce por una carretera totalmente carente de curvas.

Hacemos una parada en Mocha para tomar un café y comprar la comida de medio día. Ahí empezamos a ver los huevos de pascua que nos acompañarán todo el viaje. 

Al llegar a la colina, sufrimos una  intensa pero breve decepción. Esperábamos ver eso, una colina, una elevación del terreno que no merece el calificativo de montaña, pero que no deja de ser una irrupción en el llano circundante. Pues no fue así, al menos que una prominencia de no más de 10 me pueda ostentar el título de colina.

Tras pagar 1€ por el aparcamiento, nos aproximados a la “colina”, y poco a poco la decepción inicial se va difuminado ante el extraño y apasionante espectáculo que observamos. Miles de cruces de todos los tamaños, materiales o calidades se apelotonan y superponen en la pequeña colina.

A la hora de explicar el origen del Cerro de las Cruces existen casi tantos mitos como cruces. Algunos afirman que fue creado en tres días y tres noches por las afligidas familias de guerreros muertos en una gran batalla. Otros dicen que fue obra de un padre que, en un intento desesperado por curar a su hija enferma, plantó una cruz en la colina. 

Lo cierto es que las cruces aparecieron aquí por primera vez en el siglo XIV. Se multiplicaron después de sangrientos levantamientos antizaristas hasta convertirse en un potente símbolo de sufrimiento y esperanza. Durante la era soviética, plantar una cruz era un delito que permitía arrestar, pero los peregrinos seguían viniendo para conmemorar a los miles de asesinados y deportados. La colina fue arrasada al menos tres veces. En 1961, el Ejército Rojo destruyó las más de 2.000 cruces que había en el montículo, cerró los caminos que conducían a la colina y cavó zanjas en su base, pero de la noche a la mañana aparecieron más cruces. 

En 1972 fueron destruidos tras la inmolación de un estudiante de Kaunas en protesta por la ocupación soviética. Pero en 1990, la Colina de las Cruces contaba con la asombrosa cifra de 40.000 cruces, que abarcaban 4.600 metros cuadrados. Desde la Independencia se han multiplicado al menos diez veces... y se siguen multiplicando. En 1993, el Papa Juan Pablo II celebró misa aquí (su púlpito aún se mantiene en pie) y un año más tarde honró la colina con una cruz papal.

Pasamos un buen rato entre estrechos senderos que surcan la colina. Las cruces más “curradas” suelen ser de colectivos militares, o (supongo) asociaciones cristianas. El resto, de particulares devotos que de esta manera agradecen a su dios el cumplimiento de algún encargo.

Vieaje inmersivo a la Guerra Fría

Continuamos nuestro recorrido hacia el Parque Nacional de Zemaitija. Pero no es el Parque Nacional lo que realmente nos ha hecho desplazarnos hasta esta zona del Norte de Lituania. 

Lo ha sido la existencia de un lugar que ha permanecido en secreto por muchos años y que ahora es uno de los museos más raros y a la vez apasionante del mundo, el Museo de la Guerra Fría. Y es que, en este idílico paisaje, escondido entre los tupidos bosques de pinos y abetos, se construyó en la época soviética la Base de Misiles de Plokštinė, un silo de misiles termo nucleares que, afortunadamente, nunca entró en acción. Construido en secreto incluso para el pueblo lituano en la década de 1960, la base tenía suficiente potencia de fuego para arrasar la mayor parte de Europa y puede haber desempeñado un papel importante en la crisis de los misiles cubanos. Hay una pequeña exposición sobre la historia de la Guerra Fría en los países bálticos y sobre la construcción y el papel de la base, así como algunos restos soviéticos en la tienda de regalos.

La parte exterior es relativamente inofensiva: tan solo cuatro pequeñas cúpulas destacan sobre el paisaje circundante. Pero bajo tierra existía una compleja infraestructura encaminada a preparar y, eventualmente, disparar 4 misiles R-12 Dvina con ojivas nucleares. Estos misiles tierra-tierra tenían un radio de algo menos de 2500 kilómetros. Desde la base de Plokštinė no se llegó a lanzar ningún misil, ni siquiera de pruebas. Gracias a los acuerdos entre la Unión Soviética y Estados Unidos, el lanzamiento de un cohete requería la activación simultánea con dos llaves diferentes para evitar acciones precipitadas que pudieran derivar en una apocalipsis nuclear.

