Esta vez si que nos ha ido un poco la olla. Tenemos una semana libre a gastar en 2024, y decidimos hacerlo. Octubre no es muy buen mes para quedarte por Europa: Todavía no hay nieve ni ambiente navideño en las ciudades, y los días son cortos y, frecuentemente, lluviosos.
El vuelo sale a las 11.10 de la mañana. Llegamos con tiempo suficiente, y, como suele pasar cuando se llega al aeropuerto con suficiente tiempo, el vuelo va con retraso. Eso nos preocupa bastante, ya que la escala es de solo 1,5 horas.
Y tras un vuelo que se hace algo largo y poquísimo margen, aterrizamos en Abu Dabi. De hecho, cuando tocamos tierra ya están embarcando el vuelo a Kuala Lumpur. Salimos como alma que lleva el diablo, corremos como gacelas y, finalmente, llegamos sudorosos como cerdetes. Pero llegamos.
El vuelo a KL se hace bastante más largo
Afortunadamente, no hemos embarcado equipaje; de haberlo hecho, de haberlo hecho, a buen seguro, se habría quedado en Abu Dabi.
Templos rupestres. Una tradición muy asiática.
Tras pasar el control de pasaportes cambiamos algo de dinero y cogemos un taxi a las Batu Caves, uno de los highlights de KL. El taxi es espectacular, me siento como un rapero. El recorrido a las cuevas bordea la ciudad, lo que permite observar desde el exterior sus tremendos edificios, Petronas incluidas. También hay muchos bloques de apartamentos tipo colmena.
Los templos rupestres son una tradición importante en Asia, especialmente en el Budismo, el Hinduismo y el Jainismo. Estas religiones han construido templos y monasterios dentro de cuevas durante siglos, tanto como lugares de culto como de retiro espiritual.
Las Batu Caves son un conjunto de cuatro cuevas de roca caliza con más de 400 millones de años que empezaron a usarse como templos hace 100. La principal, la dedicada al dios de la guerra y la victoria Mugaran, es la más impactante. Las otras tres son las Dark Cave, Ramayana Cave y Cave Villa. Para acceder a la cámara principal (Cave Temple) hay que subir más de 200 escalones pintados con el color del arco iris.
Hay macacos por todas partes, buscando devotos o turistas distraídos con bolsas de plástico. La entrada a la sala principal es increíble. Su techo bien puede tener 70 u 80 mts de altura.
Una vez se ha atravesado toda la Temple Cave, hay que subir otros pocos escalones más hasta otra cámara más pequeña.
La devoción religiosa se masca. Cada uno de los templos tiene sus gurús (no se si son exactamente gurús) desnudos de cintura hacia arriba y ataviados con pantalones naranjas.
Hay bastantes turistas, pero mayoritariamente es un lugar para los fieles locales. Las oportunidades para hacer fotos son infinitas.
Para ir al hotel cogemos otro taxi, este mucho más “normal”.
El distrito chino de Kuala Lumpur.
Estamos alojados en Chinatown. Esta parte de la ciudad, sorpresa, fue la parte de la ciudad donde se estableció la población migrante china. Y eso se traduce en restaurantes chinos - de los de verdad, no lo que nos venden en nuestro país como restaurante chino -, templos… No obstante, también es fácil tropezar se con templos hindúes, mezquitas o incluso Iglesias Católicas. Y es que Malasia es un país multi-religioso, una lección para el resto del mundo donde se demuestra que cuando nadie agita el avispero, gentes de diferentes creencias pueden vivir en harmonía.
El hotel, Santa Grand Classic (286 MYR) está muy bien situado, junto al Mercado Central. Tiene una pequeña piscina en la azotea con muy buenas vistas. Justo en la puerta, la calle es peatonal y está repleta de puestos de comida y otras cosas. El Mercado Central, ha evolucionado y ya es como el Mercado de San Miguel de Madrid o La Boquería de Barcelona, con tiendas y restaurantes.
Salimos a visitar los lugares de interés cercanos. En el barrio hay algunos edificios abandonados hace tiempo. La naturaleza ha hecho su trabajo y parte de la fachada está colonizado por plantas o incluso pequeños árboles.
La primera visita es a un templo taoísta, Sin Sze Si Ya Temple. Ubicado en Lebuh Pudu, cerca del Mercado Central de Kuala Lumpur, fue construido por Yap Ah Loy para dos deidades que, según él, lo guiaron en la Guerra Civil de Selangor. Es el templo taoísta más antiguo de la ciudad. Hay mucho movimiento, con gran afluencia de chinos, todos vestidos con la misma camiseta. Parece ser que mañana hay una procesión importante... Mañana estaremos sin falta.
