Gambia, la serpiente anidada en Senegal.

Ha pasado mucho tiempo desde nuestro último viaje “de verdad”. Uno de esos viajes que te dirige a lugares donde, lo no planificado (la mayoría de las cosas) cobran protagonismo. Lugares que, por mucho que leas sobre ellos, nunca los acabas de imaginar fidedignamente. Tras la pandemia y todo lo que supuso, este es nuestra primera salida fuera de Europa. Gambia ha sido el lugar elegido.



Gambia es un pais singular. Basta observar el mapa de África, para darse cuenta de ello: una estrecha franja de terreno a ambas orillas del Río Gambia, empotrado en Senegal. Una población anglófona dentro de territorio en el que la lengua gala predomina. Y, contradictoriamente próspero, al no diponer de riquezas naturales que despierten la codicia de las grancdes potencias económicas del mundo.


Por qué Gambia?

Nuestro último "Gran Viaje" fue Omán, en diciembre de 2019.  Pocos meses después, la pandemia puso el mundo patas arriba y provocó que aparcáramos temporalmente la idea de salir de nuestro continente. Gambia representaba un destino fácil, abarcable para unas vacaciones cortas y que nos brindaba la oportunidad de satisfacer nuestra inquietud por viajar de manera suave.

Los turistas que deciden visitar Gambia pueden dividirse en dos grandes grupos. El primero de ellos está formado por los que buscan cambiar el frío y la tristeza de sus paises de origen por las playas y el sol de la costa gambiana. El segundo, mucho menos numeroso, visita el país para disfrutar de su vertiente natural, en particular del la abundancia y diversidad de aves. Nosotros encajábamos más en el segundo grupo, si bien añadíamos a la naturaleza el legado histórico y social del país.

El plan.

Aun sin llevar muchas cosas preparadas de antemano, teníamos claro que no nos limitaríamos a la franja costera; en un pais tan largo (320 Km) y estrecho (entre 24 y 48 Km) quedarse en uno de los extremos significaría conocerlo de forma parcial. Eso conlleva si, como en nuestro caso, no se dispone de mucho tiempo, a contar con el apoyo de una agencia o conductor local. Otros de nuestros objetivos era visitar los parques nacionales más relevantes, así como algunos yacimientos arqueologicos Patrimonio de la Humanidad. Y, por supuesto, disfrutar de la "vidilla" de los mercados, playas y barrios africanos. Para poder cumplir esos objetivos, nos movimos en taxi para las zonas más cercanas, y de una agencia local para los lugares más alejados. Siendo un pais razonablemente seguro, caminamos bastante.

En cuanto al alojamiento, elegimos dos "centros de operaciones" desde los cuales cubriríamos la zona costera: Bakau, al Sur de Banjul y Brufut, también en la costa pero bastante más al sur.

Cosas que vimos.

La capital y alrededores.

Cogemos un taxi (o algo asi, ya que en realidad es un coche normal) hasta Banjul. Concretamente hasta “Arch 22”. Se trata de un extraño y bizarro arco conmemorativo en la carretera de entrada a Banjul. Fue construido en 1996 con motivo del golpe de Estado militar del 22 de julio de 1994, mediante el cual Yahya Jammeh y su Consejo de Gobierno Provisional de las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno gambiano democráticamente elegido del Presidente Sir Dawda Jawara

La ciudad está totalmente dormida al ser primera hora de un sábado. Pero el arco está abierto, y un gambiano muy simpático nos explica con todo lujo de detalles cuantas cosas se encuentran en su peculiar museo. Ventajas de ser los únicos visitantes. La exposición se encuentra en la segunda planta. Se sube por el interior de una de las columnas, utilizando una escalera de caracol. El ascensor hace milenios que no funciona. 

La exposición es bizarra y polvorienta a partes iguales. Jujus (amuletos), madera labrada con versículos del coran, muestras de los cultivos más importantes, un coran escrito a mano de incalculable valor pero que se puede manosear (las vitrinas, de existir, se abren con la mano) y una exposición de fotos (esta si que está bien) donde se narran las tropelías del dictador Jammeh durante su mandato. Lo mejor del Arch 22 son las vistas.

Al bajar del extraño monumento, la ciudad continúa dormida. Hace mucho calor. Tomamos una Coca-Cola y caminamos por Independence Drive hasta la St Mary s Anglican Cathedral. Construida en 1933, tiene algunas curiosas pinturas, un órgano y una bateria. No descarto ir a misa sólo por la música.

El señor que nos abre, contesta a alguna pregunta delicada, sobre la relación entre los musulmanes y los cristianos en Gambia. Nos dice que no problem. 

Tras pasar por la Iglesia Metodista (cerrada), vamos al Albert Market. Es el típico mercado africano: aromatico, policromatico y con muy buenas oportunidades de hacer fotos. El craft market está bastante bien. Compramos algunos magnetos pintados a mano.