Unas escaleras nos llevan a este peculiar viaje en el tiempo. Las diferentes salas del silo han sido transformadas en exposiciones donde se describen tanto el funcionamiento del silo a nivel técnico como el entorno geo político en el que se encontraba. Existen salas dedicada a la propaganda de guerra. Comparando USA y URSS.

Otras salas explican cómo se aleccionaba a la población sobre las pautas a seguir en caso de ataque nuclear, pautas que mayoritariamente eran inútiles 

Pero la zona más increíble de la exposición son los silos donde se albergaban los misiles. Con más de 25 m de profundidad, los soviéticos prepararon unas máquinas con capacidad de aniquilar a millones de personas… 

En respuesta a las mismas armas que occidente tenía preparadas. Una pesadilla que, esperemos, no regrese nunca más.


Salimos del museo y disfrutamos de las increíbles vistas que nos ofrece la carretera a cada recodo. Enormes lagos, bosques densísimos y, ocasionalmente, algunos pueblecillos. Vimos una iglesia de madera, material principal de construcción antes de la llegada del hormigón. 


Continuamos hacia otro lugar curioso, una exposición al aire libre llamada Orvidu Sodyba. Desafortunadamente está cerrada y solo podemos ver los restos de un tanque que (ignoramos por qué) se encuentra en el exterior.

Nuestra última parada antes de nuestro destino final es Palanga, una ciudad costera. Supongo que en la época estival esta ciudad está rebosantes de turistas ávidos de playa, pero en marzo se encuentra agradablemente aletargada.

Tras visitar su iglesia nos encaminamos a la Calle Basanaviciaus, peatonal y el centro neurálgico de la ciudad. Hay bastantes restaurantes y el resto de locales está ligado de una u otra forma al turismo. Finaliza en un muelle que se adentra en un mar que para nada invita al baño.

Descartamos cenar en Palanga y nos dirigimos a Klaipeda, donde tenemos reservado el hotel. Vamos a cenar con muchas ganas, ya que apenas hemos comido. Ester elige un Restaurante, el Munai, que es uno de los mejores de la ciudad. 

Pedimos un risotto de setas y un pato, ambos buenísimos (el pato especialmente). A mitad de la cena, entró una comitiva de gente VIP con su séquito de guardaespaldas y un coche patrulla en la puerta. Nos quedamos con la curiosidad de quien serían los tan distinguidos comensales, pero nos quedó claro que era gente muy importante.

Una Manga del Mar Menor báltica.

Hoy tenemos previsto visitar la Península o Istmo de Curlandia. Salimos del hotel y nos encaminados a tomar el “New Ferry”, que puede transportar vehículos al contrario del “Old Ferry”, que sólo admite pasaje. Es extraño que no exista un puente que permita el facilite el tránsito a la península. Supongo que la presencia del exclave ruso de Kaliningrado tiene mucho que ver. La travesía es muy rápida, y enseguida nos ponemos en marcha. La península está densamente poblada de árboles, fundamentalmente, pinos. 

Geológicamente el istmo se formó hace 5000 años. Desde el año 800 hasta 1016 fue la ubicación de Kaup, un gran centro comercial pagano que aún no ha sido excavado. Los Caballeros teutónicos ocuparon la zona en el siglo XIII. En el siglo XVI dio comienzo un período de formación de dunas. Los procesos de tala, deforestación, cultivos, pastos y construcción de barcos promovieron el avance de las dunas, que enterraron pueblos enteros. 

Alarmado por estos problemas, el gobierno del reino de Prusia comenzó esfuerzos de reforestación a gran escala a partir de 1825. Para variar, apenas hay visitantes. Desde el coche divisamos en la orilla de la laguna mucha avifauna, siendo los cisnes los que más nos llaman la atención.

Curlandia alberga más poblaciones de lo que en principio pensamos. Paramos en Juodkrante casi por casualidad. Este pueblillo, al igual que otros que vimos, está formado por un precioso paseo marítimo, muy cuidado, y un conjunto de casas de madera bastante dispersas, sin que exista un centro de pueblo como tal. 

Hay muchas esculturas en el paseo, lo que le convierte en una especie de museo al aire libre. También puede considerarse como museo la conocida como “Colina de las Brujas”. Un sendero arranca en la parte trasera del pueblo, internándose en unas dunas ya fijadas y forestadas. 