Hay un rascacielos que destaca desde esta parte de la ciudad. El Merdeka 118, es de estilo neofuturista y tiene 118 pisos y 679 metros de altura. La torre Merdeka PNB118, contando la antena de más 150m, es el edificio más alto de Malasia, el edificio más alto del sudeste asiático y el segundo edificio más alto del mundo, siendo solo superado por el Burj Khalifa. Es precioso, y, visto entre las casas antiguas del barrio chino, parece una suerte de nave alienígena.
Pasamos luego por un templo hindú: El templo Sri Mahamariamman. Se trata del templo hindú más antiguo de Kuala Lumpur. Fundado en 1873, se encuentra situado en el borde del barrio chino de Chinatown, en Jalan Bandar. En 1968, se construyó una nueva estructura con la increíble y ornamentada torre 'Raja Gopuram' al estilo de los templos del sur de la India.
Como la mayoría de los templos hindúes recientes, es un poco agobio, con todos los dioses amontonados y colores chillones por todas partes. Unas indias que están por allí nos invitan a sentarnos con ellas y charlamos un ratillo.
Continuamos nuestra ruta, ya que queremos ver unos cuantos sitios situados algo más al norte. En un puente que atraviesa el río, en Leboh Pasar Besar, disfrutamos de la hora azul frente a un edificio precioso, el Masjid Jamek.
Es una de las más antiguas mezquitas de Kuala Lumpur, localizada en la confluencia de los ríos Klang y Gombak. A su espalda, varias moles modernas contrastando enormemente con el edificio del S. XIX.
Merdeka Square es una plaza muy grande, en la que se encuentra el Sultan Abdul Semad Building. Tiene una preciosa torre de reloj y unas cúpulas de cobre también muy chulas. Y como siempre, en el fondo la parte moderna de KL, con sus edificios gigantes.
Devoción taoista.
A eso de las 6.30 del día siguiente comenzamos a oír unos ruidos raros. Pensamos que se trata del ventilador, pero no, son los taoístas que están en plena celebración, tocando el tambor como posesos. Salgo con la cámara a ver si pillo algo, pero hasta algo más tarde no comienza la acción de verdad.
Desayunamos, y como el Hotel en el que hemos quedado para ir a Taman Negara está muy cerca, volvemos al templo a ver que se cuece. Ahora si que está la celebración en plena ebullición, con los típicos dragones, un templete que acarrean a hombros exactamente igual que en nuestras procesiones, y un señor en un palanquín, muy serio él.
Somos realmente afortunados. Hoy justamente se conmemora el 160 aniversario de su inauguración, y han pasado nada más y nada menos que 63 desde que su última procesión.
Tan bien unos señores con zancos, que no me encajaban en este tipo de cosas religiosas, y una exhibición de diábolos.
Algunos llevan una vara metálica en la boca, las cuales, en algunos casos, les atraviesa la mejilla.
Taman Negara. Una de las selvas tropicales más antiguas del mundo.
A las 8.15 salimos hacia Teman Negara en una minivan, con otros turistas. Paramos en Jerantut para comer y cambiar de transporte. El siguiente trayecto, en otra miniván, es hasta Jeti Kuala Tembeling, un embarcadero en el río y punto de acceso al parque.
Allí montamos en una barquita alargada, bastante cómoda dentro de lo que cabe. El trayecto por el río es de casi 3 horas.
Vemos algunos búfalos de agua.
Llegamos sin mayores percances a Kuala Tahan, podríamos decir que es el epicentro del parque. La pequeña población, formada básicamente por hotelillos y pequeños restaurantes, se encuentra repartida en ambas orillas del rio, lo que obliga a utilizar barquitas a modo de ferry cada vez que se necesita cruzar.
Tras registrarnos en el Parque (es necesario un permiso para entrar), vamos a nuestro hotel, en la orilla contraria. Es el Tekoma Resort. Esta relativamente bien, aunque creo que tuvo días de mayor esplendor. Como puntos fuertes, una pequeña piscina.
Los ruidos de la selva.
Tras un chapuzón, cenamos (somos los únicos en el restaurante del hotel, junto a unos gatos. A las 8.30 hemos quedado para hacer un night walk.
Incluyendonos a nosotros mismos, vamos 7 personas en el grupo. Comenzamos la ruta junto a las oficinas del parque, atravesando un resort muy guay. El guía nos muestra unos enormes ciempiés, que en un primer momento confundí con serpientes. Son inofensivos, y nos deja toquetearlos (yo, paso…), lo único que hacen es expulsar un líquido hediondo.
El guía habla muy poco ingles, pero es capaz de ver bichos con una enorme facilidad. Básicamente, vemos arañas de diferentes tipos y colores, pero siempre enormes.
También vimos unas hormigas, del tamaño de avispas. Y un bicho palo muy pequeño que todavía no me explico cómo pudo localizarlo.
Aprovechando una linterna especial que lleva, detecta escorpiones, pero no llegamos a verlos muy bien. Pese a ser de noche, y a no hacer demasiado calor, hemos sudado como pollos.