La siguiente parada es el Museo Nacional. Su colección está formada por documentos históricos y exhibiciones sobre la historia de Gambia. El espacio abrió sus puertas en 1985, siendo su objetivo principal la recolección y preservación de artefactos que documenten la cultura material de Gambia. No resulta tan apolillado como Arch 22 pero no le vendría nada mal algo de mantenimiento. 

Lo mejor del museo es la colección de instrumentos musicales del sótano. No hay aire acondicionado y el calor es insoportable.


Volvemos a Independence Drive y tomamos un taxi a Fajara Club. Paramos un segundo en el Cementerio de la WWII, en el que soldados aliados blanquitos están a un lado y los de color a otro. Manda h…..

Fajara Club es un club de golf. Se me hace raro ir a un sitio asi, pero estrategicamente venía muy bien para tomar una Coca-Cola y cotillear como son este tipo de sitios en África. En la entrada nos dicen que sólo está permitido el acceso a miembros del club. Damos media vuelta pero el señor parece que se lo piensa mejor y nos dice que bueno, que hará una excepcion con nosotros. 

Dentro encontramos el ambiente colonial que imaginabamos, y me recuerda algo al que vimos en Birmania durante nuestro descenso por el río Irawadi. Merece la pena entrar. 

Primeros contactos con la fauna

Ya recuperados tras comer un plato de patatas fritas y una cerveza, vamos a la playa (uho uho uho oh oh¡¡) y Continuamos caminando hasta el Kotu Bridge. Es ese, y no el club de golf, nuestro destino. Se trata de un puente sobre el Kotu Creek, una zona de manglares alucinante especialmente si tenemos en cuenta su cercanía a las civilizacon. Hay una especie de compañia de guías ornitologicos que te acompañan. Pagamos 14€ y nos metemos en una canoa con el guía y una aprendiz que porta una sobada guía de aves. Nada más salir de "puerto”, comenzamos a ver aves: Garzas de diferentes tipos, variadas especies de martín pescador y unos curiosos varanos.

Los guías (oficial y aprendiz) localizan con gran habilidad a las aves, que, en muchas ocasiones, no son nada asustadizas.




Tras 1 hora más o menos de recorrido, Continuamos nuestro itinerario a pie, por el “Cycle Path”. Se trata de un caminillo que discurre entre campos de arroz donde pueden verse muchísimas aves. Ha sido el mejor sitio de todo el viaje para ver aves. 

Y algún mono, concretamente mono verde (Chlorocebus sabaeus).

El guía silva insistentemente, imitando el canto de un búho diurno. Finalmente, conseguimos avistarlo. La aprendiz se hace unas cuantas fotos con nosotros, parece muy contenta con su futuro trabajo.

Tras pagar lo debido, el propio guía hace de taxiata y nos acerca a un sitio guiri total, el Kachikally Crocodile Pool. Aquí avistamos a los primeros turistas en lo que llevamos de dia. 


El sitio en cuestión es un lugar con unos pocos cocodrilos (alguno, albino) que puedes tocar asesorado por un “guia”. Una gringada en toda regla. Hay un árbol (elephant tree) que tiene unas preciosas raíces tabiculares.

Regresamos a pie desde el pozo de cocodrilos hacia Cape Point. Según leímos en la Bradt, hay varios sitios chulos para comer. Pero la guía es pre-pandemia y  recoge un sinfín de negocios que pasaron a mejor vida durante esos dias. Acabamos cenando en Ocean Bay, donde solo hay blanquitos y algún indio adinerado. Es caro, y cenamos una pizza, macarrones con queso )mucho queso) y agua.

Nos indican que podemos volver caminando y eso hacemos. Parece que el país es bastante seguro, incluso con poca luz.

La Rererva Natural de Abuko y Serekunda

Tomamos un taxi a Abuko. La Reserva Natural Abuko es un pequeño espacio protegido de menos de dos kilómetros cuadrados, que alberga un esplendido ejemplo de bosque ribereño tropical. Este tipo de formación es conocido como bosque de galería (gallery forest). También reúne una impresionante biodiversidad tanto de especies vegetales como animales, destacando la avifauna. Está localizada a sólo media hora al sur de la capital Banjul, junto al pueblo de Lamin y en el margen oeste del estuario del río Gambia

Pagamos 370D por las dos entradas y el guia. Este ultimo, contrariamente a los de ayer, no controla tanto y además pasa bastante de todo. Se limita a enseñarnos el camino mientras consulta su móvil.

Nos dirigimos en primer lugar al Darwin Fiel Station, una construcción cercana a un “Crocodile Pool”, donde no habitaban (o no vimos) cocodrilos. Pero la planta superior es un oteadero estupendo para ver la avifauna de la zona.

Por el camino, un estrecho sendero, vimos algunas aves, pero ni por asomo en la abundancia de ayer. Encontramos una familia de colobos rojos.