Alli, puede disfrutarse de una extensa colección de esculturas labrada en madera, realizadas por un grupo de escultores locales en los 80. El camino es, per se, encantador. Y el tema de las esculturas (muchas de ellas, brujas, demonios y seres por el estilo), hace que sea, además, muy entretenido. Es un sitio mágico. Un corzo parece estar también de excursión con nosotros.

A unos pocos cientos de metro al sur del pueblo, junto a la carretera, se encuentra la mayor colonia de cormoranes y garzas grises del país. Una escalera conduce a una plataforma de madera desde la que pueden contemplarse cientos de nidos de estas ruidosas criaturas. No vimos ninguna garza.


Dunas, ámbar y gastronomía local.

Resulta chocante ver a estas aves palmípedas parapetados a las ramas de los pinos, haciendo equilibrio con sus patas adaptadas al mar para no caer de las estrechas ramas.

Tras observar un buen rato el intenso tráfico aéreo de cormoranes, regresamos al coche atentos a no recibir ningún “regalito” de las alturas.

Unos kilómetros más al sur se encuentran las “Dunas Muertas”. Por primera vez en lo que llevamos de viaje encontramos cierta afluencia de visitantes, todos ellos locales. Tomamos un rico cappuccino Lavazza en una cafetería móvil muy apañada.

La duna está muerta porque ha sido fijada y ya no se desplaza. Pero sigue siendo bella e imponente. La parte inferior está cubierta de líquenes, pero la superior tiene el aspecto de duna que todos tenemos en la cabeza.

Llegar a la cima lleva un rato, pero merece la pena tanto por las vistas desde su punto culminante como por los diferentes y fotogénicos rincones por los que se pasa.

Llegamos así a Nida, la población más grande del istmo. La principal atracción es el Museo del Ámbar (hay bastantes museos del ámbar repartidos por todo el mundo).

Esta pequeña exposición muestra y explica la importancia de esta piedra semipreciosa. El ámbar o succino (del latín succinum) es resina fosilizada de origen vegetal, proveniente principalmente de restos de coníferas y algunas angiospermas. Etimológicamente su nombre proviene del árabe 'lo que flota en el mar', ya que este flota sobre el agua del mar (no en el agua dulce).

Resulta muy interesante contemplar las diversas formas y tonos que adopta el ámbar, así como los animalillos que quedaron atrapados en él hace millones de años y que no han cambiado en todo ese tiempo.

Hay un poco de hambre. Para saciarla, probamos el pescado ahumado recién hecho de Tik Pas Jona. Disfrutamos de un pez ahumado delicioso (no identificado), acompañado de una cervecita no menos sabrosa. Además, pudimos ver en directo el proceso de ahumado del pescado.

Damos una vuelta por el pueblillo, formado por casas de madera (muchas de ellas de los años 20). Entramos en el pequeño Museo Etnográfico de los Pescadores, que recrea como eran las casas de los pescadores a principios del S. XX.

Algo más al sur, se encuentra otra zona de dunas muy interesante, la Duna Parnidis. Puede llegarse en coche hasta sus inmediaciones, y en su cima han instalado un curioso reloj solar.

Las vistas hacia al sur se prolongando hasta el exclave ruso de Kalinigrado. Si hubiéramos estado aquí antes de que Putin decidiera invadir Ucrania habríamos hecho una visita a este misterioso lugar del mundo.

Tomamos de nuevo el coche y hacemos una breve parada en una recomendación de Atlas Obscura, el Cementerio Etnografico de Nida. En una colina pueden observar se algunas lápidas y cruces curiosas. Las lápidas conocidas como krikštaia aparecieron en las tumbas lituanas a principios del siglo XVI. Se colocaban al pie de las tumbas, y se creía que ayudaba al difunto a ponerse en pie cuando comenzaba la resurrección.

La madera y el estilo de estas lápidas difieren para hombres y mujeres. Para los hombres, se eligieron especies de árboles masculinos como el roble, el fresno y el abedul. Para las mujeres, estaban hechas de tilo, álamo o abeto. Las lápidas de los hombres estaban decoradas con cabezas de caballos talladas, pero las de las mujeres tenían pájaros. Posteriormente, a partir del siglo XVIII, se utilizaron otros diseños como plantas, corazones y diferentes símbolos.