No se si considerar esta caminata nocturna como muy provechosa o no. A efectos de avistamiento de fauna, se queda bastante corta, aunque, ya se sabe, los animales aparecen cuando les place. Pero lo que me pareció alucinante, y que nunca había experimentado, es el ruido que hay en las selvas tropicales por la noche. Incontables grillos, chicharras, ranas y un monto más de animales que no logro identificar cantan sin cesar cuidando su territorio o llamando a las hembras. Es realmente alucinante, y solo por eso ha merecido la pena este paseo nocturno.
La selva a plena luz del día.
El “long trek” a Teras Waterfall comienza a las 9.30. Inicialmente somos un grupo de 8 más el guía del parque, pero dos se rajan antes de salir. Tras un briefing comenzamos la caminata por el board walk que ya conocemos de la noche pasada. Avanzamos a buen ritmo, ya que no estamos explorando cada centímetro cuadrado para localizar bichos. De tanto en cuanto sí que lo hacemos para recibir alguna explicación relacionada con la flora o fauna.
Afortunadamente el guía habla mejor el inglés que el de anoche. Después de unos 45 minutos, dejamos el entarimado y comenzamos a caminar por terreno “de verdad”.
El recorrido transcurre por el margen derecho del Río Sungai Tembeling a poca distancia del cauce. Pero, pese a la cercanía del rio, raramente se le puede ver debido a la frondosidad de la vegetación.
Si el protagonista de anoche fueron los animales, hoy es el mundo vegetal el que adquiere todo el protagonismo. Árboles gigantescos con raíces tabulares dan sombra a otros árboles más bajos que a su vez cubren al sotobosque, formado por mil y una especie de arbustos, palmeras y plantas herbáceas.
En algunos tramos algo más complicados, hay cuerdas instaladas a modo de pasamanos. Aunque en ese momento no eran necesarias, probablemente la cosa cambie si está todo húmedo o embarrado.
De tanto en tanto hacemos alguna parada para descansar. El guía nos insiste en que bebamos mucho. Y hace bien, ya que con una humedad cercana al 100% es necesario reponer líquido cada poco tiempo.
Llegamos a un lugar cercano al río (y desde donde este es visible) en el que nos paramos a comer. El paquete con la comida contiene arroz frito y un huevo frito… No está mal.
Un varano bastante descarado olfatea con su lengua y se acerca a ver su cae algo.
En este penúltimo tramo, hay más sube/baja, y más tramos con cuerdas. Se alcanza algo después el cauce del arroyó que, unos cientos de metros más arriba, se precipita por una pequeña cascada: ese es el objetivo de este pequeño trekking. Remontamos el arroyó por una zona relativamente abierta de vegetación. Es este tramo quizás el más bello de todo el itinerario.
Llegamos finalmente a la famosa cascada. No es que sea muy grande, pero si es bonita, con una caída vertical de unos 8 metros. Allí nos encontramos con otro grupo que ha llegado algo antes y ya se ha dado un chapuzón. En el cauce del río justo al pie de la cascada hay una pequeña zona embalada donde unos simpáticos pececitos te hacen la pedicura en los pies.
Regresamos sobre nuestros pasos hasta el rio, donde hemos quedado con el barquero. Según nos indica el guía, está 100% garantizado que nos mojaremos como patos. La idea es llegar a un poblado indígena por el rio, para la cual hay que pasar unos rápidos.
Los rápidos en sí no es que sean especialmente rápidos, pero el barquero ya se ocupa de menear la barca para que acabemos calados hasta los huesos. Atracamos junto al pueblo, Orang Asli. Son cuatro chozas. Allí nos cuentan algo de la vida de esta gente, los Batek. Evidentemente este poblado hace tiempo que dejó la vida en la selva, y ahora sirve de museo (o decorado, según quiera verse) para que los turistas sepan que existen habitantes aborígenes en esta zona del mundo.
Durante la visita hicieron fuego a la manera tradicional, y nos explicaron cómo se hacen las cerbatanas y sus dardos envenenados. Pudimos probar puntería con unos ositos de peluche que deben estar bastante acribillados.
Continuamos el descenso, esta vez sin baño, hasta Kuala Tahan. Allí nos despedimos de nuestras compañeras de expedición y vamos al hotel a darnos un baño en la piscina. Damos una vuelta por el pueblo, nos tomamos un refresco y regresamos algo precipitadamente porque amenaza tormenta… Y vaya que si amenazaba. Al poco de llegar al hotel se desató un tormentón tropical espectacular. Una gozada, siempre y cuando no te pille en la selva.
Cameron Highlands, la tierra del té malayo.
Puntualmente, a las 8 en concreto, nos espera una furgoneta de NKS en el hotel para ir a Cameron Highlands. Lo cierto es que resulta muy sencillo hacer el trayecto en autobús, pero el servicio regular sale bastante tarde y el viaje dura mucho más, lo que nos haría perder un día… y no podemos permitirnos ese lujo. Una vez más, se cumple la eterna regla de viajar: a menos tiempo, más dinero, y viceversa.