El trazado finaliza en el “Horfanato de animales”, una especie de zoo que inicialmente se destinaba a recoger animales heridos, o rescatados de lugares en los que servían de mascota. Ahora es simple y llanamente un triste zoo. 

En el pueden verse, eso si, algunas especies esquivas o menos abundantes como los colobos rojos, monos verdes, babuinos y hienas. Éstas últimas nos olfatean vehementemente… Que estarán pensando… 

El trayecto, eso sí, es muy agradable, atravesándose numerosos arroyos gracias a unos pequeños puentes.

En un momento dado, en el que, como casi en todo el recorrido, el guía anda despistado mirando el movil, nos encontramos con un antilope que deambulaba distraido por nuestro camino pero en dirección contraria. Casi le empitona accidentalmente.

De Abuko vamos a Serekunda, la ciudad más poblada y bulliciosa del pais. Lo cierto es que no tiene unos limites claros , y no se tiene nunca claro donde comienza ni donde acaba. Algo así ocurre con el mercado, que parece abarcar casi todo el centro de la ciudad. Es allí donde nos dirigimos. 

Nada más comenzar a caminar, se nos une un local con la intención de hacer de guia. Pasamos bastante de el, y vamos a la nuestra. En el mercado se vende de todo, pero la parte más agradecida para las fotos es la zona de comestibles. 

Un tipo con rastras nos sigue todo el rato, disimulando. Le dejamos pasar pero siempre está tras nuestros pasos. Claramente, está “compinchado” con el guía expontaneo al que no hacemos caso. Pero nos mosquea que nos siga sin dirigirse a nosotros. En un lugar tan bullicioso y siendo Gambia bastante seguro no nos preocupa, pero si que incomoda. 

Salimos del mercado y Continuamos una gran avenida para ver el “Big Tree”, un espectacular arbol.

Bijilo Forest Park, el parque temático de los monos.

Tomoamos otro taxi a Bijilo Forest Park. Al atravesar un pueblo, nos topamos con un Kankurang, que es una persona disfrazada con un vestido a base de fibras (vegetales, en un principio; ahora es todo de plástico) seguido de otros portando tambores y ataviados con ramas. Lo que vimos, según nos enteramos despues, es una interpretación urbana del Karakurang. La persona que iba disfrazada se encaramó a la ventanilla del taxi con dos cuchillos (metálicos pero de adorno) mientras gritaba. No hay fotos por evidentes motivos. 

Tras muchas vueltas, logramos dar con Bijilo. Viene indicado con un cartel que pone “Monkey Park”. En la entrada, nos dicen que la entrada son 150D, y el guía 500D.

El parque tiene su importancia por se un vestigio muy bien conservado de bosque costero. Y su principal atracción son los monos, acostumbradisimos a la presencia humana y a ser alimentados por los visitantes. De hecho, junto con la entrada casi te obligan a comprar cacahuetes y bananas. 

La razón que esgrimen para ello es que el parque no tendría suficientes recursos como para alimentar a una población de monos tan grande, y que así se evita que salgan de sus fronteras y se dediquen a delinquir (es decir, robar mangos y otros cultvos)... Parece más lógico adaptar la pobleación de monos a la superficie de parque.

Ciertamente, los monos están acostumbradisimos, tanto los colobo rojo (Piliocolobus badius) como los monos verdes (Chlorocebus sabaeus), y permiten realizar unas preciosas fotos. 

Continuamos la ruta, y el guía nos va enseñando con bastante interés todo lo que vamos encontrando. La ruta es circular y en un momento dado pasa cerca de la playa, pero no podemos llegar a ella ya que el camino ha sido barrido por las lluvias. Pero las vistas eran chulas. 

A la salida paramos en una pastelería (la única que hemos visto hasta ahora) y luego nos acercamos a la zona de Kololi, con la intención de pisar una playa. Para ello debemos atravesar Senegambia Resort, donde confirmamos que ser blanco abre muchas puertas en africa. 

El resort en cuestión es algo cutre, según mi punto de vista. La playa está bien, pero no comprendo como los turistas pueden venir de tan lejos solo para ver esto.

El inerior de Gambia

Hoy nos vamos de excursión lejos. Hemos contratado con Buskwacker  una excursión de dos días hasta Janjanbureh, muy al este, río arriba. La excusa es visitar los Círculos de Piedra de Wassu, un Stonehenge africano Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pero lo cierto es que, lo que realmente queremos, es conocer la Gambia del interior, la que no tiene playas, ni pescado, ni, practicamente, de nada.

Nos recogen a las 7.30. Vamos solo nosotros dos, el guía Lamin y el chofer. Ponemos de inmediato rumbo al este. La idea es conducir por la orilla sur hasta Soma, ahí cruzar el río y continuar por la orilla norte hasta Janjanbureh.