De regreso al Norte (al sur esta complicado) nos detenemos en otra duna, catalogada como la duna boscosa más alta del parque. La Duna Vecekrug, de 67 m de alto. Al contrario que las anteriores, aquí solo vemos a una familia a mitad de la subida.

Aprovechando que hemos aparcado el coche, nos acercamos también a la costa báltica, al otro lado de la carretera.

Klaipeda, la "capital" del istmo.

Seguimos del tirón hasta el puerto y cogemos el ferry que nos deja de nuevo en Klaipeda. Hemos reservado en el National Hotel, muy bien situado y en un bonito edificio antiguo.

Damos una vuelta por la ciudad. Destaca la Plaza del Teatro, y la estatua Annchen de Tharau.

El resto de la ciudad nos pareció muy agradable y acogedora, y en la zona junto al rio había mucho ambiente.

Algunos parques muy chulos, un barco a vela anclado permanentemente en el río y el “Black Ghost” fueron los highlights de la ciudad.

La escultura de bronce, conocida como “Juodasis Vaiduoklis” (“El Fantasma Negro”) ha aterrorizado a los niños desde 2010. Esculpida por Svajunas Jurkus y Sergejus Plotnikovas, la figura mide 2,5 m de altura, de los cuales la mitad están por debajo del nivel del paseo marítimo. y la mitad arriba. Aparte de las manos del fantasma, la túnica con capucha está vacía por dentro, creando una apariencia espectral extrañamente expresiva a pesar de la falta de rasgos faciales.  La leyenda del Fantasma Negro se remonta al año 1595, cuando Hans von Heidi, uno de los guardias del castillo de Klaipėda, hacía su ronda nocturna cerca del puerto. De la nada, apareció una figura encapuchada cerca de la orilla del agua. En lugar de atacar al sorprendido guardia, le preguntó al guardia cómo se encontraban los suministros de grano y madera de la ciudad. Von Heidi informó al fantasma que la ciudad tenía suficientes suministros, pero el fantasma le advirtió que no sería suficiente. En ese momento la aparición desapareció. Es una leyenda bastante absurda. Cenamos en un italiano, razonablemente bien, y rematamos la noche con una cerveza en el bar que está junto al hotel.

Kaunas

Tras desayunar en el hotel, cogemos el coche y ponemos rumbo a Kaunas, la segunda ciudad en tamaño del país. Tenemos bastantes expectativas de ella. 

Aparcamos junto al castillo y nos dirigimos al antiguo ayuntamiento. Conocido como “el Cisne Blanco”, tiene más aspecto de iglesia que de edificio civil.

Entramos en la Catedral de San Pedro y San Pablo. Están en misa (petado) y por no molestar, nos vamos. Callejeamos un poco, y vemos la Casa del Trueno, una antigua y bonita casa de ladrillo llamada así por haber tenido una talla de Perkunas, dios del trueno. 

Volvemos a la Catedral, y por fin podemos disfrutar en todo su esplendor de su interior. 

Nos parece que Kaunas no ha satisfecho nuestras espectaativas. Por ello decidimos ahondar algo más en su “exploración” dirigiéndonos por el interminable Bulevar Laiesves hasta la Iglesia de San Miguel Arcangel

La calle, peatonal, representa un agradable paseo toda vez que permite acercarnos a algunos bonitos rincones y alguna que otra escultura callejera.


Tras comprar y comer algo de comida en un súper, nos disponemos a escalar una colina que tiene hasta funicular. Más que por la colina, la idea es ver la Iglesia de Cristo Resucitado, bastante moderna (de hecho, tiene un aspecto un tanto soviético). El interior es austero y poco ornamentado.


Lo mejor está en la terraza, accesible a pie (3€) o ascensor (5€), y que ofrece una buena panorámica de la ciudad. Vemos la parada superior del teleférico, el primero del país. Luego, regresamos callejeando al centro. Vemos algunos curiosos y cochambrosos edificios que, sin embargo, parecen albergar oficinas de empresas en su interior.


Alguna plaza ha sido actualizada, mientras que los edificios gubernamentales de la era soviética permanecen en pie para dar soporte a las nuevas instituciones del país.


El castillo está cerrado, por lo que damos por finalizado nuestra visita a Kaunas. 

Termalismo báltico.

Nos dirigimos ahora a la ciudad balneario de Druskininkai, deteniéndonos previamente en Birstonas, otra ciudad - balneario. 