El camino es precioso, sobre todo en los primeros kilómetros. Luego, tras dejar atrás las plantaciones de palmeras, entramos en las tierras altas, donde la temperatura baja considerablemente. Aunque el paisaje sigue recordando un poco a Taman Negara, si te fijas bien, hay diferencias: árboles cubiertos de musgo, helechos arborescentes…
Poco después, aparecen los invernaderos de fresas y otros cultivos. Es curioso lo mucho que les gustan las fresas a los malayos. De hecho, una de las actividades más populares en las Highlands es ir a recoger fresas en los invernaderos. Fresas que luego, por supuesto, te cobran.
Llegamos a nuestro hotel, un lujo para lo que solemos permitirnos. Es lo bueno de viajar a países baratos: con el mismo presupuesto, se puede vivir “con mayores comodidades”. El hotel se llama Century Pines. Para recorrer la zona, tomamos un taxi por horas (35 MYR). El conductor, un señor mayor de origen indio, es encantador. Nos lleva a una de las dos grandes plantaciones de la zona, BOH. Desde la carretera, el paisaje de los jardines de té es impresionante. El tiempo, eso sí, no acompaña demasiado.
Al llegar, llueve a cántaros. La plantación está muy bien organizada, con un centro de interpretación, una tienda de té y una visita exprés a la fábrica. Desde una terraza, las vistas a los jardines de té —como los llaman aquí— son espectaculares. Y es cierto, más que una explotación agrícola, parecen jardines.
Nos explican que los trabajadores son, en su mayoría, de Nepal, Sri Lanka y otros países asiáticos. La recolección es totalmente manual: cada tres semanas, pasan por los mismos arbustos a recoger las hojas nuevas, y cada tres meses, los podan para evitar que crezcan demasiado.
Regresamos con nuestro taxista y volvemos por la misma carretera. Hacemos una parada en un importante centro hinduista de la zona. Es bastante moderno y no tiene nada especialmente destacable, pero los templos hindúes siempre tienen su encanto.
Seguimos hasta la otra gran plantación de té, Cameron Valley Tea. Junto a la carretera hay varios restaurantes y tiendas de recuerdos, en su mayoría dedicadas al té. Se puede pasear entre las plantaciones e incluso acercarse al gran cartel tipo "Hollywood" que se ve desde la carretera.
Hay también una cascada artificial que, aunque carece de todo encanto, parece fascinar a los locales. Aparte de eso, caminar por la plantación ofrece infinitas oportunidades de hacer fotos y disfrutar del paisaje.
Regresamos al hotel después de pasar muchas más horas de las previstas dando vueltas en el taxi, pero ha valido la pena.
Ipoh
A las 8:30 sale nuestro autobús a Ipoh. Los primeros kilómetros transcurren por una carretera de curvas rodeada de un paisaje espectacular. Una vez llegamos a la llanura, el entorno sigue siendo bonito, con algunas plantaciones aquí y allá.
El autobús es cómodo y está muy bien climatizado… quizá demasiado. La estación de Ipoh está bastante alejada del centro. En un principio, pensamos que haría otra parada más cerca, pero no. Por poco no nos pasamos y acabamos en George Town.
Nos alojamos en el M Boutique Hotel. Lo de "Boutique" le viene porque, literalmente, se entra por la puerta de una boutique. De hecho, cuesta encontrar el acceso por ese motivo. Es un sitio bastante chulo, moderno, aunque un poco alejado del centro.
Tomamos un "Grab" (el equivalente local de Uber) y nos vamos a visitar un templo fuera de la ciudad, Sam Poh Tong. Está enclavado en el interior de una cueva, lo que lo hace aún más especial. Sam Poh Tong, también conocido como la Cueva de los Tres Tesoros, es un renombrado templo budista chino situado en las colinas de piedra caliza de Gunung Rapat, aproximadamente a 5 kilómetros al sur de Ipoh. Este refugio espiritual, descubierto en 1890 por un monje chino, se ha convertido en uno de los templos budistas más significativos de Malasia. El templo es una magnífica combinación de formaciones naturales de piedra caliza y estructuras intrincadas hechas por el hombre, reflejando estilos arquitectónicos tradicionales chinos e influencias modernas.
En el exterior hay un bonito estanque con estatuas y pequeños templos.
Una vez dentro de la cueva —que es bastante alta, aunque no tanto como Batu Caves—, encontramos varias cámaras con sus respectivos altares.
Un túnel nos lleva a uno de los lugares más espectaculares del viaje: un espacio completamente rodeado de paredes de roca, al que solo se puede acceder por el túnel. Dentro, un pabellón rojo destaca entre la vegetación exuberante y los acantilados.