Cuesta bastante salir de la ciudad, y luego cuesta también bastante salir a campo abierto.  Una vez se está en zona rural, el paisaje es muy monótono: árboles dispersos en zona de matorrales no leñosos. Al ser el final de la estación lluviosa, esta todo súper verde. La carretera está en perfecto estado. 

Hacemos parada en Farafenni, primer pueblo importante tras pasar el puente de Soma. Allí Visitamos el mercado, tan colorido y animado como los otros.

Continuamos ruta y paramos para comer en un sitio curioso. Se trata de un restaurante (o más bien, chiringuito) llamado Kauren Restaurant, cerca de Kaur, situado en una colina junto a un meandro del rio. 

Dado que el país es plano como la palma de la mano, resulta difícil encontrar lugares con vistas bonitas. Y este las tenía, y mucho.

El legado megalíto de Senegambia.

Seguimos en dirección este, hasta el pueblo de Wassu donde también Visitamos el mercado. Pero es en las afueras del pueblo donde encontramos el principal motivo de nuestra excursion: los Círculos de Piedra de Wassu los cuales forman parte del Patrimonio de la Humanidad "Círculos Megalíticos de Senegambia". 

El Patrimonio está compuesto por los cuatro vastos conjuntos megalíticos de Sine Ngayene, Wanar, Wassu y Kerbatch, que poseen una extraordinaria concentración de más de 1.000 monumentos diseminados en una faja de 100 km de anchura, a lo largo de 350 km del curso del Río Gambia. 

Los cuatro conjuntos comprenden 93 círculos de piedra y numerosos túmulos funerarios. Algunos de ellos han sido objeto de excavaciones que han permitido encontrar materiales cuya datación se extiende desde el siglo III a.C. hasta el siglo XVI d.C. Ese paisaje atestigua la existencia de una sociedad próspera y dotada de un alto grado de organización, que perduró a través de los siglos.

Un guía nos habla en medio español medio ingles, y parece que controla bastante. Nos quedamos con ganas de ver otro circulo, que tiene la peculiaridad de que una de sus piedras tiene forma de “Y”.

Hipopótamos y chimpancés.

A poca distancia de allí se encuentra el River Gambia National Park, un precioso sector del río que conserva un entorno relativamente intocado. En el pueblecito de Kuntaur paramos para cambiar el coche por un barquito y hacer un “boat trip”. 

Navegamos en un primer momento hacia el oeste, con la intención de ver hipopotamos. Tenemos la suerte de localizar a una hembra y su cria. Si bien no vemos mucho más que una porción de cabeza de cada uno, nos hace mucha ilusion.

Damos la vuelta (perdon, viramos) y ponemos proa a  Baboon Island. En esta isla se encuentra el Chimpanzee Rehabilitation Project. Compuesto por la llamada Isla Baboon y varias islas más pequeñas, este es uno de los sitios de vida silvestre más importantes de Gambia. 


A pesar del apodo de la isla principal, este lugar es en realidad el reino de los chimpancés: más de 100 primates viven en ella y en otras tres islas en cuatro comunidades separadas. A nadie se le permite poner un pie en Baboon Island (incluido el personal del parque), pero los visitantes pueden ver a muchos de los simios durante un recorrido en barco por las islas.  

No es nada fácil ver chimpancés en la naturaleza, nos sentimos muy afortunados de porerlos contemplar a tan poca distancia. De camino, también pudimos ver algún colobo rojo.

Tras este encuentro, volvemos a puerto, donde retomamos el último trayecto hasta Janjanbureh. Para llegar a esta isla desde el norte, es necesario tomar un ferry.


Janjanbureh

Janjanbureh o George Town es una ciudad construida en la isla homonima. Fue capital del país y en la época de gloria fue una de las ciudades más importantes para la venta de esclavos. Nos hospedamos en Baobolong Camp, un hostel que cumple expectativas. Cenamos en el patio del hostel rodeados de simpaticos sapitos.

Tras el desayuno, vamos a dar una vuelta por Janjanbureh. Comenzamos por la Iglesia Metodista, una de las primeras del país pero que no puede visitarse. Lo cierto es que parece más un barracon, como los de la cercana escuela. Paseamos por los siempre coloridos mercados africanos y después, nos dirigimos al centro administrativo de la ciudad, donde nos explican la historia de esta pequeña población

La isla primero fue visitada por comerciantes occidentales en el siglo xv, aunque en el siglo XIX, ésta dejó de ser un lugar de comercio viable debido a las frecuentes guerras entre los Wulli y las tribus Niani. La isla posteriormente fue comprada por los británicos para instalar una guarnición militar para ayudar a proteger a los comerciantes. Un tratado de cesión fue firmado en 1823 y la isla formalmente fue llamada la isla MacCarthy. En 1832, se fundó Georgetown un establecimiento criollo, aunque éste rápidamente fue poblado por Africanos liberados de su condición de esclavos. La ciudad gradualmente se hizo un centro administrativo y económico del país.