Es domingo por la tarde y todo el mundo está paseando. La cidudad se encuentra junto al Río Nemunas, y el camino que discurre junto a su orilla está notablemente concurrido. Aparte de los balnearios, hay un extraño, no sabría como denominarlo… Objeto, quizás. Es un Druskupis, una planta de evaporación de agua mineral que, aparentemente, es bueno para todo.

Volvemos al coche sin dejar de adelantar en ningún momento parejas jóvenes con niños pequeños. Después de varios días sin encontrar una carretera con pendiente, el tramo que recorremos hacia el sur asciende suave pero constantemente. Nuestra parada final de hoy es Druskininkai. Esta (otra) ciudad - balneario es la que más renombre tiene dentro de esta modalidad de turismo de salud. Tras tomar posesión de la habitación en el Hotel De Lita (58€), vamos al centro. 

Esta francamente animado, con gente por todas partes. Además, al ser Domingo de Pascua, hay decoración acorde a esta festividad, materializa da en huevos de pascua de colores., una fuente bailarina y una casa al revés.


Cenamos muy bien, y luego volvemos al hotel tras el paseo correspondiente.

El parque temático de la chatarra soviética.

A unos 15 minutos de Druskininkai se encuentra una de las exposiciones más eclécticas y extrañas que hayamos visitado. Se trata de Gruto Parkas

La exposición está situada en un denso bosque de pinos, e intenta rememorar un campo de concentración. Nada más entrar, comienza el desconcierto. Junto a un tren de vapor antiguo hay una jaula con cabras, llamas y emús. 


Tras un busto de Lenin, unos canguros… Esta extrañísima exposición tiene dos partes claramente diferenciada y que no pegan de ninguna manera: por un lado, esculturas de la época Soviética, una colección  muy remarcable del realismo socialista. Y por otro, animales salvajes o domésticos del mundo. Es algo así como una tienda que fuera pescadería / perfumería.


Al margen de esta mezcla extraña, y en lo que al realismo socialista se refiere, la exposición ha salvado un nutrido número de esculturas de una destrucción segura. Sirve, además, para recordar de forma muy crítica la historia de Lituania en el siglo XX, marcada por la violencia, la represión y la alienación absoluta por parte del régimen comunista. Aparte de la zona al aire libre, algunos edificios exponen carteles y todo tipo de artefactos de aquella época.


Las esculturas disponen de carteles en inglés donde se explica la vida y muerte (violenta, en la mayor parte) de los representados. Con respecto al zoo, lamentablemente no parece cumplir los mínimos criterios de bienestar animal. Es especialmente triste la jaula de los osos pardos, claramente desquiciados por vivir en un espacio tan reducido.


Pirámides y castillos.

El recorrido por esta extraña exhibición lleva un buen rato. Al salir, Visitamos otro lugar extraño, la Pirámide de Merkine. La pirámide marca el lugar donde, en 1990, se cree que un niño y su familia experimentaron un milagro, y hoy se cree que la pirámide y la cúpula canalizan la energía divina. 

El niño, llamado Povilas Zekas, tenía siete años en el momento del milagro. Un día, mientras estaba en la iglesia en la ciudad de Merkine, una voz misteriosa le dijo que a partir de entonces tendría el don de la conversación divina. La historia cuenta que las personas que escucharon su afirmación se mostraron escépticas, pero un milagro de luz y divinidad les hizo cambiar de opinión. En 2002, Zekas, que se convirtió en biólogo, construyó una pirámide con un marco de aluminio a unos metros del lugar exacto de la revelación, marcado por una loma cubierta de hierba. 

La pirámide, protegida por una cúpula de cristal añadida en 2009, está abierta para que los visitantes experimenten su extraordinaria energía. La impresión que nos llevamos es de que se trata una versión actualizada de las apariciones de Fátima, mucho más guay y glamuroso, y con ingredientes New Age. 

Cuando nos íbamos, un nutrido grupo de místicos, convencidos en la existencia de una energía que fluye entre los seres humanos, meditaban en el interior del domo sin que su diminuto cerebro se planteara en ningún momento qué es eso que llaman energía, en qué unidades se mide, con qué instrumentos, de qué tipo  es y cómo afecta a su atrofiada mente.

Aún sabiendo que hoy estaba cerrado, vamos a ver el Castillo de Trakai. Es probablemente uno de los lugares más fotografiado de Lituania. Y no le faltan motivos. El castillo se encuentra situado en una isla del Lago Galve. Es una preciosidad, digno de un puzle de mil piezas. Las orillas del lago están llenas de caminillos con tiendas de recuerdos y puestos de comida. 