No entendemos cómo este lugar no está entre los sitios más recomendados de Malasia. De hecho, debería estar entre los más bellos del sudeste asiático.
En la misma zona, hay un estanque con tortugas de distintos tamaños. Se pueden alimentar dejando una propina.
Desde allí, pedimos otro Grab y vamos al siguiente templo, Perak Tong, también enclavado en una cueva.
Establecido en 1926 por Chong Sen Yee, un sacerdote budista chino, y su esposa Choong Chan Yoke, este templo ha pasado de ser un modesto lugar de culto a uno de los sitios religiosos más visitados y significativos de Malasia. Los visitantes pueden explorar su extensa red de cuevas adornadas con tallas y estatuas intrincadas, incluyendo una estatua de Buda que es una de las más altas de Malasia.
Es del mismo estilo que el anterior, con altares aprovechando las distintas cámaras naturales de la cueva. Aquí destacan las pinturas murales, que, aunque modernas, tienen mucho encanto.
Pero lo mejor son las vistas. Una escalera asciende primero por el interior de la cueva y luego continúa por el exterior.
El entorno es impresionante: una zona kárstica en plena selva, con varios miradores.
Desde algunos puntos altos se tienen vistas espectaculares de Ipoh y sus alrededores. Se aprecia muy bien la peculiar geografía de la zona: una llanura salpicada de colinas y farallones de roca cubiertos de vegetación.
Lo único que estropea la vista es un polígono industrial justo al otro lado de la carretera.
En otro Grab, regresamos a Ipoh y comenzamos un recorrido a pie siguiendo más o menos el walking tour recomendado por Lonely Planet. Empezamos en la Estación Central de tren, de estilo anglo-asiático. Justo al lado está el Memorial de la Guerra (mejor dicho, "de las guerras", porque el siglo XX en Malasia fue bastante violento). Y frente a la estación se encuentran dos bonitos edificios coloniales de principios del siglo XX: el Ipoh High Court y el Town Hall.
Nos acercamos después a la oficina de turismo, donde nos informan de que estos días se celebra el Diwali
El Diwali es el festival más importante del año en la India, un periodo para celebrar el triunfo de la luz sobre la oscuridad, del saber sobre la ignorancia y del bien sobre el mal. Los cinco días del Diwali, celebrado por más de 1000 millones de personas de diversos credos en toda la India y en su diáspora, se caracterizan por los rezos, los banquetes, los fuegos artificiales, las reuniones familiares y los donativos..
Uno de los atractivos turísticos de Ipoh es su arte callejero. Hay muchísimos murales y grafitis que han transformado paredes grises en verdaderos lienzos.
Mientras exploramos la ciudad en busca de murales, llegamos a Little India. Tal y como nos dijeron en la oficina de turismo, hay un ambiente increíble, con muchos puestos de comida y de artículos típicos de la cultura hindú.
Por supuesto, mil oportunidades para hacer fotos. Algo que nos sorprende de Ipoh y sus templos cercanos es la ausencia casi total de turistas occidentales. Lo agradecemos de corazón.
La Isla de Penang y la ciudad-museo de George Town.
Tenemos el bus a George Town a las 8. Son unas 2 horas de trayecto hasta Butterworth, que es donde se encuentra la terminal de ferris. Hay dos grande puentes que comunican la isla con el continente, pero si se llega en bus a Butterworth merece mucho más la pena tomar el ferry.
Una vez en la isla, vamos en Grab hasta el Hotel Penaga, en el cual nos alojamos. El hotel está de lujo, en un edificio precioso colonial. Tenemos todos los lugares interesantes marcados en el mapa, y comenzamos a seguirlos. El más cercano es la Blue Mansion. Se trata de la mansión construida por un rico mercader Hakka a su séptima esposa. Tiene, como su nombre indica, un bonito color azul por el índigo utilizado en el enfoscado de sus fachadas.
Actualmente es un caro hotel y restaurante, pero podemos acceder a cotillear un poco por su interior. Es posible realizar tours guiados o autoguiados, pero, tristemente, no pudimos apuntarnos a ninguno.
Nos dirigimos a la costa, donde pasamos por Sea Wall, una especie de paseo marítimo lleno de pescadores.
Muy cerca, se localizan otros dos edificios coloniales, City Hall y Town Hall.
Queen Victoria Memorial Clock Tower es otra aportación de los británicos, como también lo es el cercano Fort Cornwallis. En este último pagamos la entrada para verlo. Una curiosa oferta permitía tomar una cerveza por 5 MYR más (algo más de 1 euro).
No hay gran cosa en el interior del fuerte, aparte de la cerveza. Continuamos el recorrido entre bonitos edificios, entrando en alguno de los numerosos templos budistas - taoístas que salpican la ciudad.
Otra mansión impresionante es Pinang Peranakan. El color de su fachada es verde.