Tras la inmersión en la historia de la ciudad, tomamos rumbo a un interesantisimos museo (Cultural Museum), dedicado a las mascarada en general, y las de Gambia en particular.  Dentro de las mascaradas, destaca el Kankurang

Generalmente el Kankurang se refiere a una familia de mascaradas mandingas en las que se cubren de la cabeza a  media pantorrilla con hojas o una mezcla de corteza y hojas. Las funciones del Kankurang varían según el tipo, pero generalmente están asociados con el mundo espiritual (Furulung), un mundo dominado por los hombres, en el que las mujeres y los jóvenes no circuncidados están excluidos. Las máscaras o disfraces sirven para ocultar la identidad de los enmascarados y darle poderes sobrehumanos.

El tipo más común de Kankurang es el Jamba Kankurang. Está vestido con hojas de caoba verde y la parte superior del cuerpo cuidadosamente envuelta en corteza (jaffo). La cara, los antebrazos y las piernas descubiertos suelen estar pintados con barro. El Jamba Kankurnag tiene funciones judiciales en la comunidad, sirviendo para imponer la disciplina y castigar a los transgresores. Existen muchos tipos diferentes de Kankurang, cada uno con sus funciones y temperamento particulares. Como el Faraa Kankurang, que generalmente se ve durante el período de la circuncisión o en caso de emergencias como una intoxicación alimentaria o un asesinato en el pueblo. Sus funciones principales son imponer la disciplina y ahuyentar a los espíritus malignos y a las brujas. El Jambajabally es otro tipo de Kankurang. La palabra "Jambajabally" se traduce como "hojas que nunca se secan", lo que implica que el Jambajabally siempre hace aparición con un propósito breve, por ejemplo, transmitir un mensaje a la comunidad o resolver una disputa entre grupos. En definitiva, todo un mundo entre lo mágico y lo práctico que juega un importante rol en esta región africana.

Comenzamos nuestra ruta de regreso atravesando el puente que une la isla con la orilla sur del río Gambia. La siguiente parada es un “puebo tradicional Gambiano”. En un primer momento, me temía una gringada, pero lo cierto es que la visita era un poco “random” y sencillamente paramos en un pequeño poblado de cuatro chozas. 

Allí nos explican como viven las comunidades familiares en esta parte del pais. Basicamente, mucha miseria, aunque también es cierto que la sanidad para ellos es gratuita. Da algo de pena, también esperanza de que las cosas puedan ir cambiando a mejor.

Hicimos algunas paradas mas,  para ver una familia de babuinos que se escabulleron rápidamente en el matorral y también para observar en una zona húmeda donde pudimos ver algunas aves.

En Brikama hay uno de los mercados de artesanías más importantes de Gambia, y es donde se fabrican la mayoría de las tallas de madera que luego se venden (a mucho mayor precio) en el resto del pais. Compramos unos pai/pai, y una talla de una mujer Gambiana muy chula. Destacar de este mercado que alguno de los vendedores eran discapacitados.

Sin más novedad llegamos a nuestro hotel para la segunda parte del viaje, el Hibiscus House. Muy renombrado en la guía Bradt (edición de 2017), Es un recinto en medio de la población de Brufut. Tiene dos pequeñas piscinas (sólo una en uso) y un bonito patio con mangos, en el que habita una avifauna muy variada, destacando unos enormes murcielagos (estrictamente, no serían avifauna), tamaño paloma, que sólo vuelan a la caída del sol. 

Como viene ocurriendo con otras cosas, el hotel se está desperazando del letargo de la estación lluviosa, y todo está a medias. Se ve que la habitación reservada (economica) no estaba preparada y nos han dado un pedazo apartamento que, todo sea dicho, no aprovechamos demasiado. La gerente es una británica (58 años) que hace seis se decidió a montar este negocio. Organiza conferencias y cursos, y es una mujer con una gran energia. Sólo hay dos huéspedes aparte de nosotros, uno de ellos es un finlandés baboso que a todas luces practica el turismo sexual.

La costa sur.

Hoy queremos recorrer el sur de la franja costera, pero no tenemos claro la mejor manera para hacerlo. La opción buses públicos es atractiva pero ni de coña nos permitiría visitar todos los sitios que tenemos previsto. Finalmente optamos por contratar al coche del hotel y su chófer particular. Son 60€, pero tenemos total libertad de ir a donde queramos. Además el coche es un Land Cruiser, algo cascado, pero que nos permitió llegar a todas partes.

Nuestra primera parada es la Reptil Farm, al norte de Kartong. Una Sierra Leonesa (o como se llamen las mujeres de Sierra Leona) nos recibe y hará de guia. 

Los reptiles se encuentran en unas zonas pequeñas, delimitadas por muretes, excepto un par de especies que es mejor tenerlas encerradas. La entrada nos pareció algo cara, 300 D cada uno. 