Puede accederse a la isla a través de un puente de madera. Cientos de velomares y otros artefactos flotantes son aprovechados para encontrar el ángulo más fotogénico del castillo. Nosotros no seremos menos, y por cinco euros nos dan una vuelta en un barquito. 

La construcción se comenzó en el siglo XIV por Kęstutis (1297-1382), Gran Duque de Lituania y alrededor de 1409 ya se había completado la mayor parte de la obra por su hijo Vitautas el Grande (1350-1430), que murió en el castillo en el año 1430. Trakai fue uno de los principales centros del Gran Ducado de Lituania y el castillo tuvo gran importancia estratégica. Al margen del castillo, también Visitamos algunas iglesias, nada relevantes. 

En esta ciudad hubo una importante comunidad caraíta. A diferencia de los judíos, los caraítas no reconocen los contenidos de la Biblia como divinos. Originado en el Irak del siglo VIII y desarrollado aún más en Europa del Este, el caraísmo lituano se mezcló con muchas prácticas cristianas y (especialmente) islámicas (por ejemplo, las representaciones humanas y animales están prohibidas).

Vilnius, capital de Lituania

Ya del tirón, llegamos a Vilnius. Nuestro apartamento (Angel Town Apartments, 46€ sin desayuno) se encuentra en el centro. Aprovechamos las horas de luz que nos quedan para dar una vuelta por la ciudad. La Plaza de la Catedral es el inevitable comienzo de cualquier paseo por la ciudad. 


Se estima que antes del cristianismo, el dios pagano báltico Perkūnas era adorado en este emplazamiento. El rey lituano Mindaugas hizo construir la catedral en 1251 después de su conversión al cristianismo. Tras un buen numero de reformas, en 1769, una de las torres se derrumbó y destruyó la bóveda de la capilla, matando a seis personas. Tras el accidente, el obispo de Vilna Ignacy Jakub Massalski ordenó la reconstrucción de la Catedral. Los trabajos comenzaron en 1779 y se terminaron en 1783, el interior fue terminado en 1801.El aspecto actual de la Catedral se debe a esta reconstrucción, sobre todo a los trabajos de Laurynas Gucevičius, quien le dio su estilo neoclásico.

Subimos a la colina donde se encuentra el Castillo de Vilnius. Los datos arqueológicos muestran una presencia humana desde el Neolítico. La colina fue fortificó con muros de madera que más tarde se reemplazaron por sillares de piedra en el siglo IX. Las vistas desde arriba son muy buenas. Para bajar puede tomarse un mini-funicular o volver a pata.

Ya en la parte de debajo de la ciudad, visitamos la Iglesia de Santa Ana, uno de los monumentos más representativos de la ciudad. Construido entre 1495 y 1500, es un ejemplo relevante tanto del gótico flamígero como del gótico báltico.1 El exterior es de ladrillo, cosa poco común en el gótico de nuestras latitudes.


República de Uzupis, la patria de los bohemios.

Atravesamos luevo el Rio Vilna, y nos internamos en la República de Uzupis. Sí, una República en el interior de Vilnius. 




En 1998, los residentes del área declararon la República de Užupis, que tendría su propia bandera, moneda (un único billete de 1 EuroUžas), presidente, constitución, y ejército (formado aproximadamente por 17 personas). 

Anualmente se celebra la independencia en el Día de Užupis, el 1°de Abril. Los esfuerzos artísticos son la máxima preocupación de la República y como no podía ser de otra manera, el actual Presidente de la República de Užupis, Romas Lileikis, es poeta, músico y director de cine.



El ambiente es muy bohemio, y los numerosos bares y tiendas sacan buen partido de su particular condición de república. En una de las calles hay placas con la Constitución de la República, en un montón de idiomas. Merece la pena echar un vistazo, no tiene desperdicio.

Tras una rica cena en este nuevo país, vamos a tomar una cerveza a una cervecería – biblioteca Alaus Bibliotekos, que a estas horas están medio cerrando.

Último día en la ciudad. Continuamos ruta por la Iglesia Ortodoxa San Nicolas


y después el Museo de las Ilusiones de Vilnius. Este museo interactivo muestra todo tipo de ilusiones ópticas que nos hacen pasar un buen rato y nos recuerdan que nuestros receptores no siempre informan correctamente del entorno.