«Peranakan» quiere decir «descendientes» en idioma malayo e indonesio. Descendientes de los inmigrantes del sur de china que se asentaron durante los siglos XV y XVII en el estrecho de Malacca, los Peranakan formaron una poderosa comunidad. Se hacían llamar Babas, en el caso de los hombres, y Nyonas, en el de las mujeres, por lo que se les conoce también como los Baba-Nyonas. A lo largo de las generaciones, mantuvieron sus tradiciones originales chinas a las que fueron sumando algunas costumbres malayas y también europeas durante el tiempo de la colonización británica. De esta manera, crearon un particular estilo de vida que tuvo mucha influencia en la cultura de Penang.
La casa contiene muchos objetos y muebles de la época. Su visita es muy recomendable.
Las calles están salpicadas de templos de diferente tamaño. Uno de ellos nos llama la atención, ya que de él surge música china, tipo “karaole”. Se trata del templo de Wu Shi Jia Miao. Vemos cómo un chino/malayo, en cuya camisa lleva una cartulina con un número, se desgañita cantando acompañado de un backing track muy chino. La verdad es que lo hace muy bien.
No podemos evitar quedarnos a ver los siguientes concursantes.
Dentro del público se distingue bastantes participantes. Un señor nos explica que se trata de un concurso, y que los 3 ganadores competirán en otras pruebas de más importancia. Nos invitan a un bizcocho buenísimo.
En la oficina de turismo nos han dado un mapa con todos los grafitis de la ciudad, que no son pocos (más de 50). Estamos determinados a ver todos ellos. Lo cierto es que es una manera muy interesante de recorrer la ciudad, ya que obliga a visitar casi todas las calles para ir de uno a otro. La mayoría de los murales no son en realidad grafitis, sino esculturas de cerrajería. Están iluminados y en todos ellos la obra explica o hace alusión a algo que ha acontecido o que está relacionado con la calle en que se encuentran. A veces no es fácil leer las letras, pero también existe la posibilidad de ver la información en un código QR.
Uno de los mayores templos de la ciudad es Goddes of Mercy. Hay mucho devoto con potencial fotográfico, lo cual es aprovechado por mí.
Han Jiang Ancestral Temple es el siguiente en ser visitado. Seguimos por Hock Teik Cheng Sin Temple
Cambiamos de registro con la visita al parque de bomberos de George Town. Merece la pena echar un vistazo y conversar con los bomberos.
Un lugar interesante que también merece la pena visitar es “Street Art”, cerca del Tan Jetty. Aprovechando una zona industrial antigua, en ella se han instalado artesanos y artistas donde exponen y venden sus obras. Pero lo cierto es que toda la ciudad es un enorme lienzo donde los artistas plasman sus obras.
Los Jetty son barriadas que han sido construidas sobre el mar, mediante pilotes. En marea alta, el agua se extiende bajo las casas, la cual es sustituida por fango en marea baja. La razón por la que se construyeron estos barrios no fue la falta de espacio o que vivir en el mar suponga alguna ventaja. En realidad, fue la manera que los chinos encontraron para evitar los impuestos (el IBI de tiempos pasados) que los británicos establecieron.
Tan Jetty es el lugar perfecto para ir a la caída de la tarde, con unas bonitas vistas a la ciudad y una luz increible para las fotos.
Durante la noche, las calles se llenan de puestos de comida, normalmente instalados sobre trishawks. Y los locales llegan a hacer colas muy largas para probar alguna de las delicias que ofrecen.
Tras un rico desayuno en el hotel, tomamos un Grab hasta uno de los templos más importantes del pais, Kek Lok Si. Este enorme complejo religioso se encuentra en las cercanías de la famosa Penang Hill. Se trata del templo budista más grande del país, y también un importante centro de peregrinación para budistas de Hong Kong, Filipinas, Singapur y otros países del sudeste asiático. Todo el complejo de templos se construyó durante un período de 1890–1930.
Hoy es feriado, y todo el mundo parece estar en la calle. O visitando templos. Al poco de entrar nos engancha una espectacular tormenta tropical, tan furiosa como breve.
El conjunto templario consiste en un conjunto de templos, pagodas y tiendas de souvenirs. En general, hay bastante devoción y todo el mundo reza y hace ofrendas a sus dioses.
Es posible subir a una de las pagodas, donde hay preciosas vistas del templo y de la ciudad. En una colina dentro del complejo se encuentra la estatua Guan Yin, gigantesca. En un primer momento intentamos ir más arriba en un pequeño funicular, pero la larga cola que había nos hizo desistir y subimos andando.
Nos trasladamos luego a la estación inferior del funicular que sube a Penang Hill. Construido en 1923, es una obra de ingeniería reseñable para esa época. Desafortunadamente, nos dan 2 horas de tiempo de espera y decidimos desistir de esta popular excursión.