Vimos dos especie de “adder”, pitones, cobra escupidora, varios tipos de tortugas, y una serpiente come huevos. Es todo un poco show, ya que puedes tocar alguno de los reptiles. Supongo que, debido a la escaces de visitantes en esta época del año, las tortugas se ponen como locas (para ser tortugas) al vernos. Claramente, los animalitos tienen hambre.

Seguimos hacia el sur, atravesamos la población de Kartong y nos encaminamos al Río San Pedro, frontera natural con Senegal. Hay muchos check point militares. Paramos en Doudo-s Side River Restaurant. Es un chiringuito en el puerto fluvial. 

Hay muchos cayucos que pescan en el mar, a pocos centenares de metros de donde estamos. El chiringuito en cuestión tiene unas impresionantes vistas. Decidimos hacer un boat trip hasta Pelícano Island, un islote a poca distancia de donde estamos. 

Vamos en una barca a remo, junto con el “capitan” el cual, además de remar, nos va explicando todo lo que vemos. El paisaje es impresionante, con un manglar en sorprendentemente buen estado. Nuestra idea de ver aves, no se ve satisfecha ya que con la marea alta no hay casi ninguna. 

Lo que vimos fue pelicanos, haciendo honor al nombre del lugar. De regreso al chiringuito, nos comemos unas ricas brochetas de butterfish. 

Regresamos sobre nuestros pasos, y atravesamos de nuevo Kartong. Queremos visitar el Bird Watching Observatory. Nos extraña que no haya señal alguna, y que tampoco nadie sepa decirnos exactamente dónde esta, por lo que deducimos que ha cerrado (es lo que tiene ir con una guía pre pandemia). 

Lo que sí teníamos controlado, es la zona que se observa desde el observatorio. Se trata de una extensa zona de marismas entre Kartong y el mar, con una abundante avifauna. 


No puede decirse que viéramos una enorme cantidad de aves, pero el paisaje nos rapareció muy chulo. Llegamos hasta una playa desierta, a excepción de un par de vacas marinas.

Continuamos hacia el norte. Paramos en Gunjur, famoso por su playa. Comcretmente en el Eco Lodge  Nemasu. Se trata de una ladera suave, con cabañitas dispersas y un bonito bar con sillas/columpio en la barra. 

Una vez en la playa, donde sólo vimos la consabida manada de vacas marinas, caminamos hacia el norte para acercarnos a la pretenciosa Gunjur Sand Mosque, originalmente Kenye Kenye Jamango

Construida por el dictador Jamee, está en una localización preciosa y de lejos es bastante chula. Una vez se llega a ella, el aspecto es muy abandonada y sucio.

Los Pescadores gambianos.

Tanji, y, más concretamente, su playa, es uno de los “hihglights” del pais. Una nutrida flota de cayucos parte cada día a faenar en las aguas del atlantico. Algunos lo hacen de noche, llegando a la playa a primera hora, mientras que otros pescan durante el día y descargan de 4  a 6 de la tarde. Aunque todo parece en un primer momento caotico, solo es necesario prestar algo de atención para entender como funciona. 

Al no haber puerto, las barcas anclan a cierta distancia de la orilla. Allí les esperan unos porteadores de pescado, ataviados con chubasqueros tipo “Pescanova” que, incansablemente, acarrean cajas repletas de pescado hasta la orilla. 

Cláramente, se trata de las capturas de mayor valor. Otro grupo de porteadores, normalmente mujeres, parece que son de segunda categoría y llevan el pescado a la orilla, pero supongo que son las presas de menos valor, las cuales venden en los mercados ellas mismas. 

Unos metros tierra adentro, entre la carretera y la playa, hay extensas zonas con cámaras frigoríficas (con hielo, no son neveras) donde se almacena el pescado. Ademas, en la playa hay muchas mujeres vendiendo pescado.

La actividad es frenetica, las barcas son muy coloridas, y a la caída de la tarde las oportunidades de hacer fotos son infinitas.





Estamos un buen rato disfrutando del espectaculo. Nos parece increíble que el mar sea capaz de proporcionar tal cantidad de pescado, y que lo que hemos presenciado se repita dos veces al dia, todos los días del año.

El pasado esclavista de Gambia

Hemos contratado la clasiquisima excursión a la Isla Kunta Kinteh con Bushwacker. Quedamos en el hotel a las 6.30, y salimos. Tras desayunar un rico croaisant con almendras en una pasteleria, enfilamos a Banjul, concretamente a la terminal de Ferris que llevan a Barra, en la otra orilla del Río Gambia. No cruzamos con el coche, ya que eso aumentas las posibilidades de tener que dejar marchar más de un ferry por no tener espacio. Otro coche con conductor nos espera en la orilla.