Continuamos por la Iglesia del Espíritu Santo y la bonita Iglesia de Santa Teresa (muy rosita). Ubicada junto a la Puerta del Amanecer, la Iglesia de Santa Teresa es una de las iglesias más interesantes y mejor conservadas de Vilna. Fue construida a mediados del siglo XVII.  Aunque el exterior es bastante sencillo, os recomendamos acceder a su interior elegantemente decorado en estilo barroco y con frescos que representan la vida de Santa Teresa.

La Puerta del Amanecer fue construido entre 1503 y 1522 como parte de las fortificaciones defensivas de la ciudad de Vilna. De las diez puertas de la ciudad, sólo queda la Puerta de la Aurora (o del Amanecer), mientras que las demás fueron destruidas por orden del gobierno a finales del siglo XVIII.


 En su interior se alberga la Capilla de la Señora de la Puerta del Amanecer, en la que podemos ver (que no fotografiar), totalmente recubierta de pequeños exvotos metálicos.

Ya cerca del hotel, vemos (exteriormente) el ayuntamiento, de estilo neoclásico.

Un par de aportaciones de Atlas Obscura. La Panza de la Suerte, un ombligo metálico que se supone da suerte si se toca, y el Museo del Dinero del Banco de Lituania, donde está la pirámide hecha con monedas más grande del mundo.


Brutalismo y comunismo no siempre están unidos…. Pero no hay ciudad comunista que no tenga alguna muestra de este estilo arquitectónico. En el caso de Vilnius, el Palacio de Conciertos y Deportes, es su más destacado exponente. Tras la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial, los líderes de la Unión Soviética emitieron una directiva a nivel nacional para crear nuevos lugares de entretenimiento y ocio. Durante la década de la posguerra aparecieron innumerables teatros y cines nuevos en toda la URSS, junto con instalaciones deportivas y los omnipresentes "Palacios de la Cultura". 

Estos nuevos centros culturales sirvieron para distraer a los soldados y civiles soviéticos de los horrores de la reciente guerra, pero también actuaron como lugares que podrían usarse para inculcar un sentido de nación pansoviética compartida. En la Vilna de posguerra, hoy Lituania pero en aquella época capital de la República Socialista Soviética de Lituania (1944 - 1990), se eligió la zona de la orilla norte del río Neris como nuevo centro de actividades deportivas. El Estadio de Žalgiris fue construido con una fuerza de prisioneros de guerra alemanes y se inauguró en 1948. Este nuevo edificio causó controversia desde el primer momento. Aquí se encontraba el cementerio de Piramónt, que, fundado a finales del siglo XV, era el cementerio judío más antiguo de Vilna. Las autoridades rusas habían ordenado el cierre del cementerio en 1831 y, a pesar de las protestas de la población judía de la ciudad, los soviéticos destruyeron lo que quedaba en 1949 y 1950 mientras sentaban las bases de sus nuevas instalaciones deportivas.

Hoy en día, se encuentra abandonado y su aspecto es post-nuclear, con ventanas sustituidas por tableros, grafitis y hierbajos creciendo por todas partes.

La última visita, la Iglesia Dominica del Espíritu Santo, con tonos pastel muy barrocos.


EN RESUMEN

El cambio sobrevenido del destino para esta Semana Santa, que pasaba de Túnez (exótico) a un país de la UE, no era muy alentador. Pasábamos de un destino “marchoso” a uno aburrido (y extremadamente llano). Sin embargo, Lituania fue finalmente una gran sorpresa en varios aspectos. 

Por una parte, el natural, en el que el Istmo de Curlandia es su máximo exponente. Por otro lado, el legado histórico tanto soviético - que se hace palpable en la arquitectura y lugares increíbles como el silo de Misiles de Plokštinė - como en el precioso barroco de Vilnius. Y por último, el poder moverte por un país apenas turístico, en temporada baja, en el que se puede tomar el pulso al ritmo de vida de sus habitantes, conocer qué hacen un domingo por la tarde, qué desayunan o qué tipo de cerveza beben. Nos hemos quedado con ganas de más, sobre todo de poder explorar mejor las zonas naturales y “todos esos cartelitos marrones de las carreteras” que suelen conducir a sitios interesantes. Probablemente volveremos con más tiempo y, si fuera posible, con la furgo.





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