En su lugar vamos a Hin Bus Depot, un antiguo garaje de autobuses transformado en centro artístico. Nos decepciona bastante, la verdad.
Tampoco subimos a la Torre Komtar, y nos dedicamos a rematar nuestra búsqueda de grafitis. Tenemos el vuelo a las 20h, y con el tráfico que suponemos debe haber a estas horas, nos desplazamos bastante pronto al aeropuerto.
Kuala Lumpur y su Torre de Diamantes.
Llegamos en hora a KL.Tomamos un Grab en el aeropuerto, que nos lleva, tras casi una hora de trayecto, hasta Tamu Hotel and Suites. La ubicación de nuestro hotel es perfecta. Ha sido algo más caro que el resto, pero hay dos cosas que hacen que merezcan la pena. La cercanía al centro, y, sobre todo, las vistas a las Petrona. Una tercera podría ser las vistas a las Petrona desde su piscina, situada en la planta 14.
Flipamos con las vistas desde nuestra terraza. Hago un montón de fotos experimentando diferentes configuraciones.
Mirado objetivamente, las Petronas son el edificio moderno más bonito que hemos visto, especialmente de noche. Aunque parezca una cursilada, realmente parece una torre de diamantes.
Amanece y no tenemos muy claro que hacer hoy. Normalmente esta situación no se produce, y el problema es que tenemos una lista inabarcable de cosas que ver y lugares que visitar. Pero, quizás por lo que hemos leído en la guía Lonely Planet, en la que sólo parecía recomendar centros comerciales, no estábamos muy inspirados en esta ocasión. ¿Dónde quedaron esas guías que te ayudaban a sobrevivir en lugares remotos...?
La única cosa que si teníamos claro es que debíamos subir a las Torres Petronas. Hace tiempo reservamos el acceso, y allí nos dirigimos. Aunque hay otros dos edificios mayores en la ciudad, las Petronas son el centro al que todos se dirigen.
Según el Consejo de Edificios Altos y Hábitat Urbano (CTBUH), en 2024 Kuala Lumpur tenía 179 rascacielos que superaban los 150 m de altura. 57 de estos edificios superan los 200 m y otros seis superan los 300 m de altura. La mayoría de ellos se encuentran en el Triángulo Dorado, Mont' Kiara y el casco antiguo. El edificio más alto de Kuala Lumpur es Merdeka 118, que tiene 118 plantas y una altura de 678,9 m.
Para llegar a las Pretonas desde el hotel se pasa por un curioso y bello puente, el Saloma Bridge. De noche tiene una preciosa iluminación multicolor.
Hemos quedado a las 9. Tras registrarnos, nos suben hasta la planta cuarenta y algo, donde se encuentra el famoso puente que une las dos torres. Nos resulta muy emocionante.
Tras un rato deambulando y haciendo fotos volvemos a tomar el ascensor, en esta ocasión hasta el piso 87, donde está el mirador. Las vistas de la ciudad (y mucho más allá) son alucinantes. Pero de nuevo, las torres gemelas atraen la atención dada la cercanía a la que se encuentra la vecina gemela.
Es una oportunidad única de ver muy de cerca el remate de esta alucinante estructura.
Después de la consabida visita a la tienda de souvenirs descendemos al suelo, no sin antes machacar mi objetivo fish eye. Ha tenido una muerte digna. Aunque habíamos pensado en visitar un templo y una mezquita más, al pasar junto al autobús turístico (si, esa horterada que hay en todas las ciudades y que lleva a los turistas arriba y abajo), decidimos que es una buena oportunidad para explorar KL desde otra perspectiva.
Una de las primeras paradas es la enorme torre de telecomunicaciones, Kuala Lumpur Tower, de 421 m. La tentación de subir nos puede, y compramos la entrada. Antes, nos hacemos una foto con un copioso y alegre grupo de malayos
Las vistas, una vez más, son para quitar el hipo. Además en esta ocasión no hay cristal, es al aire libre, y uno se siente mucho más alto y cerca de los otros edificios.
Regresamos al bus. Siguiente parada, el barrio de Bukit Bintang. Bajamos junto a un súper centro comercial, donde están todas las marcas que venden cosas normales a precios prohibitivos. Nunca lo entenderé…
El barrio de Bukit Bintang es uno de los más bulliciosos de la ciudad. Pese a los edificios gigantes, hay mucha armonía. Visitamos otro centro comercial (en esta ocasión, mucho más cutre) y paramos a comer en un restaurante de pescado y “seafood” excelente.
De nuevo en el bus, bajamos en el Palacio Real. Hasta este momento no sabía que tenían Rey, se ve que les sobra el dinero. No puede acceder más allá de la puerta principal, así que hacemos una foto y volvemos al mismo bus.
Pasamos junto al “loroparque” local, el (KL Bird Park).