El ferry está bastante bien, lejos de la imagen de barcos sobrecargados típicas de africa. El trayecto dura unos 25 minutos. En Barra hay un fuerte, que servía para sellar la entrada al río y evitar el paso de los barcos de esclavos, una vez quedó abolida esta salvaje actividad.

El vehículo que nos espera al otro lado es un desvencijado Suzuki Samurai con incontables kilometros. Ester y yo vamos en la parte trasera. Una polvorienta experiencia.

Tras 1 hora aproximadamente, se llega a Jufureh donde se encuentra el museo de la esclavitud. Como todos los museos Gambianos, es polvoriento y abandonado, pero aporta una útil información sobre el comercio de esclavos en África en general y Gambia en particular. Lo que más nos llamó la atención fue unos anuncios de la prensa de la época en la que se anunciaban los esclavos en venta. 

En 1455, los portugueses se convirtieron en los primeros europeos en cruzar el río Gambia. Estaban buscando oro. En lugar de eso, encontraron esclavos, cautivos de guerra que los mandingas estaban ansiosos por intercambiar por armas de fuego.

En el siglo XVII, los portugueses, españoles e ingleses estaban plenamente involucrados en la trata transatlántica de esclavos. La región alrededor del río Gambia se convirtió en una de las principales proveedoras de África occidental. Fueron llevados a las minas de México y a las plantaciones de azúcar del Caribe. Alrededor de 5.000 esclavos al año fueron enviados a América desde Gambia durante los siglos XVII y XVIII. Los mandingas se enriquecieron atacando los reinos vecinos y tomando cautivos para venderlos como esclavos. También cobraban derechos de aduana a los traficantes de esclavos europeos.

En 1808, los británicos prohibieron la trata de esclavos. Unos diez años después de eso, establecieron una base naval en la desembocadura del río Gambia para interceptar barcos de esclavos y liberar su cargamento humano. Como resultado de las patrullas navales británicas, el comercio de esclavos disminuyó drásticamente en la zona de Gambia.

En el exterior, una escultura rememora este oscuro episodio de la humanidad.

En las inmediaciones del mueseo hacemos una gringada, que es encontrarnos con las octava generación de Kunta Kinte. Una señora bastante mayor que se tomó unas fotos con nosotros.

Sin coger el coche vamos andando hasta Albreda. Kunta Kinte nació alrededor de 1750 en la aldea mandinka de Jufureh, a poca distancia de Albreda. Se crió en una familia musulmana. En 1767, mientras Kunta buscaba madera para fabricarse un tambor, cuatro hombres lo persiguieron, lo rodearon y lo llevaron cautivo. Él y otros fueron embarcados en el barco de esclavos Lord Ligonier para un viaje de cuatro meses a América del Norte. La historia de este personaje fue recogida en el libro Roots: The Saga of an American Family, del estadounidense Alex Haley. Posteriormente, se filmó la serie "Raices"

En el muelle de Albreda cogemos una barca hasta la Isla Kunta Kinte. Se trata de una minúscula isla en el centro del rio. Sin embargo, en los tiempos de la trata de esclavos era bastante mayor, pero la erosión del rio ha provocado que sólo quede la parte más alta. En esta isla se encuentran las ruinas de Fuerte St James.

La zona fue "descubierta" en 1456 por los navegantes portugueses. La llamaron Isla St. Andrews supuestamente en honor a un marinero que había muerto y fue enterrado allí. Fue comprada por el duque de Curlandia 200 años después, y en 1651 comenzaron a construirse las fortificaciones  para que pudiera usarse como puesto comercial entre Letonia, Lituania África.

Fue confiscada por los británicos 10 años después, en 1661, en manos de los Royal Adventurers Of England Trading Into Africa, quienes recibieron una Patente Real de Carlos II para comprar marfil, oro y otras mercancías, así como esclavos. Cambiaron el nombre de la isla a James Island en honor al heredero al trono que se convertiría en el rey James III.

La importancia de esta toma de control fue que la isla James representó el primer puesto avanzado de Gran Bretaña en África occidental.  Posteriormente, la isla cambió de manos muchas veces durante los dos siglos siguientes, especialmente entre franceses y británicos.

Con toda esta historia a sus espaldas, unido a la erosión natural del rio, poco queda del fuerte. Unos pocos muros, y un agujero donde confinaban a los hombres más combativos para bajarles la moral y destrozarles psicologicamente.

No realizamos ninguna parada en nuestro regreso, y pedimos al conductor que nos dejen en el mercado de artesanías que esta junto al Senegambia Resort, en Kololi. Aprovechamos que estamos en la zona “de marcha” para tomarnos una cerveza en un bar de guiris. La mayoría de los clientes son occidentales babosos de diferentes edades y pelajes, acompañados de jóvenes gambianas. Justo enfrente nuestro, un alemán baboso con una forzada cara de seductor de tercera se arrima a una chica local, unos 20 años más joven. Nos vamos asqueado y cenamos en el hotel... Donde, por cierto, está el finlandés baboso que ha adoptado a una amiga para pasar el rato entre cerveza y cerveza.

Ultimo día en Gambia 

Nos dirijamos a Tanji Bird Reserve. En el centro de información del parque nos informan de que no hay guias disponibles (ni no disponibles). Así que vamos nostos por nuestra cuenta. 

Caminamos hasta la orilla del mar, donde hay un Eco Lodge cerrado. Según nos dijeron en el centro de visitantes, con marea baja es posible caminar por la playa, y desde allí hay buenas oportunidades de ver aves. Así hacemos, si bien no vimos apenas pajaros. Volvemos al coche y paramos en la carretera, a unos pocos centenares de metros, donde nos digeron que también es un buen sitio para ver el parque. Nos damos una vuelta por una zona abierta, con algunos árboles bajos, y la verdad es que no vimos gran cosa. Según nos dicen a estas horas del día los pájaros ambiente  están huyendo del sol y no es fácil verlos.

El Museo de Tanji, tiene dos partes: una formada por salas con diferentes tipos de "cosas apolilladas", y otra externa, donde se reconstruye una aldea típica. Como viene siendo habitual, somos los únicos visitantes, y nos acompaña todo el rato. También su hija, de 2 años, tan pizpireta y guapa como todas las niñas africanas de su edad.

La estructura de la aldea esta (o mejor dicho, estaba) muy definida. Una zona para los hombres casados, otra para sus mujeres e hijos, y otra para los jovenes...



Ponernos rumbo a Sanyang Beach. Paramos en Jungle Beach Resort. La playa es bastante idilica, sin duda la más bonita de las que hemos visto. Cocoteros, arena blanca… Y un chiringuito donde nos comimos unas patatas fritas.


Última parada de hoy, y del viaye: Makasutu Culture Forest. Al buscar información no logramos hacernos una idea muy precisa sobre de qué iba este sitio. Pero basicamente, sería una reserva de fauna privada. 


Tras pagar la nada desdeñable cantidad de 800D cada uno, nos asignan un guía y pasamos al “Culture Forest”. Nada más entrar, nos topamos con el principal atractivo del parque, una gran colonia de babuinos. Nos indican que NO les miremos a los ojos, y que, de esa manera, simplemente, nos ignorarán.


En esta reserva no se alimenta a los monos, contrariamente a lo que hacen en Bijilo. Pero abunda un tipo de palmera de cuyos frutos (una especie de nuez) se alimentan. De hecho, se escucha permanentemente el chasquido que producen los babuinos al romper la dura cáscara externa.


 Hay bastantes bebés y disfrutamos mucho observandolos. Desafortunadamente, tenemos el tiempo muy justo y no podemos invertir tanto tiempo como nos hubiera gustado para disfrutar de su increíble cercania.

Vamos luego hacia un “creeck” en el que damos un paseo en barca por el manglar. En este lugar está el Baobab Camp, actualmente cerrado y muy deteriorado tras 3 temporadas sin abrir por culpa del Covid. Aunque no vemos aves, el paseo por el manglar es muy gratificante.

De regreso al Camp, subimos a una especie de torre de observación para apreciar como es el manglar desde lo alto.

El programa que incluye la entrada, pasa por un paseo por la selva, donde explican las diferentes plantas y árboles medicinales para terminar en una choza donde una especie de chamán lee tu mano mano por unas monedas. Cosa que no hacemos, evidentemente. 

Regresamos al coche. La sensación que nos queda de este lugar es que el tema de los babuinos es brutal, el boat trip está bien, pero que es todo un poco hecho a medida del guiri (perdon, Tuba).

En resumen...

Las espectativas que teníamos del país estaban muy por debajo de lo que realmente hemos visto. Pensábamos que no habría gran cosa que ver, y que más bien el aliceinte del viaje sería vivir el ambiente de los mercados, de la calle y de los rios. Estábamos muy equivocados. Alguna de las reservas que hemos visto son muy interesantes, especialmente el Parque Nacional del Río Gambia. No es fácil ver chimpancés o hipopótamos en libertad, y aquí vimos ambos animales.

La gente en general es muy simpática y abierta. No hay atisbo de hostilidad. Resulta además muy seguro, y en ningún momento estuvimos preocupados o en alerta (salvo el Sarakunda).  Los Gambianos son especialmente simpaticos y guapos. 

Respecto a cosas que se han quedado en el tintero, lo cierto es que, de lo que teníamos programado, poco nos hemos dejado. Solamente la costa atlántica al norte del río y acompañar a los pescadores en una jornada.

Nos ha sorprendido también el estado de las carreteras que incluso tras la estación lluviosa, parecen recién asfaltadas.

Octubre es temporada baja y la mayoría de los sitios están cerrados o abiertos bajo mínimos . Un hotel más caro, no implica que sea mejor.




No hay comentarios:

Publicar un comentario