Entramos al zoo, aviario, o como se llame. Es una zona bastante grande, en la que se ha instalado una red a la suficiente altura como para que las aves vuelen en relativa comodidad. Hay también otras “subzonas” dentro de la gran red más cerradas, albergando especies carnívoras o que, por su tamaña, no convenga tener fuera (emús, avestruces, casuarios, etc.)
Hay muchos pavos reales, y vimos a alguno exhibiendose (pavonearse sería la palabra correcta).
La red tiene un montón de agujeros por lo que hay cierto tráfico de bichos a un lado y otro, como macacos (que entran) y cigüeñas (que salen).
Aunque las expectativas eran bastante bajas, nos ha acabado gustando mucho más de lo que pensamos. Ha merecido la pena verlo.
Perdemos por los pelos el último bus y regresamos al hotel en Grab. Una de las cosas que eran irrenunciables en nuestra visita a KL era darse un chapuzón en la piscina. Esta en la planta 14, y tiene unas vistas preciosas de las torres. En el Hotel no hay un solo occidental, y en la piscina no iba a ser menos. Hay un código de vestuario para entrar en el agua. Solo puede entrarse con camiseta de licra (los hombres). Las mujeres entran totalmente vestidas, con el hiyab incluido. Y teóricamente, deben estar en dos zonas diferentes de la piscina. Con nosotros hacen una excepción, pero no nos sentimos muy cómodos al entrar y salir del agua. Lo cierto es que no nos pareció advertir ningún signo de incomodidad o enfado entre los locales.
Tras la piscina nos ponemos guapos y salimos a tomar algo a un garito en el que hemos reservado. Volvemos a tomar el mismo camino que ya conocemos hacia las Petronas, ahora de noche. El Saloma Bridge está iluminado y es realmente precioso.
Parece que la ciudad entera ha decidido dar una vuelta esta noche. Todos se hacen fotos y comen compulsivamente. El lugar donde hemos reservado es Marini’s 57. Esta en el edificio justo junto a las torres. En el ascensor coincidimos con unos italianos con pinta de estar hiper forrados, y que van también al mismo sitio.
El lugar es alucinante. Las torres casi pueden tocar se con la punta de los dedos y están preciosas. Puede observarse una flota de aves que aprovechan para cazar a los incautos insectos que son atraídos por la brillante luz de la “torre de diamantes”.
Aprovechamos para comernos una pizza, algo poco glamuroso para el lugar donde nos encontramos. El ambiente es muy elitista, y lo cierto es que no me siento muy cómodo, pero ese es el precio a pagar por tomarse una cerveza junto a las torres más bonitas del mundo.
Regresamos al hotel con muy pocas ganas de regresar a casa.
En resumen...
Aquí dejamos algunas ideas para los viajeros y otras para nuestro próximo viaje a Malasia (que se producirá, antes o después).
Para moverse en el interior de las ciudades, el equivalente de Uber en Malasia es Grab. Funciona de lujo, es muy barato (un trayecto de 30 minutos sale por unos 3 o 4 euros), y además permite pagar en metálico salvo si se cogen por la noche muy tarde (late night). Hace mucho frío en estos Grab.
Los buses interurbanos son muy cómodos y bastante rápidos. Hace un frío que pela dentro.
La relación calidad precio de los alojamientos permite pegarse algún lujillo, impensable en otros viajes.
Supongo que será por las fechas, pero el número de visitantes occidentales que hemos encontrado es mínimo, excepto en Taman Negara (donde directamente, no hay población local).En el Tamu Hotel de Kuala, que es enorme, no coincidimos con ninguno.
Hemos visto una parte muy pequeña del país. Si nos centramos en Malasia continental, Malaca ha sido una de las ciudades que nos habría gustado ir.
La isla de Kuah, situada junto a Tailandia, y la costa este son otros de los lugares importantes que nos han faltado. En la costa este hay islas paradisíacas tanto turísticas como no turísticas, donde el submarinismo y el snorkel están entre los más afamados del mundo.
Pensando en planes más aventureros, la Ascensión al pico Gunung Tahan que se encuentra a casi 2.200 metros de altitud en Taman Negara, o al menos un trekking de varios días por este parque habría estado bien, sobre todo por las posibilidades de ver fauna salvaje de la grande (tapires, elefantes o tigres)
Y pensando en Borneo, la parte malaya de la isla merecería en si misma un viaje aparte.
Los malayos nos han parecido en general encantadores, y resulta admirable que una sociedad tan heterogénea (no olvidemos que conviven musulmanes, chinos, indios y cristianos) sea a su vez tan pacífica y harmoniosa. Eso sí, lo que no hemos visto frecuentemente son pandillas de amigos de diferentes comunidades o parejas mixtas… Juntos, pero no revueltos.
Creemos que es un destino para aprovechar ahora, ya que demomento no se ha puesto de moda y el turismo de masas no ha llegado todavía. Los precios son muy buenos y resulta facilismo desenvolverse por el país.
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